Hace ya unos cuantos años plantamos en nuestra casa de Santiago de la Ribera, en Murcia, un hueso de aguacate.

Pasó el tiempo y la planta no crecía más allá de medio metro.

Pero, como íbamos a constrir un pequeño armario, la trasplantamos a otra esquina. Y entonces empezó a crecer.

Ahora es un árbol hecho y derecho.

La casa es un pequeño chalet y el jardín que la rodea no tiene mucho más de un metro de ancho.

Pero el aguacate se ha hecho su sitio y lleva ya varios años dando algunos frutos.

Hace dos semanas, al salir de la presentación en Telefónica nos fuimos a pasar el fin de semana a esa casa. Teníamos una boda.

Aprovechamos para hacer nuestra cosecha de aguacates.

Cogimos casi 20 kilos, cerca de cien frutos de buen tamaño.

Nunca había dado tantos.

Para aguien absolutamente urbano y de una fría ciudad del Norte de España, estas cosas son un milagro: el milagro de la multiplicación de los frutos.

Ahora ya están maduros y llevamos unos días comiendo aguacates en ensalada.

Todo un regalo de la naturaleza.