Éric Vuillard, fiscal general de la guerra de Indochina

Fotograma de la película Dien Bien Phu (1992)

Los difuntos, según la mitología egipcia, eran conducidos -sus almas, entiéndase- por el dios Anubis ante Osiris para someterse a juicio. Allí, frente una balanza, el corazón del muerto se enfrentaba a la pluma de Maat. Había más pruebas, pero ahí se definía la eternidad de vivir en el Paraíso o la segunda muerte entre las fauces de un ser monstruoso.

No puede uno dejar de pensar en juicios, mitológicos o reales, cuando lee la última novela del francés Éric Vuillard, Una salida honrosa (traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona, Tusquets, 2023), aunque puede ser válido para la mayoría de sus obras. El autor de Lyon disecciona la guerra de Indochina, quizá un conflicto postcolonial opacado en parte por el de Argelia en el país vecino, mucho más cercano, y encadena una serie de momentos y personajes articulados como si del discurso inculpatorio de un fiscal se tratase. El juez y jurado, como no puede ser de otra manera, será el lector. Defensa no hay y las víctimas están en un muy segundo plano. Apenas una mención final: las diez veces más muertes de vietnamitas durante toda la guerra que muertes entre franceses y estadounidenses.

Vuillard no hace prisioneros: la guerra de Indochina fue una gran estafa económica, una guerra en donde el ejército francés luchaba contra el Vietminh por los intereses de grandes empresas y banqueros, que daban ya por perdida la guerra y que la utilizaron para ganar más. Como si de un combate de boxeo se tratase Vuillard retrata a políticos, empresarios y militares y a través de flashes, de la recreación brutal de momentos concretos, recrea treinta años de guerra que englobaron a Francia y a EE UU en el Sudeste Asiático.  No hay clemencia en su mirada y su retrato, su relato se basa en puñetazos que borra cualquier gloria, cualquier grandeza, y solo ofrece miserias humanas y personajes patéticos entrelazando una cruenta guerra con muchas ramificaciones.

Una salida honrosa, el burlesco título sobre las intenciones francesas en gran parte de la guerra, ni siquiera necesita hacer patentes o visibles a los vietnamitas, o los soldados franceses o coloniales, víctimas a pie de campo, para articular la historia del conflicto desde una plantación y factoría Michelin en Indochina de 1928 hasta la Asamblea Nacional en París, el estudio de la televisión de EE UU NBC, hasta las batallas, con atención especial al asedio de Dien Bien Phu, los cuarteles de Saigón o Hanoi, o la Katanga de los años 60 para mostrar el plan global que afectaba a la guerra, hasta concluir en la caótica retirada estadounidense del Saigón de 1975. Y es una historia de culpables, de responsables, de ladrones exculpados y olvidados por la Historia.

Vuillard escribe con doloroso sarcasmo, pero con una mecánica militar: capítulos breves, directos, llenos de frases lapidarias, que golpean rápido y duro. Rebosa indignación, pero sabiendo que el lector se capaz de acostumbrarse a todo, hasta al dolor y la vergüenza, lo hace breve, para dejar al lector pronto con sus pensamientos.

Es este el Vuillard de las grandes novelas que nos tiene acostumbrados, como ya hizo con la Segunda Guerra Mundial en El orden del día, la Primera, en La batalla de Occidente, o el Far West, de Tristeza de la Tierra. Y, aunque toca un tema dolorosamente nacional, está lejos de esa mirada brillante y fascinada que lanzó a la Revolución Francesa en 14 de julio. El novelista francés aquí es como un fiscal inclemente, como un soldado que no hace prisioneros.

Algunos tildan a Vuillard que hace ensayo novelado o no ficción, pero no estoy de acuerdo. Sus estampas históricas rezuman visión y construcción literaria, trata de reconstruir emociones y pensamientos que están vedados a los archivos y los testigos. Solo son posibles a través de la literatura, solo son verosímiles a través de la ficción. La materia prima de sus novelas, esa mirada crítica de cirujano, se centra en la materia prima del pasado, pero la habilidad del novelista, del fabulador, es indispensable en esta novela.

Vuillard es uno de los renovadores del género histórico, no hay dudas de eso. Y con Una salida honrosa, ha logrado su mejor novela junto a El orden del día. El juicio, novelístico, está listo para sentencia.

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