Industria, mirada e Historia… Cuatro visiones de la novela histórica en español a ambos lados del Atlántico

Marcia Collazo y Valentín Trujillo, en los actos del Certamen Internacional de Úbeda 2021

Cuatro autores latinoamericanos participaron activamente en el último Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda. Eran los chilenos y dos uruguayos. Autores consagrados y de éxito en sus países, que habían tratado el género histórico en su trayectoria. Escucharlos en esa cita andaluza fue un lujo y un placer -los cuatro demostraron ser personas entrañables e interesantes-, pero además resultó interesante. Lo que allí compartieron, en público y en privado, sobre el género histórico y sobre el mundo editorial en general, de las diferencias entre ambas orillas del Atlántico, fue revelador para autores, periodistas y lectores.

Así que me prometí volver a reunir -aunque fuera digitalmente- a estos cuatro autores, pasado el tiempo, y preguntarles para compartir sus impresiones sobre esos y otros asuntos. Hoy cumplo con ese cometido autoimpuesto y traigo a XX Siglos a la escritora Patricia Cerda,  de la que ya hemos conocido algunas de sus novelas en el mercado español como Mestiza, Carlos Tromben, autor de Balmaceda, Huáscar o Santa María de Iquique, la muerte de la República, Marcia Collazo, autora de Heroica, entre otras obras y Valentín Trujillo, director de la Biblioteca Nacional del Uruguay, autor de novelas como ¡Cómanse la ropa! y Revolución en sepia, que en 2017 fue incluido en la lista Bogotá39-2017 como uno de los mejores escritores latinoamericanos de ficción menores de 40 años.

Tras su experiencia en Úbeda, ¿qué diferencias encuentra en la novela histórica a ambos lados del océano?

PATRICIA CERDA (PC): Tanto en España como en América Latina se trata de reinterpretar el pasado. En el caso nuestro, somos sociedades postcoloniales. La Conquista y la Colonia, incluso la época precolombina, actúan en el presente en forma de memoria cultural. Tengo la impresión de que la novela histórica española está más orientada al entretenimiento, mientras en América Latina su escritura obedece más a una necesidad. Se trata, por una parte, de abordar lagunas sobre espacios de tiempo del cual sabemos muy poco y por otra, de dejar que se expresen otras voces. Durante la Colonia estaba prohibido publicar libros que tratasen sobre nuestra historia. La Inquisición prohibía la exportación de novelas a las colonias. O sea que el déficit que se fue sumando fue enorme.

La escritora Patricia Cerda, en el Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda 2021

La escritora Patricia Cerda, en el Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda 2021

CARLOS TROMBEN (CT): Fundamentalmente hay diferencias temáticas y de foco argumental, más que de procedimientos narrativos, arcos dramáticos, etc. En España, como cabe esperar, pesa fuerte el pasado romano-imperial y medieval-visigodo. Los protagonistas suelen ser reyes, reinas, príncipes-guerreros. En América Latina la novela histórica tiende a enfocarse en dos tópicos: la formación del mestizaje durante la colonia y las vicisitudes de la construcción republicana. El conflicto por antonomasia son las guerras decimonónicas que se dieron en el continente tanto entre estados nación como los numerosos conflictos civiles. Yo fui siguiendo esa ruta desde la guerra del Pacífico entre Chile y Perú, la guerra civil chilena de 1891 y luego las huelgas obreras de comienzos del siglo XX. Dicho esto en ambos lados del Atlántico se trabaja desde un realismo dosificado, se busca el fresco de época poblado de personajes épicos, pintorescos, psicológicamente complejos y atractivos, los que representan vanguardias como los que se aferran al pasado.

MARCIA COLLAZO (MC): Creo que existen algunas diferencias relevantes. En general, me parece que la novela histórica en España, así como en el resto de Europa, se enfrenta a una temática mucho más vasta que la americana, porque la historia de América comienza propiamente (más allá de la riqueza de las culturas indígenas) en el momento de la conquista, en 1492, y es por lo tanto un continente joven si se lo compara con los veinte siglos de historia –por lo menos- con los que cuenta España en sus vertientes más antiguas. Eso le da a la novela histórica española un escenario muy amplio, de enormes posibilidades temáticas, y aunque muchos de esos temas son de difícil investigación documental, suponen un atractivo campo de exploración en varios sentidos. Pese a ello, también he advertido un interés creciente en temas más cercanos en el tiempo, como por ejemplo la abundancia de autores que se centran en el siglo XIX e incluso en algunos aspectos del siglo XX. En América, por otra parte, las preferencias suelen dirigirse a los asuntos que nos son más entrañables por su contenido de “parteaguas”, a partir de la revolución hispanoamericana y el surgimiento de los distintos países, con sus luchas independentistas y con sus bandos en pugna. Aparecen así novelas con una temática libertaria, como Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri, o social, como Los de abajo, de M. Azuela, e incluso El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez. Los autores que se centran en el siglo XX también tienen un lugar destacado, como Alejo Carpentier con obras como La consagración de la primavera, o Carlos Fuentes con La muerte de Artemio Cruz; también Mario Vargas Llosa con sus muchas novelas, entre ellas La fiesta del chivo. En Uruguay, concretamente, se pueden mencionar novelas como Sabina, de Eliseo Salvador Porta, o Una cinta ancha de bayeta colorada, de Hugo Bervejillo. En lo personal, yo me he centrado en nuestra historia a través de mi novela Amores Cimarrones, las mujeres de Artigas, en la que hago un recorrido a través de cien años, desde la fundación de Montevideo hasta la internación de José Artigas en Paraguay. También me he ocupado del proceso de nuestra independencia en la novela La tierra alucinada, memorias de una china cuartelera. O de sucesos épicos muy dramáticos, como el sitio a la ciudad de Paysandú, que he recreado en mi novela Heroica, que acaba de ser galardonada con el tercer Premio Nacional de Literatura en Uruguay, y será llevada al teatro próximamente.

El escritor Carlos Tromben, en el CINDHE

El escritor Carlos Tromben, en el CINDHE

VALENTÍN TRUJILLO (VT): La principal diferencia está en el contexto estructural del género en España. Existe una «industria», de algún modo: editoriales específicas, encuentros temáticos, críticos, reportes y, en el caso de Úbeda, un festival internacional dedicado de forma íntegra al género. En los países americanos, si bien existen autores que cultivan la novela histórica de forma sistemática y profesional,  los impulsos están mucho más dispersos. Esa es la principal diferencia. La calidad de las obras, por supuesto, corre por otros carriles, y se editan maravillas y porquerías a ambos lados del Atlántico. También hay un tema de extensión y diseño: las portadas en España suelen parecerse, las novelas en general superan las 500 páginas, casi en un formato preconcebido. Las reglas parecen ser estrictas. El público a su vez también pide eso. ¿Por qué sospechar de una novela histórica de 200 páginas? A veces las normas son demasiado estrictas y el contenido queda en segundo plano.

¿Cree que es más complicado, más difícil, hablar del pasado en la literatura en Latinoamérica que en España?

PC: Eso no. Cada nación tiene sus cargas históricas. En España me parece que los temas más abordados por las novelas históricas son la Reconquista, el Imperio y la Guerra Civil. Reinterpretar con honestidad el pasado es siempre difícil, donde sea.

CT: Es igual de difícil porque implica hurgar en situaciones incómodas o derechamente crueles. Hablar de historia es hablar del poder y de quienes lo ejercieron, de quienes lo disputaron y perdieron. Mostrar mentalidades caducas y otras que prefiguran el futuro, es decir, nuestro presente. Mientras más cerca de nosotros está el hecho histórico, más incómodo. Estás a dos o tres generaciones de distancia, y el personaje que elegiste como «el adversario» o «el villano» de tu novela tiene descendientes…

MC: No sé si es más difícil. Creo que en ambos casos, asomarse al pasado es un asunto arduo, y cuanto más cercano está ese pasado, más delicado y visceral es el acercamiento. Supongo que eso sucede en España con los temas de la guerra civil y del franquismo, que hasta el día de hoy son verdaderas heridas abiertas, y sucede lo mismo entre nosotros, en particular al tomar el espinoso y doloroso tema de las dictaduras latinoamericanas, con su saldo de muertos y desaparecidos, de lo que también se han ocupado muchos escritores. La novela histórica, además, tiene que enfrentarse al desafío de no violentar el dato histórico, o sea de respetarlo, pero en el marco de una inevitable interpretación. Como si todo ello fuera poco, para poder hablar de novela debe contener un componente ficcional, con personajes y escenarios que no siempre pertenecen a la realidad histórica en un sentido riguroso. Pero ese ensamblaje entre realidad y ficción tiene que respetar, asimismo, lo que aconteció en los hechos. En esas dos dimensiones (las heridas abiertas y la mixtura ficcional) se encierra la mayor dificultad, y ese es un problema común a ambas tierras.

Valentín Trujillo (foto: BIBLIOTECA NACIONAL DE URUGUAY)

Valentín Trujillo (foto: BIBLIOTECA NACIONAL DE URUGUAY)

VT: Creo que no. Abordar el pasado o alguna época en particular no pienso que implica mayor dificultad en un sitio que en otro. América Latina (término bastante inexacto, por otra parte) posee una extensión continental y una complejidad geográfica, social, cultural muy diversa. Sin dudas que hay temas que todavía son tabúes, también sucede en España, pero en mi opinión las dificultades, en muchos casos, son más por desconocimiento e ignorancia del pasado de cada lugar que por motivos políticos, ideológicos o de mercado.

¿Cómo describiría la situación actual del género histórico en su país?

PC: Diría que en Chile la novela histórica está en ciernes. No tenemos la industria editorial que hay en España, pero sí un número creciente de lectores. Los chilenos leemos más novelas históricas españolas y europeas, en general, que novelas de autores nacionales sobre temas nacionales. O sea que tiene mucho potencial todavía, en la medida en que más autores chilenos la cultiven.

CT: En Chile la novela histórica viene de un período de auge que precedió el gran estallido social, la revuelta de octubre de 2019. En los años previos el modelo social, económico y político de la posdictadura estaba en crisis, la economía se había estancado y el sistema político había perdido legitimidad. Durante la posdictadura inmediata (años 90 y 2000) no se hablaba de historia, para nada. Las heridas no habían cerrado. Pero quince años después y con una nueva generación (la del presidente Boric) entró con fuerza y la demanda por novela histórica se disparó, en particular la que mostraba a los personajes secundarios (obreros, mujeres) o problematizaba a los «héroes patrios».

MC: La novela histórica en Uruguay no ha tenido gran desarrollo, pese a que cuenta con antecedentes ilustres ya desde fines del siglo XIX (menciono en tal sentido al gran escritor Eduardo Acevedo Díaz, con su saga de obras en este género, como por ejemplo Lanza y Sable, Ismael, Grito de Gloria, y cuentos como El combate de la tapera. Si bien contamos con algunos exponentes destacados a lo largo del siglo XX, la novela histórica ha permanecido en un lugar secundario. Una de las razones para ello puede ser –es una especulación- el enorme esfuerzo de investigación que supone escribirla. Sin embargo, el solo hecho de que mi novela Heroica resultara galardonada con un premio nacional de literatura, hace apenas dos meses, es un acontecimiento revelador de que, a pesar de todo, se trata de un género que sigue interesando y apasionando a los lectores. No obstante, como siempre digo, hay que tener en cuenta que no se trata de un libro de historia, en términos académicos. Aunque puede aprenderse –y de hecho se aprende- mucha historia a través de una novela de este género, el lector no debería perder de vista que el grueso de lo que está leyendo consiste en una recreación, una mirada hacia el pasado, un juego de espejos en el que no todo lo que se narra pertenece a la realidad. Por otro lado, esto mismo sucede con algunas obras de la historiografía, de manera que es fácil perderse en esos laberintos si no se cuenta con el impulso de interesarse en la historia pura y dura en algún momento (antes o después de haberse asomado a la novela histórica). En última instancia, creo que el éxito de mi novela Heroica se ha debido en buena medida a esa autoexigencia de respeto a la realidad histórica, que se ve reflejada en el libro.

VT: La novela histórica está en las bases de la literatura uruguaya. Solo con nombrar a Eduardo Acevedo Díaz, uno de los padres de la narrativa uruguaya, entendemos que los orígenes están imbricados de forma íntima con la novela histórica. Es cierto que ha tenido tumbos y discontinuidades, pero es un género que a lo largo de las décadas han tenido sus autores, lectores y cultores.  Con el regreso de la democracia, en los 80s y comienzos de los 90s, tuvo un gran florecer, que después decayó. Hoy dentro de los autores de mi generación soy una excepción. Las pocas novelas históricas salen a impulsos personales.

¿Por qué cree que cuesta ver en las librerías españolas obras históricas de autores latinoamericanos?

PC: Yo también me lo pregunto. Quizás porque las editoriales españolas no se atreven a publicar a autores latinoamericanos. O no les interesa. Mi novela Bajo la Cruz del Sur, sobre la primera circunnavegación, publicada por la editorial Planeta en Chile, fue un éxito de ventas. La escribí para dar una perspectiva no eurocéntrica de ese viaje, más a la altura del siglo XXI. Se la mandé a Planeta España y no le interesó. Por eso me pone muy contenta que Ediciones B haya publicado Mestiza en España. Creo que la novela histórica puede animar de forma muy fructífera el diálogo entre España y América Latina.

CT: Por una parte, hay una política editorial y las editoriales reproducen un producto literario conocido. Es esperable y normal pues se trata de una industria. Quedan solo los márgenes para explorar cosas, explorar temas y lanzar autores y autoras con propuestas novedosas. Sin embargo, los autores también tenemos un trabajo pendiente en salirnos de nuestro ámbito nacional estrecho y buscar lectores más allá. Esto creo que pasa por buscar temas comunes, episodios compartidos, períodos que se vivieron con igual intensidad a ambos lados del océano.

MC: Se trata de un asunto a lamentar, tanto de un lado como del otro. A nosotros no siempre nos llegan las novelas españolas, y lo mismo (pero agravado) sucede al revés. Tal vez se trate de una cuestión comercial, relativa a las editoriales y su política de difusión. Tal vez algunos editores creen que los temas latinoamericanos no interesan, y por lo tanto no resultan vendibles. Parecen olvidar que el famoso boom de los años 60 y 70 fue un éxito rotundo; en ese olvido puede haber, además, cierto menosprecio a los escritores americanos y a los lectores españoles. Hoy advierto, sin embargo, un renacimiento del interés en América Latina y sus creadores. El encuentro de novela histórica de Úbeda 2021 fue, en ese sentido, toda una revelación, a la que deberíamos prestar mayor atención. Celebro la iniciativa de haber convocado a escritores latinoamericanos (en 2021 fueron Chile y Uruguay) porque es mucho lo que nos une como culturas. Hay un pasado en común, además de un idioma y unas costumbres, que se abre todavía como una gran incógnita a despejar, porque así como existen semejanzas, existen diferencias cuyo descubrimiento resulta sin duda apasionante. En suma, es mucho lo que tenemos para conocer, para develar y para reflexionar de ambos mundos. Y si eso se vuelca en la literatura, mejor que mejor.

VT: Es un tema de mercado, difusión y políticas editoriales, sin dudas no de calidad. Ojalá el canal común que tenemos, que es el idioma español (con todas sus particularidades y matices regionales), se explotara más, y el intercambio fuera más fluido. Lo mismo digo para un montón de autores españoles no tan conocidos como los best sellers, que bien merecen la lectura del público americano.

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