Luis García Jambrina: «Hay suficiente perspectiva para abordar la Conquista de América, lo que sobran son prejuicios ideológicos»

Luis García Jambrina (FOTO CARMEN BORREGUERO / CEDIDA POR EL AUTOR)

Ha vuelto Luis García Jambrina; ha vuelto el pesquisidor Fernando de Rojas con un nuevo caso. Con El manuscrito de aire (Espasa, 2019), este escritor zamorano (1960) ya ha urdido una tetralogía que ha cimentado a uno de los grandes personajes del género histórico en español. Su Fernando de Rojas detective, con cuatro novelas a su espalda, ya es, probablemente, uno de los grandes exponentes de esa gran idea mestiza que es combinar la intriga y lo histórico.

Lejos de quedarse en territorios cómodos, García Jambrina da una vuelta más a su serie y traslada a su investigador -y no lo olvidemos, autor de La Celestina– a latitudes mucho más polémicas… incluso cinco siglos después.

Saca por primera vez del reino a Fernando de Rojas y no se lo lleva cerca, ¡sino a las Américas!

En efecto, pensé que había llegado el momento de airear e internacionalizar al personaje y someterlo a una experiencia verdaderamente radical. Me interesaba mucho que Rojas se adentrara en el Nuevo Mundo, y ningún lugar mejor que la isla de La Española (la actual República Dominicana y Haití), pues se trataba del primer asentamiento de los españoles en las Indias, la sede del gobierno y del virreinato, así como la base de operaciones para el descubrimiento y colonización de otras islas y de Tierra Firme.

En El manuscrito de fuego, vimos a un De Rojas crepuscular, que volvía a Salamanca cargado de recuerdos… En esta novela lo encontramos más de quince años antes, ¿cómo es en ese momento el pesquisidor?

Al comienzo de la novela, vemos que lleva unos años retirado de su oficio de pesquisidor real, en Talavera de la Reina, donde ejerce su profesión de jurista y de alcalde mayor, que era el encargado de impartir justicia en el concejo. Está casado, tiene varios hijos y lleva una vida tranquila, discreta y hasta cierto punto convencional, sin llamar demasiado la atención. Hasta que, de repente, la llegada de un nuevo caso lo saca de la monotonía y la rutina y lo pone de nuevo en marcha, al encuentro del Nuevo Mundo y del otro, para enfrentarse a una aventura que lo transformará de forma radical.

Adentrarse en una investigación criminal sobre los horrores y crueldades de la Conquista española del Nuevo Mundo en este 2019, ¿es tener ganas de marcha?

La escritura de este “manuscrito” estaba prevista desde El manuscrito de piedra, publicado en el 2008. Es un asunto que siempre me ha interesado mucho. Pero lo fui dejando para el final de la tetralogía, pues escribir sobre un lugar y un momento como ese requería un gran trabajo de documentación, que he ido llevando a cabo a lo largo de varios años. El azar ha querido que aparezca en pleno aniversario de la conquista de México. Pero yo me ocupo de un momento anterior, menos novelado y difundido. No se trata de una época de grandes conquistas, sino del comienzo de la colonización de las Indias occidentales. Una época sin épica ni grandeza, pero de gran interés, pues ahí se prepara lo que vendrá después.

No le parece que en este momento el debate sobre este asunto pivota sobre extremos poco ajustados: leyenda negra o rosa, indigenismo o hispanismo desaforado… ¿No falta bastante perspectiva y medida? ¿Quinientos años no son suficientes para mirar con distancia?

Yo creo que sí hay suficiente perspectiva para abordar los hechos sin apasionamiento, con rigor y objetividad. Lo que sobran, por desgracia, son prejuicios ideológicos, de una u otra índole. Eso hace que casi nadie se moleste en documentarse y ver qué es lo que en verdad ocurrió allí. Sigue pesando mucho la leyenda negra. Pero, por otro lado, hay un intento de blanquear la historia, arguyendo que todos los imperios posteriores se portaron igual o peor que los españoles en sus respectivas colonias. Pero el hecho de que más tarde los hubiera peores no nos hace mejores a nosotros.

¿Cómo deberíamos mirar, españoles y americanos, aquel tiempo? ¿Cómo se construye un relato histórico veraz y aceptable?

Enfocando los hechos sin ninguna clase de prejuicios; dándole voz a los propios personajes y contemplando los hechos desde la mentalidad de aquella época, y no desde la mentalidad actual o desde una mentalidad retrógrada. En mi novela, además, no hay un narrador que diga cómo hay que interpretar los hechos. En ella se muestran diferentes puntos de vista y luego que cada uno juzgue. Para ello es importante acudir a las fuentes, a las crónicas de Indias, las cartas, los documentos, las relaciones… y contrastarlo todo luego con lo que plantean los historiadores actuales.

Siempre se dice que el género negro es socialmente comprometido y se suele tildar a la novela histórica como conservadora o incluso escapista o nacionalista. Este nuevo «manuscrito» rompe esos tópicos (bastante poco veraces, en realidad)…

Son tópicos ridículos y simplistas, producto, de nuevo, de prejuicios ideológicos. Lo importante, en todo caso, no son las características del género en cuestión, sino lo que haces tú con ese género, de qué manera rompes los moldes. Para empezar, yo he tratado de mezclar la novela histórica con la novela negra, y no solo con la novela detectivesca. Los crímenes que en ellas se investigan se explican por el contexto social y político del momento. Pero también recurro a la novela picaresca y a la novela de aventuras. Se trata de hacer una novela histórica compleja, original y ambiciosa, y no de repetir fórmulas consabidas.

¿En qué hechos reales se basa el crimen que investiga en esta novela De Rojas?

Está inspirado en algunas de las matanzas que tuvieron lugar en La Española en los primeros años de la colonización de la isla, como las ordenadas por el gobernador Nicolás de Ovando, cuyo principal objetivo era sojuzgar y someter completamente a los taínos, legitimando e impulsando el sistema de las encomiendas.

En la novela, retrata un momento poco tratado, como ha mencionado antes: no es la conquista, ni el descubrimiento, es los primeros momentos de colonización y asentamiento…

Es un momento crucial para entender todo lo que vino después, en relación con los indios, la economía, las instituciones… Entre otras cosas, se funda la ciudad de Santo Domingo, que se convertirá en la primera ciudad española del Nuevo Mundo y en el modelo de las que luego se fueron estableciendo en otras islas o en el continente. El trasfondo de la novela, por lo demás, es la rápida extinción de los taínos de la isla, que en unas pocas décadas pasan de unos quinientos mil a unos centenares, hasta desaparecer casi por completo, junto a su lengua, su cultura, sus costumbres y su sistema de creencias. Algunos historiadores dicen que la mayoría de los indios murieron a consecuencia de las enfermedades que llevaron los españoles, para las que no estaban preparados. Pero hay que añadir que esas enfermedades se cebaron en ellos debido a las malas condiciones de vida a las que los españoles, movidos por la codicia, los sometieron: desarraigo, trabajo forzado y extenuante, escasa y mala alimentación, falta de cuidados…

Retrata también el horror de esa explotación, casi ultraliberal, de los primeros españoles en América…

Era más bien una explotación de carácter casi esclavista. En la que los españoles se aprovecharon de las encomiendas, que, en teoría, se establecieron para cuidar, proteger y cristianizar a los indios, pero, en la práctica se utilizaron para explotarlos de la manera más cruel y más vil, lo que iba contra las leyes promulgadas por la Corona. Pero la ley estaba lejos y el rey se comportaba de una manera cada vez más ambigua, pues aparentaba preocuparse por los indios, que eran súbditos suyos y, por lo tanto, estaban bajo su protección, pero, al mismo tiempo, no paraba de reclamar cada vez más oro y de forma más rápida, lo que implicaba empeorar las condiciones a las que sometían a los indios taínos en las minas y haciendas.

Junto con los horrores y la explotación, busca un tono de grises, porque también hay españoles preocupados por el trato dado a los indios…

Se trata de la otra cara de la conquista y colonización, el lado bueno, por así decirlo, que tiene que ver con la gran labor realizada por los primeros frailes dominicos que van a la isla procedentes del convento de San Esteban, en Salamanca, y que muy pronto se convertirán en los primeros y casi únicos defensores de los indios. Lo que ocurrió en la conquista y colonización del Nuevo Mundo se resume, en mi opinión, en una frase del escritor cubano Roberto Fernández Retamar que yo cito al final de mi novela: “Todas las conquistas han tenido sus horrores; lo que no han tenido las otras son hombres como fray Antón de Montesinos, fray Pedro de Córdoba, fray Bartolomé de las Casas…” El manuscrito de aire trata precisamente de eso. En ella se muestran los horrores y, al mismo tiempo, la labor valiente y arriesgada de esos frailes dominicos en la isla de La Española.

¿Cómo fue la labor de recreación para narrar el viaje a las Indias en aquella época?

Me interesaba mucho que el lector sintiera cómo eran esos viajes que duraban más de un mes. Así que leí muchas cosas sobre el asunto, para ver cuáles eran los principales problemas a los que tenían que hacer frente los pasajeros durante la travesía, como el hacinamiento, la sed o el riesgo de un temporal que los hiciera naufragar o los alejara de la ruta correcta.

Y cómo trabajó para reconstruir La Española de aquellos momentos, para darle esa textura, ese sabor que se percibe en la novela…

De nuevo recurrí a algunas crónicas e historias de Indias, como la de Gonzalo Fernández de Oviedo, que está muy bien escrita y habla mucho de la flora, la fauna, el clima y la geografía de ese territorio exuberante y fascinante. También de cartas y relaciones o diarios, como los del propio Colón. Por otra parte, viajé dos veces a Santo Domingo, pues quería conocer de primera mano, hasta donde fuera posible, esa tierra o lo que quedaba de ella: esa luz tan transparente, ese mar tan hermoso y esa vegetación tan exuberante, así como la Ciudad Colonial. En la novela son muy importantes las sensaciones que experimenta Rojas cuando llega a la isla y se va adentrando en ella en pos de los culpables del tremendo crimen que ha ido a investigar.

En El Manuscrito del Aire también hay espacio para el amor…

Sí, en esta novela, el amor constituye una parte de la trama y es algo fundamental. Desde el primer momento, Rojas queda fascinado por Higuemota, una princesa taína; se trata de un personaje histórico (es la hija de la célebre Anacaona, una cacica ejecutada por los españoles). Es el amor vivido como una experiencia radical, que hace los cimientos del alma se tambaleen. Con ello he intentado mostrar cómo el amor puede ser lugar de encuentro con el otro, con lo otro; el amor como vía de conocimiento, como puerta de acceso a lo desconocido, como reconocimiento de lo distinto.

Oiga, en estos tiempos de series y plataformas, ¿su Fernando de Rojas no da para una serie? Material ha dado ya para showrunners y guionistas… ¿Cómo se imaginaría esa serie?

Son muchos los que, desde la publicación de El manuscrito de piedra, y más ahora, con la aparición de El manuscrito de aire, me comentan que con estas novelas se podría hacer una gran película o una gran serie. Nada me agradaría más. Yo estoy abierto a ello, pues soy muy aficionado al cine y a las series actuales; incluso, tengo un máster de guion de ficción para cine y televisión, impartido por conocidos profesionales de ambos medios. De modo que no me cuesta mucho imaginarla. Tanto los personajes y los diálogos como la estructura y la ambientación serían fácilmente trasladables del papel a la pantalla. Y este es sin duda un buen momento para hacerlo. Pero no soy yo el que debe tomar esa decisión.

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