Pilar Sánchez Vicente: «En Asturias durante la Guerra de Independencia se vivieron episodios de verdadero salvajismo»

FOTO: ADA CROW (CEDIDA POR ROCA EDITORIAL)

¿Tuvo una hija Gaspar Melchor de Jovellanos? Se desconoce, pero la historiadora, documentalista y escritora Pilar Sánchez Vicente (Gijón, 1961), autora entre otras de Mujeres errantes, la ha imaginado y la ha convertido en protagonista de su última novela La hija de las mareas (Roca Editorial, 2021).

Y a través de esa ficticia hija construye la autora una novela que nos adentra en los cambios fundamentales de la Ilustración, la lucha protofeminista de muchas mujeres de la época y la Guerra de Independencia en Asturias. Construye así a una protagonista que, según sus palabras, es «voz y espejo de las mujeres de su tiempo», porque como asegura su autora, citando a Semprún, « la historia se aprende en las novelas».

¿Por qué imaginar una hija a Jovellanos?

Tenía clara la época y la localización, y en el Gijón del siglo XVIII era inevitable que apareciera, aunque fuera como figurante, nuestro más afamado prócer. Ponerlo en un discreto segundo plano, como padre de la protagonista, me permitía además recuperar su memoria y su obra con la visión cariñosa de una hija.

Y ¿por qué imaginarla así?

Andrea Carbayo de Jovellanos viene de una saga de curanderas y retrata a las mujeres de aquel tiempo que luchaban por romper los corsés del estrato social al que estaban asignadas por nacimiento. Ella rompe con la tradición familiar y terminará siendo impresora. ¡Sorprende ver la cantidad de mujeres impresoras que hay en ese momento!

Pero el viaje hasta llegar a ser protagonista de su propia vida es largo y está lleno de vicisitudes, aventuras que seguiremos a través de los paisajes de sus memorias.

Su lucha con el inquisidor Valdés, ¿es la imagen de esa lucha entre las dos Españas de siempre? ¿No hay nada más allá de esa tensión?

Lo primero y principal es que un novelón que se precie necesita un malo muy malo, que mantenga la tensión hasta el final. Y en esta es la familia Valdés y un odio que se hereda. Un clásico.

La elección de la figura de un inquisidor responde también al momento histórico. Desde Felipe II, un integrista religioso que cerró el país impidiendo el paso de cualquier novedad tras la Reforma protestante de Lutero, los monarcas españoles reinan, pero es la Iglesia Católica quien gobierna, controla lo que se publica y decide incluso las enseñanzas universitarias.

Esa alianza propició el atraso secular de nuestro país, donde los novatores se reunían en tertulias cuasi clandestinamente, algo que también se ve en la novela, las tertulias de rebotica.

En España los liberales propugnan la supresión del Santo Oficio, que será lo primero que hagan los Bonaparte y que el felón Fernando VII restaurará, junto con otras cadenas. Cuando entre en España tras la Guerra de la Independencia, recibirá además del apoyo eclesiástico el de los absolutistas que no quieren perder sus privilegios.

En política es una época muy interesante, donde surgen los dos grandes bloques, las dos Españas que dices, que a su vez empiezan a dividirse en facciones. Y a nivel de Estado, es el momento del surgimiento de las Juntas Provinciales, la Junta Suprema de Asturias fue la primera.

En este 2021 en el que se cumplen 210 años de su muerte, ¿la figura de Jovellanos no ha quedado en un inmerecido segundo o tercer plano?

En general somos bastante desmemoriados, sí…

Cuando escribí Mujeres Errantes introduje la figura del cura y comandante guerrillero Gaspar García Laviana, uno de los máximos exponentes de la Teología de la Liberación y nuestro Che asturiano, porque estaba a punto de perderse su memoria. Cuando la novela se convirtió en súper ventas, me di cuenta de la importancia que tuvo en la recuperación de su figura: se volvió a publicar obra suya, se hicieron compilaciones varias…

Como sucedió con el personaje de Rambal, que cuando lo descubrió el cantante y agitador folklórico Rodrigo Cuevas también en Mujeres Errantes le dedicó la canción de Rambalín, ganadora de numerosos premios y que incluye los audios que acompañaban a la novela.

Espero que al introducir a Jovellanos como padre de Andrea en La hija de las mareas suceda un fenómeno parecido de reconocimiento y difusión, no solo dentro de Asturias, también fuera, donde, lógicamente, es menos conocido. Ya decía Semprún que la historia se aprende en las novelas….

La Guerra de Independencia siempre está ligada a grandes hechos y lugares concretos, Bailén, Madrid, Vitoria, Salamanca… Abrir el relato a localizaciones que sufrieron el conflicto pero cuyo papel no es tan conocido como Gijón, ¿tiene algo de reivindicación?

Entre el centralismo y los grandes titulares, las periferias tendemos a desaparecer en una nebulosa. Por supuesto que se reivindica nuestro papel en el relato de la Historia, pero sobre todo se trata de darla a conocer, es muy triste que ignoremos los hechos acontecidos, algunos verdaderamente dramáticos.

Tenemos esa imagen de que las guerrillas y la guerra, incluso, sucedieron de Despeñaperros para abajo y en Asturias se vivieron episodios de verdadero salvajismo. A mucha gente le resulta sorprendente conocer los detalles de la ocupación francesa en el norte de la península y el papel del Ejército de la Izquierda.

Todos los episodios que Andrea vive en primera persona y nos cuenta en sus memorias, sucedieron en realidad y personajes como el general Bonet, Marica Andayón, Joaquina Bobela o Felipe Constela son reales, por no hablar de Riego o el Marquesito.

Esta es obviamente una novela muy asturiana y sale en un año de fuerte reivindicación por el Asturianu, ¿cómo lo ve?

Josefa de Jovellanos se considera la primera escritora en asturiano y el compromiso de su hermano Gaspar con nuestra lengua y cultura se manifiesta repetidamente, al considerar que si no se le da al pueblo llano acceso a la educación, les corresponde a los nobles la labor de evitar que se pierdan.

Hay que situar el debate en su verdadera dimensión, es una lengua histórica que tiene ya expresión escrita desde el siglo X y se utiliza para documentos notariales, correspondencia, literatura, etc.

El propio Jovellanos reclamaba una Academia que la fijara, puliera y consolidara. Perderla sería un delito contra el patrimonio cultural inmaterial de los pueblos, como lo calificaría la UNESCO.

También hay un fuerte compromiso con los avances femeninos y feministas de la época, las tertulias, los periódicos…

Aunque la palabra feminista como tal no aparezca en el texto por no ser coetánea de la época, queda evidenciado que la lucha por la igualdad viene de muy lejos y el fin del siglo XVIII es clave. Tras los Memoriales de agravios medievales llegan los Cuadernos de quejas, y en este momento se da un paso más, con Olympe de Gouges y su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana y Mary Wollstonecraft con su Vindicación de los derechos de la mujer.

Ambas surgen a la vez, una en Francia y otra en Inglaterra, y representan a la primera generación que exige la igualdad. Las reivindicaciones son parecidas en todas partes, siendo la primera el acceso a la educación, de la que están excluidas.

Este momento histórico se considera el albor de la primera ola del feminismo, que llegaría a finales del XIX con Emmeline Pankhurst y las sufragistas, las cuales, hartas de palabras pasaron a la acción, pero esa es otra marea…

De las tertulias ya hablamos, aunque la novela recrea también las literarias de damas previas a la Revolución Francesa. En una de ellas, real, conocerá Andrea a Olympe, creándose de inmediato entre ellas una corriente de simpatía.

Los periódicos, pasquines, etc.. cumplieron un papel indudable en la toma de conciencia de las mujeres, sobre todo en Francia, claro. Aquí la libertad de imprenta, y por tanto de prensa, era un espejismo, y estaba prohibida y penada cualquier publicación que cuestionase el poder establecido. Por su parte, la mujer mantuvo su inferioridad jurídica hasta la II República, volviendo a perder todos sus derechos bajo la dictadura franquista.

Jovellanos, pintado por Goya.

¿La novela histórica debe servir hoy para sacar a luz el papel, indudable pero tantas veces olvidado, de la mujer en el pasado?

La Historia no es solo una concatenación de hechos, también el relato que se hace de ellos. Nadie niega que exista el arte rupestre, pero se nos enseñaba que los que pintaban las cuevas eran hombres pero la antropometría ha desmontado ese mito y la arqueología otros, como que las mujeres se quedaban en las cuevas y no iban a cazar.

A partir de los años 70 del siglo pasado, que es cuando la historiografía francesa “descubre” la vida cotidiana, los nuevos estudios suponen una revisión del relato oficial, porque de forma sistemática los historiadores hicieron desaparecer las actividades de las mujeres y con ello nos borraron de la historia. Basta poner el foco más allá de donde apunta el dedo.

En este sentido digo que Andrea Carbayo de Jovellanos es voz y espejo de las mujeres de su tiempo.

La novela histórica siempre ha tenido una relación íntima y complicada con la historia, ¿debe servir para enseñarla o es solamente una atractiva puerta de entrada?

Las dos cosas: enseña y abre puertas, no solo a la imaginación.

A mí se me plantean muchísimas preguntas cuando leo una novela histórica. ¿Esto fue cierto? ¿Existió este personaje? Busco las respuestas y siento que el horizonte se ensancha. Conocer mejor el pasado es conocer mejor el presente, quiénes somos y de dónde venimos.

Nunca fue más cierto que tenemos el mundo al alcance de la mano, somos el embrión de los futuros seres biónicos, con el móvil pegado a la mano como una extensión más. Eso permite saciar la curiosidad, buscar información, ampliar conocimientos… Un lujo.

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