J.R. Barat: «Es difícil ser romántico cuando hablamos de la Guerra de Independencia que costó casi un millón de muertos»

El escritor y poeta J.R. Barat (Valencia, 1959) encontró al guerrillero de la Guerra de la Indepencia José Romeu por casualidad y pronto descubrió que estaba ante un personaje que tenía ante él «a un personaje que pedía a gritos una reivindicación histórica». Así nació su última novela histórica, Jaque al emperador (Algaida, 2021), de la que hoy viene a hablarnos en XX Siglos.

Es este un autor que tiene ideas muy claras sobre la novela histórica y cómo debe esta plasmar el pasado. «Es difícil ser romántico cuando hablamos de una guerra que costó casi un millón de muertos en un país que tenía por entonces unos once millones de habitantes», asegura en un momento de la entrevista. Y también es un escritor convencido de la utilidad de este género: «Hay que escribir buenas novelas históricas y hay que hacer que la gente se aficione al género. Solo el conocimiento objetivo y crítico de la historia nos redimirá de la idiotez, haciéndonos libres, maduros y dignos».

¿Cuándo se cruzaron los caminos de J.R. Barat y José Romeu? ¿Cuándo decidió convertirle en novela?

Un amigo llamado Marcos G. Zacarés, mi primer editor, me habló cierto día de José Romeu, el famoso héroe saguntino que combatió contra las tropas napoleónicas. Me pilló en fuera de juego porque yo no conocía el personaje. Soy curioso por naturaleza y el entusiasmo de mi amigo no tardó en prender en mí. Busqué información y descubrí que Romeu había sido, en verdad, alguien importante en el transcurso de la Guerra de la Indepencia. Pronto comprobé que la gente a la que yo preguntaba también desconocía su existencia. A medida que leía sobre Romeu y a medida que constataba el desconocimiento popular de esta figura, aumentaba mi interés por su vida y su obra. No tardé nada en darme cuenta de que tenía ante mí a un personaje que pedía a gritos una reivindicación histórica. Se trataba de un hombre normal y corriente que, al inicio de los conflictos bélicos contra los franceses, no dudó ni un segundo en lanzarse a la lucha, aunque para ello tuviera que poner en riesgo lo que más quería: su propia familia y su patrimonio. Era un líder natural, un hombre con unas dotes militares y una inteligencia táctica excepcionales, que conseguía enardecer a cuantos lo escuchaban. Su participación en la guerra, su importancia y su desenlace vital son propios de los grandes héroes o mitos de la literatura y de la historia.

De la Guerra de Independencia se conocen muchos personajes, guerrilleros, ¿por qué no se conoce tanto sobre Romeu?

España es un país muy curioso. Solemos mitificar a gente que no lo merece y con la misma facilidad olvidamos a quien fue un ejemplo de comportamiento humano. No creo que Agustina de Aragón merezca mayor protagonismo histórico que José Romeu, por ejemplo. Sin embargo, todo el mundo conoce a esta heroína, que hizo bien poco. Romeu, en cambio, dedicó su vida entera a combatir a los franceses. Y lo perdió todo: familia, hacienda y vida. Estamos hablando de un hombre que llegó a general de los ejércitos españoles y que llevaba tras de sí centenares de soldados, muchos de ellos voluntarios (estudiantes, mujeres, frailes, pastores, campesinos…) dispuestos a luchar hasta la muerte. Un hombre que puso en jaque a los grandes mariscales y generales napoleónicos. Romeu fue uno de los inventores de la llamada guerra de guerrillas. El hecho de que unos guerrilleros sean más recordados a veces no obedece a la lógica de la historia, sino a vaivenes caprichosos del azar. Alguien escribe una novela, o rueda una película o hace una serie para televisión… y de pronto el personaje se pone de moda. No sé. Yo también me pregunto a menudo por qué la historica es tan arbitraria, por qué la memoria es tan frágil, por qué a veces los humanos somos tan injustos con aquellos que dieron la vida por nosotros de una forma tan altruista, generosa y solidaria.

¿Cómo se documentó para crear el personaje literario de Romeu? ¿Hay mucha documentación sobre él o tuvo que utilizar su imaginación?

Sobre la Guerra del Francés hay mucha documentación. Estamos hablando de la invasión napoléonica. Hay centenares de estudios, crónicas, tesis, reseñas y documentos de todas clases sobre la época. También hay películas, series, reportajes, novelas… ¿Quién no conoce a Napoleón? ¿Quién no ha oído hablar de las batallas de Trafalgar, Bailén o Arapiles? Sobre Romeu, la cosa estaba un poco más complicada pues no hay demasiado. Sin embargo, buscando aquí y allá siempre acaba uno encontrando cosas. Me tropecé con una novela sobre Romeu escrita por Vicente Blasco Ibáñez. Se titula Por la patria. No es una de sus mejores novelas, desde luego. También hallé una obra teatral en verso. Por supuesto, encontré algo de bibliografía sobre él. Me documenté sobre el Sagunto de la época, que por aquel entonces se llamaba Murviedro. Y sobre Valencia y la geografía mediterránea. Tenía bastantes datos reales sobre Romeu y la contienda sobre la mesa cuando comencé a escribir la narración. Sabemos que una novela necesita también su buena dosis de fabulación, así que no tuve problemas para ir completando el relato con personajes secundarios o escenas de la época que alimentaba con mi propia imaginación.

A pesar de que Romeu es el eje de la novela, aparecen multitud de personajes en esta novela, ¿tenía la intención de construir una especie de mosaico que mostrara la España de aquellos años?

Por supuesto. Una de las principales características de esta novela es la abundancia de personajes. Desde el primer momento tuve claro que debía construir un retablo bastante fidedigno de la sociedad de la época, un retablo que alcanzara todas las capas sociales. Hay militares, políticos, clérigos, soldados, funcionarios y gentes de todo tipo que existieron de verdad, que pertenecen a la historia con mayúsculas, y se citan con sus nombres. Puedo recordar, por poner algún ejemplo, al general Suchet, al capitán Alejandro Bassecourt, a María Correa -la esposa de Romeu-, al Conde la Conquista, a los hermanos Bertrán de Lis, al padre Rico, a los Mestre, a Gustave Jacomet, al general Blake, al mismo Napoleón, etc. Pero luego también hay muchos personajes anónimos, desconocidos, que le dan color a la novela: pastores, soldados, mujeres, venteros, mercaderes… que pueblan la narración, van y vienen por sus páginas zarandeados por el viento de la guerra, intentando sobrevivir en medio del horror, cada uno de ellos a cuesta con sus desgracias o sus tristezas. Con todo ese conglomerado humano podemos hacernos una idea bastante aproximada de cómo fueron aquellos tiempos.

¿Los guerrilleros, realmente, lograron poner en jaque al Ejército napoleónico o tiene más de construcción, de imaginario popular, para restar papel al ejército regular y los aliados ingleses?

Napoleón habló siempre de “la úlcera española”. Y quería decir que España se le atragantó desde el primer momento hasta el punto de ser la causante de todas sus desgracias. Cuando el funesto personaje se hallaba en la isla de Santa Elena, cercano ya a su muerte, solía hablar de “la maldita guerra de España”. Jamás conquistó del todo nuestro país. Tan pronto como sus soldados dejaban un lugar recién tomado, los nativos volvían a levantarse en armas. Era una pesadilla para los franceses ver cómo no conseguían hacerse dueños de nada. Esta sensación de no vencer nunca de forma definitiva, de que los españoles siempre se levantaban y volvían a plantar batalla, no la generaron los ejércitos regulares ni los ingleses, nuestros aliados. Esta sensación se debía al modus operandi de la guerrilla española. Muchos fueron los españoles que se dieron cuenta de que la única forma de combatir a Napoleón no era luchar en campo abierto sino a través de la inteligencia y la estrategia de la guerrilla. Recordemos al Empecinado, al Barbudo, a Chaleco, a Espoz y Mina, al cura Merino, a Romeu, a Juan Cortés… La guerrilla era una forma de dar la lata continuamente a las tropas francesas mediante emboscadas, escaramuzas, asaltos y ataques por sorpresa… Justo todo lo contrario de lo que hacían las tropas regulares. La importancia de estas partidas de guerrilleros llegó a ser tanta que el Gobierno español las reconoció mediante la publicación de un Reglamento de Partidas y Cuadrillas el 28 de diciembre de 1808. Era el día de los Santos Inocentes, pero no se trata de ninguna broma. Sin los guerrilleros, difícilmente se hubiera conseguido vencer a los franceses. Dicho de una forma sencilla: los guerrilleros como Romeu lograron minar la moral de los franceses… Eran algo así como la piedrecita que está en el zapato, siempre molestando, y que no te deja caminar en paz… Esa era la úlcera de la que hablaba Napoleón.

¿Es difícil escribir sobre la Guerra de Independencia y no caer en una cierta romantización del pasado? ¿O es precisamente eso lo que hay que hacer al escribir ficción?

Es difícil ser romántico cuando hablamos de una guerra que costó casi un millón de muertos en un país que tenía por entonces unos once millones de habitantes. No solo eso. Los franceses y los ingleses (a pesar de ser aliados) expoliaron y saquearon todo lo que pudieron. España, tras la guerra, quedó en absoluta bancarrota desde el punto de vista económico, humano, social y cultural. Completamente arruinada. Para colmo, el regreso de Fernando VII fue la puntilla porque este individuo abolió la Constitución, restauró la Inquisición y el Absolutismo y sembró el terror, ayudado por los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés -viva la ironía-. La muerte de Fernando VII veinte años después dejó el país dividido y peleado, lo que originó las Guerras Carlistas, que fueron guerras civiles entre españoles. Teniendo en cuenta todo esto, ¿cómo se puede ser romántico? Creo que el deber de un escritor no es otro que el de relatar los hechos del modo más veraz posible, para que el lector pueda hacerse una idea cabal y fiel de la historia, no adulterada por sueños de grandeza ni falsos patriotismos.

¿La novela histórica debe servir para aprender sobre el pasado? ¿Para al menos descubrir al gran público episodios desconocidos?

En efecto, todo escritor de novela histórica tiene ante sí un reto apasionante: dar a conocer escenas y personajes de nuestro pasado. Es una gran responsabilidad, que exige decencia y rigor. Hay que documentarse, contrastar información y seleccionar los datos obtenidos, porque es fácil dar con noticas espurias. Debemos conocer el pasado para saber de dónde venimos. Solo de ese modo podremos averiguar quiénes somos y a dónde nos dirigimos. Como dijo Santayana, el filósofo, el pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo. Por tanto, convendría aprender de nuestros errores, para no volver a cometerlos. Nos iría mucho mejor si conociéramos los entresijos de nuestra historia. Por desgracia, el pueblo sufre de amnesia y olvida enseguida lo que pasó ayer o anteayer. Por eso tropezamos siempre con las mismas piedras. Es intolerable que haya gente a estas alturas que se manifieste en contra de la ley de memora histórica. Es intolerable que haya gente que apoye a los Borbones, que tantos desmanes han perpetrado siempre que han podido. La reina María Luisa de Parma decía de su hijo, el que fue Fernando VII, que era un malnacido y un hijodeputa. Valle Inclán retrató el esperpento en que se convirtió el reinado de Isabel II en las novelas de El Ruedo Ibérico. Blasco Ibáñez escribió un ensayo inolvidable titulado Por España y contra el rey: Alfonso XII, desenmascarado. Sobre el emérito Juan Carlos I me ahorraré los comentarios por ser de todos conocidos. Es intolerable que haya una Fundación Francisco Franco. ¿Alguien imagina en Alemania una Fundación Adolfo Hitler? Pues eso es lo que nos pasa a los españoles. Que a veces parece que no tenemos cerebro. Hay que escribir buenas novelas históricas y hay que hacer que la gente se aficione al género. Solo el conocimiento objetivo y crítico de la historia nos redimirá de la idiotez, haciéndonos libres, maduros y dignos.

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2 comentarios

  1. Dice ser las trampas de la memoria

    El estudio de la Historia de la evolución humana debería estar enfocada, no tanto en centrarse en el lado romántico y positivamente emotivo de los tiempos pasados como en la ignorancia, brutalidad y violencia del pensamiento de entonces. Así valoraríamos más el presente del que disfrutamos y sería más rápido el avance de derechos y libertades,

    08 noviembre 2021 | 12:06

  2. “Es difícil ser romántico cuando hablamos de la Guerra de Independencia que costó casi un millón de muertos”
    ———————–
    Eso dependerá de la historia que se pretenda novelar. ¿O no hubo cientos de mujeres afrancesadas por amor?

    09 noviembre 2021 | 22:28

Los comentarios están cerrados.