Karen Peralta: «No podía creer que la participación de las mujeres en la Segunda Guerra Mundial se redujera a víctima, espía o amante»

 

Luciana, una argentina de hoy, se ve envuelta en un torbellino personal cuando su abuela, al morir, la encarga encontrar a sus tres compañeras de la Cruz Roja con las que trabajó durante la Segunda Guerra Mundial y devolverlas, a ellas o sus herederos, tres objetos personales. La mujer, desconocedora de la historia de su abuela, se lanzará a una búsqueda del pasado que la permitirá conocer mejor la historia de su familia y del mundo. Junto a Lucina, el lector conocerá las vidas y experiencias de las enfermeras durante aquella guerra. Esta, es en síntesis, la historia de El recuerdo del olvido (Roca Editorial, 2020) la primera novela de la autora mexicana residente en Alemania Karen Peralta. Una novela que recrea un pasado, la de las cientos de anónimas enfermeras que trabajaron durante la Segunda Guerra Mundial, y que ahonda en cómo el pasado nos afecta en nuestra vida presente.

[Siete novelas históricas para este Día Internacional de la Enfermería]

¿Cómo nació esta novela?

La semilla de esta novela se sembró mientras leía El Paciente Inglés de Michael Ondaatje. Tenía unos veintidós años cuando, a través de Hana (enfermera de la Cruz Roja canadiense), uno de los personajes secundarios de esta novela, me percaté de que en la IIGM también habían participado mujeres activamente. No tenía idea. Nunca, en ninguna clase de historia, algún profesor o profesora había hablado sobre la intervención de las mujeres, ni se me mencionó que ellas habían servido codo a codo con los soldados. La curiosidad me llevó a encontrar a las voluntarias y de ellas emanó mi novela.

¿Cómo se le ocurrió el personaje de Luciana?

Luciana encarna a las mujeres latinoamericanas en el ocaso del siglo XX que buscaban desesperadamente un destino que no sabían que les pertenecía. Representa a las mujeres de la zaga de la generación X, quienes tuvieron que encontrar un sitio entre la tradición y la modernidad. Fueron las primeras que normalizaron y reclamaron abiertamente su derecho a postergar el matrimonio y la maternidad hasta bien entrados los treinta o, incluso, a principios de los cuarenta. Son las mujeres que comenzaron a viajar solas, a estudiar en el extranjero, a vivir fuera de casa aun siendo solteras. Tenía que ser Luciana, la que vive confundida entre el deber ser y el atreverse a soñar con lo que quiere de la vida, la que tenía que narrar esta historia.

Al ir siguiendo las andanzas de abuela y nieta… ¿no da la impresión de que las generaciones actuales somos más blandas? ¿Que los problemas de Luciana son menores comparados con los de su abuela?

No, no pienso que unas sean más blandas que otras. Yo pienso que cada una afronta problemas y escenarios distintos. Si bien Gia, Sarah, Marie y Mary-Anne se sitúan en medio de una guerra de proporciones alucinantes, Luciana tiene que lidiar con micro-batallas cotidianas. Cualquiera que sea mujer hoy en día, sabe que ese escenario es bastante complejo también, es un escenario que demanda introspección y coraje. Las mujeres de hoy participamos en otro tipo de contiendas; libramos batallas por la igualdad de género, en contra de la cosificación e hipersexualización, luchamos por el equilibrio entre la vida personal y la profesional, por el reconocimiento, la seguridad y por la apertura de los espacios que nos merecemos. Una madre que cría sola, una mujer que denuncia acoso, una esposa que rompe con un matrimonio violento en estos tiempos no es más blanda ni menos valiente que mis voluntarias. Es el mismo temple, el mismo espíritu, la misma búsqueda, pero el tipo de guerra es otra.

¿Por qué le llamó la atención la labor de las enfermeras durante la Segunda Guerra Mundial?

Porque en mis años de estudiante, sobre la IIGM, sólo me enseñaron el papel que desempeñaron los hombres (soldados, líderes, figuras públicas, héroes). Yo quería saber lo que habían hecho las mujeres y, sobre todo, cómo lo habían hecho. La poca literatura que hay sobre las mujeres en la IIGM las retrata como víctimas, espías o amantes de alguien importante. Yo no podía creer que su participación estuviera reducida a esas vertientes. Cuando di con las voluntarias de la Cruz Roja y las enfermeras de la Armada Naval de los Estados Unidos, quedé fascinada. Entre ellas había mujeres reales, de carne y hueso, heroínas silenciosas que tuvieron vidas magníficas que habían quedado en el completo anonimato. En ese momento quise saber todo de ellas, cada minúsculo detalle, particularmente, me intrigaban mucho los pormenores de sus vidas durante el servicio: ¿cómo era dormir a pocos metros de la línea de combate? ¿En dónde hacían pipí? ¿Qué sucedía cuando menstruaban? ¿Cómo se protegían unas a otras? ¿De dónde sacaban ropa limpia? ¿Se duchaban? ¿Sufrían acoso? Esas son las preguntas que fui contestando poco a poco cuando comencé el proceso de investigación.

¿Cómo construyó a ese cuarteto de enfermeras? ¿cómo eligió sus nacionalidades? ¿Están basadas en historias reales?

La vida de cada una de las voluntarias está construida con base en 150 testimonios de enfermeras que sirvieron bajo el comando de la Cruz Roja Británica y la Armada Naval de los Estados Unidos. Muchos de los sucesos narrados en la novela son pedacitos mezclados de todas ellas, por ejemplo, la escena en la que le piden a Sarah que done su cabello como hilo de sutura. Eso realmente sucedió. Sin embargo, hay también mucha ficción, especialmente en las partes que atañen a su niñez y adolescencia. Las nacionalidades se derivan de mis viajes y de los países en los que he vivido o con los que he tenido alguna conexión: mis estudios en Canadá y en Estados Unidos, un gran amor con un bretón, una inolvidable temporada en el norte de Italia. Y así, casi cada lugar descrito en la novela es un lugar en donde yo he estado.

Como en toda la historia, ¿en la Segunda Guerra Mundial hay que poner más en valor el papel de las mujeres en aquel crucial hecho histórico?

Hay que darles el valor que les ha sido negado. Han pasado ochenta años y seguimos viéndolas como cantantes seductoras que espiaban para uno u otro bando, como las amantes consagradas del Tercer Reich, como las intelectuales de círculo Bletchley. Esos son roles que parecen inalcanzables para las mujeres normales, es como si no hubiese cabida para mujeres reales en la IIGM, pero no es así, ellas hicieron muchísimo más durante la IIGM y después por la reconstrucción de Europa. Sólo hay que darles vida a sus historias y honrarlas como se merecen.

¿Cómo fue la labor de documentación para esta novela?

Muy compleja. El material de investigación es escueto, hay que rascar y rascar. No hay mucha bibliografía sobre ellas y la que hay es a veces inaccesible porque son autobiografías que tuvieron una o dos ediciones y los pocos ejemplares que existen se encuentran en sus pueblos natales escondidos en la biblioteca del ayuntamiento. Hay un par de novelas publicadas en inglés sobre enfermeras de la Cruz Roja, pero no fueron de mucha ayuda para la historia que yo quería construir. Yo soy una autora novel y mientras escribía la novela nadie sabía quién era. Nadie me ayudó, mis correos electrónicos jamás fueron contestados, las llamadas telefónicas se quedaron siempre en espera. Hice malabares y fui muy paciente, poco a poco fueron llegando a mis manos documentos, testimonios, documentales, historias. Incluso, hasta hace poco, tuve la fortuna de conocer al hijo de una de esas extraordinarias mujeres, accedió a una entrevista con la que, posteriormente, narré la historia de su madre en mi blog. Ella sirvió para la Cruz Roja alemana, aunque era sueca. Lo que vivió fue tremendo.

¿Qué ha sido lo más difícil de escribir esta novela?

El tiempo y la documentación.

¿Su origen germano – mexicano le da una visión diferente de aquella guerra a la del resto de latinoamericanos o europeos?

Pienso que definitivamente es una visión diferente, es una mezcla de descubrimiento y reivindicación. Como mexicana no tengo memoria de guerra, vamos, mi árbol genealógico está exento de ella. Esa parte mía es la que es curiosa y la que escarba buscando verdades. Mi parte alemana me pide respeto, veracidad, lealtad a los hechos, a narrarlos como fueron, con la mayor honestidad posible. Como europeo es difícil desasociarse de la historia que va bien tatuada en el ADN; cada país cuenta la historia desde su perspectiva de victoria o derrota, de orgullo o vergüenza. Yo he intentado combinar las dos, la subjetiva y la objetiva.

Reside en Alemania, ¿le da una mayor responsabilidad cuando se escribe de este hecho histórico?

Por supuesto. Tengo una responsabilidad muy grande que debo asumir con ética.

En la novela hay un amor que rompe los bandos de la guerra, ¿es necesario romper los discursos simplistas en ficción? ¿Separar a las personas de las ideologías o las banderas?

Después de lo leído y lo aprendido, he llegado a la conclusión de que el único villano en la IIGM fue el nazismo. Ese partido tenía militantes de todas las nacionalidades. En todos los países de Europa hubo círculos que le dieron apoyo a Hitler y a su partido. El resto de los personajes de esta historia fueron simplemente personas inmersas en una coyuntura muy peculiar. Al fin de cuentas, ni siquiera podemos decir que los ejércitos y sus soldados fueran buenos y/o malos, eran sólo seres humanos comandados por alguien más. En cada bando hay historias de odio y de amor. Eso es lo que intenté reflejar en la novela.

¿La Segunda Guerra Mundial sigue marcando nuestro presente?

Por supuesto, la IIGM dejó una cicatriz profunda en el mundo y hasta el día de hoy es un referente de alarma. En Alemania es particularmente evidente, la culpa alemana es algo con lo que se convive todos los días desde el nacimiento.

Cuando se escribe sobre la Segunda Guerra Mundial… ¿no se tiene la sensación de que quizá todo está contado? Hay tantísimas ficciones sobre este asunto…

En un evento de semejante envergadura histórica es imposible que ya todo se haya contado. Sobre la IIGM se seguirá escribiendo por cientos de años.

¿Es el mundo editorial machista? ¿Cuesta más llegar para una escritora que para un colega varón?

No puedo atreverme a hacer un juicio al respecto porque mi experiencia en la industria es escasa. Yo tuve la enorme fortuna de llegar a Roca Editorial, su editora es una mujer admirable, cálida y muy profesional.

¿Le molesta cómo, a veces, a las autoras que escriben sobre historias de amor, historias de mujeres, se las etiqueta como ‘romántica’ sin ir más allá?

No me molesta porque el género romántico y la literatura feminista para mí no son indicativos despreciables. Si hay personas utilizando la etiqueta “romántica” y “feminista” como una alusión negativa, definitivamente no han consultado las estadísticas mundiales en más de veinte años. Las mujeres son las que más leen al año y las que más invierten en libros impresos. Para acceder a un mercado como ese, hay que saber escribir de amor y de mujeres.

Puedes seguirme en FacebookTwitter y Goodreads.

Si te ha interesado esta entrada, quizá te guste…

2 comentarios

  1. Dice ser Penoso

    Qué ignorancia. Se ve que no conoció a las «Brujas de la noche» soviéticas (588.º Regimiento de Bombardeo Nocturno) o al Dysk polaco (unidad de sabotaje).

    15 junio 2020 | 11:30

  2. Dice ser Beltrixx

    «No podía creer que la participación de las mujeres se redujera a…»
    Qué mala es la ignorancia. Supongo que desconocía también que las mujeres participaron en la resistencia francesa, hubo increíbles francotiradoras como Ludmila Pavlichenko o incluso hubo mujeres piloto encargadas de llevar los aviones desde las fábricas a sus respectivos escuadrones operacionales (conocidas como WASP).

    15 junio 2020 | 17:08

Los comentarios están cerrados.