Isabella Lorusso y las mujeres en armas en la Guerra Civil: «Muchos hombres eran antifascistas, pero cuando regresaban a casa eran antifeministas»

Fotograma de la película ‘Libertarias’ (1996)

Es tendencia literaria e histórica recuperar a mujeres olvidadas de la historia (en realidad, lo es desde hace tiempo, pero lo escuchamos mucho más esta semana del 8 de Marzo). Y de eso, precisamente trata el libro del que hoy os hablo, Mujeres en lucha (Altamarea, 2019; con prólogo de la diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid, Beatriz Gimeno), que rescata las voces de las olvidadas entre los olvidados: la de las mujeres milicianas, anarquistas o militantes del POUM que lucharon en la Guerra Civil española.

La historiadora italiana Isabella Lorusso (Ostuni, Apulia, 1967), experta en el conflicto español, entrevista en esta obra coral a once de esas mujeres que miran con retrospectiva la participación de aquellos días (y en otros hechos históricos del siglo XX). Sus voces recuperan un intento de revolución doblemente abortado: la política y la de ellas, como germen del feminismo, como mujeres.

Por sus páginas desfilan Blanca Navarro, Pepita Carpena, Teresa Carbó, Manola Rodríguez,… Y ellas nos hablan directamente de la guerra, del papel de la mujer, de las maniobras estalinistas que dinamitaron la unidad republicana, de la muerte de Andreu Nin… La autora estará este fin de semana en Madrid presentando esta obra (el día 9 en la librería Muga a las 12.30; a las 19.00, en la Librería Mujeres; y el domingo 10, a las 18 horas, en Rompe el Círculo de Móstoles)

¿Cuándo sintió que había que recuperar las voces de estas veteranas luchadoras y recopilarlas en este libro?

En el momento exacto en el que me enteré de que estas mujeres seguían con vida, aunque no era fácil encontrarlas. En los noventa, cuando empecé mi investigación, todavía no había internet ni teléfonos móviles. Estas mujeres se encontraban o en Francia o vivían en España e iban y venían desde México, Estados Unidos o Inglaterra. Coincidir con ellas no era sencillo porque yo vivía en Italia, y por aquel entonces la gente viajaba en autobús o en tren y para encontrarse había que quedar con semanas de antelación. A veces, para conseguir un número de teléfono, tenía que ir hasta Barcelona y, desde allí, llamaba, con un amigo o con un compañero, a alguien que tenía un contacto en la casa de una de estas mujeres. Tardábamos días en recibir respuesta; a veces regresaba a Italia, y desde allí iba a Francia. Cuando empezaba un viaje no sabía nunca cuándo iba a terminarlo, ni si el resultado iba a ser el esperado. Lo que me ha estimulado a escribir este libro es el hecho de que, más allá de la crisis política, toda la gente que ha leído algo sobre la vida de estos revolucionarios y de estas mujeres no ha dudado ni un momento en pensar que, si hubieran podido, ellos mismos hubieran cogido las armas y hubieran luchado con ellos y con ellas. Cuando alguien arriesga la vida no hay juegos de poder porque ni siquiera hay tiempo para ello. Los jóvenes esto lo comprenden muy bien y se apasionan por el tema, y no hay nada mejor que ver a un joven que se apasiona por un ideal.

Ha tardado 15 años, ¿qué es lo que resultó más difícil?

Como comentaba antes, era difícil no solo encontrarlas, sino también quedar con ellas. Estamos hablando de mujeres que han vivido la guerra, el exilio, que han perdido seres queridos y, si se encuentran bien de salud, no siempre desean recordar un momento tan doloroso de su vida. Yo misma me sentía fuera de lugar: ¿qué derecho tenía yo, con mi vida burguesa, a invadir la vida y la privacidad de estas mujeres? ¿Qué tenía que aportarles yo a ellas? En aquel momento vivía en Bolonia, luego me trasladé a vivir a Milán, a Madrid, a América Latina. Lejos de Europa pensaba a menudo en estas mujeres; si todavía quedaba alguna con vida, si todavía querrían quedar conmigo. Me prometí que, cuando un día volviera hacia el norte, volvería a buscarlas; y así lo hice. Mujeres anarquistas, poumistas, separatistas, amas de casa y periodistas. Podía haber continuado durante muchos años más, pero un día decidí poner punto final a mi investigación. Busqué un editor en España, otro en Italia, y así dejé que fueran otros quienes tuvieran la responsabilidad de transmitir la memoria histórica. Yo había terminado mi trabajo y estaba satisfecha.

Para una especialista en el conflicto como usted, ¿en qué han cambiado estas entrevistas su visión del conflicto?

Cuando empecé a ocuparme de la guerra civil española tenía una visión bastante simplificada del conflicto. Luego me enteré de que las cosas eran mucho más complicadas, y fue hasta doloroso descubrirlo. Perdí el rumbo, pero luego me apasionaron los ideales anarquistas, la coherencia de los militantes del POUM, la increíble vida de las mujeres revolucionarias y militantes del grupo feminista Mujeres libres y pensé que todavía, incluso en la España de la guerra civil, había quien no había perdido la esperanza de luchar por un mundo mejor. Cambié mi visión de la vida y, como me dijo un día Cristina Nin, nieta de Andreu: «Los militantes del POUM ni siquiera tuvieron tiempo de aburguesarse, así que se han quedado como auténticos revolucionarios». Una cosa importante fue que Andreu Nin no habló, y murió bajo tortura. Esto dio mucha fuerza a «los que quedaron», como siempre me repetía Víctor Alba en su casa de Sitges. Cuando por primera vez llegué a Barcelona ni siquiera sabía que existía el POUM, luego agradecí a estos militantes por volver a darme esperanza, de vida y de lucha política.

Como todos los conflictos históricos, la Guerra Civil ha tenido siempre una narración masculina, ¿qué aportan las voces de estas mujeres sobre la guerra?

Sin estas mujeres no se hubiera podido hablar de revolución. Muchos hombres, fuera del hogar, eran auténticos antifascistas y antiestalinistas, pero cuando regresaban a su casa, volvían a poner las manecillas del reloj fuera de la historia. Eran antifeministas y preferían ver a sus hermanas, a sus esposas, a sus madres, a sus mismas compañeras de lucha, en lugares donde ellos pudieran controlarlas mejor. Su libertad les daba miedo, pero esto pasa incluso hoy en día, imagínate en la España de los años treinta del siglo pasado. Estas mujeres se rebelaron contra todo esto y fueron un ejemplo de lucha para las generaciones futuras.

Al leer las entrevistas, uno percibe una sensación de oportunidad perdida, pero también de una mirada muy crítica, ante la división de las fuerzas de izquierda, las luchas internas del bando republicano y las purgas entre compañeros…

Durante mi investigación preguntaba si se hubiera podido ganar la guerra si los estalinistas no hubiesen hecho lo que hicieron. Y la respuesta coincidía en todos los militantes entrevistados. Sí, sin aquel enemigo interno, la guerra se hubiera podido ganar. «Es que los estalinistas nos mataron por dentro», me decían. Por suerte el movimiento anarquista, sobre todo en Cataluña, era muy fuerte, pero, aun así, nada se pudo contra la ferocidad estalinista. Las Jornadas de Mayo son una página vergonzosa de la historia de la humanidad. Hermanos contra hermanos y, a pocos kilómetros, los fascistas que intentaban saquear Barcelona. Todo por el control de la Telefónica. Por suerte ahora tenemos esta memoria histórica, esta historia oral que se ha recuperado, de lo contrario los jóvenes hubieran podido pensar que la guerra se perdió solo porque los fascistas eran más fuertes y organizados. No, fueron los estalinistas los que les pusieron la victoria en bandeja. Se perdió mucho tiempo en crear falsas acusaciones, falsos procesos, se mató a mucha gente inocente, se aplicó la ley de fugas en los campos de batalla, se eliminaron las colectivizaciones y las milicias, claro que los fascistas ganaron, ¿qué otra cosa hubieran podido hacer? Mas allá de todas estas contradicciones las feministas lucharon y, con ellas, los anarquistas y los militantes del POUM.

Pregunta sobre la muerte de Andrés Nin, ¿qué encontrarán los lectores sobre esta polémica en este libro?

El lector encontrará mucho y no encontrará nada al mismo tiempo. Hoy en día se sabe lo que hicieron con Nin: lo detuvieron, lo torturaron, lo calumniaron y lo mataron. Después de 1989 se abrieron los archivos soviéticos y Dolors Genovès realizó el fantástico documental titulado Operación Nikolai. Hoy en día tenemos muchos libros y mucha información sobre Nin, pero el testimonio directo es impactante a nivel emotivo. Téngase en cuenta que una mujer como Teresa Carbó, militante de Socorro Rojo, fue secuestrada y torturada durante varios meses solo porque «había visto a Nin» donde no tenía que haberlo visto. Durante nuestro segundo encuentro, Teresa tenía ciento dos años y fui a buscarla a un asilo francés. Pude hablar con ella por los pelos y me repetía: «No me arrepiento de nada, no cambio mi idea sobre el asunto. En aquella checa soviética lo que vi fue a él, fue a Andreu Nin». Cuatro palabras que casi le costaron la vida; durante los últimos momentos de su vida seguía orgullosa de lo que había hecho. «Y si volviera a nacer volvería a hacer lo mismo». Hoy en día sabemos que Nin fue detenido por los estalinistas, pero las palabras de Teresa Carbó las confirman más de cien libros de Historia. Alguien que da su vida por un ideal no se vende por nada del mundo, esto los lectores y, sobre todo los jóvenes, lo perciben.

Isabella Lorusso (cedida por Altamarea)

También se percibe una fuerza y una entereza ejemplar, y un recuerdo vivo y detallado. Son personas que tienen aquellos años presentes, tantas décadas después, tanto sufrimiento después…

La guerra civil cambió la vida a todos los españoles de aquella época. Muchos de ellos tenían menos de veinte años y tuvieron que decidir su destino en pocos días o en pocos meses. Se hubieran podido «arrepentir», pero hubiera sido demasiado tarde. Pagaron un precio muy alto, pero en ningún momento pensaron que hubieran podido vivir una vida «mejor» si hubiesen escogido estar de la parte de los fascistas. Vivieron el hambre, la miseria, el exilio, la pérdida de sus seres queridos, un país destrozado, bombardeado. Una vez me invitaron a Moscú a presentar mi libro sobre el POUM y allí encontré a varios «niños de la guerra» que tenían un local cerca de la plaza Roja. Me quedé con ellos varias horas a charlar de todo, pero, por mucho que quisiéramos cambiar de tema, siempre volvíamos a hablar de la guerra. Ellos llegaron a Rusia cuando eran muy jóvenes, luego la guerra se perdió y no pudieron regresar a «casa». Cuando años después Franco murió, volvieron a buscar lo que ya se había perdido para siempre. Algunos se quedaron en España, otros volvieron a Rusia. «Maldita guerra, nos jodió la vida», me decían.

¿Alguna de las entrevistadas le conmovió especialmente?

Es complicado responder a esta pregunta porque cada una de ellas me ha dado mucho más de lo que esperaba. Mas allá de toda la diferencia de edad y de ideología, me abrieron la puerta de su casa y me dejaron entrar en su espacio más íntimo. María Manonellas, compañera de Josep Rovira, se encontraba en el frente cuando los estalinistas disolvieron la milicia del POUM; Pepita Carpena es la persona más pasional que he conocido en mi vida, coherente hasta con el aire que respiraba; Teresa Rebull, cantante, poetisa, con una idea de la vida y de la libertad que envidiaba… Y así todas, pero con Pilar Santiago tuve una relación especial porque la volví a ver muchísimas veces más después de nuestro primer encuentro. Como se dice, amor a primera vista. Vivía entre Ciudad de México y Barcelona, nos llamábamos a menudo, me invitaba a su casa a comer, los almuerzos terminaban al atardecer, y me decía «ya que estamos quédate a cenar». Pilar se ocupaba de arte, de política, de literatura. Había trabajado como periodista en Emancipación, la revista feminista del POUM; hablaba con devoción del movimiento anarquista, de la necesidad de ocupar los edificios vacíos, de la libertad sexual y de un mundo sin barreras. Los estalinistas habían matado a su compañero en el frente, con la ley de fugas. Cuando fue a la comisaría a pedir que le devolvieran su cuerpo la detuvieron, la torturaron, y fue gracias a un tío suyo, congresista, que pudo escaparse a México. Un día me enteré de que había tenido un ataque cardiaco, y lloré como se llora a alguien que pertenece a tu familia.

Cuando alguien que ha nacido y vivido en tiempos de relativa paz, entrevista a estas mujeres que vivieron tiempos tan atroces y violentos, que jugaron a matar y morir, ¿no se siente una especie de vértigo?

Sí, absolutamente, y lo digo en la introducción del libro. Me sentía y me sigo sintiendo pequeña frente a ellas. En mi vida personal puedo decir que he hecho muchas cosas, pero siempre me he movido en un marco mucho más seguro que el suyo. Así que después de cada entrevista me quedaba días impresionada. Chapó.

Sobre el combate, me ha resultado humano y a la vez escalofriante la respuesta que le da Concha Pérez cuando le dice “por suerte creo que no llegué a matar a nadie, al menos no a sangre fría. Disparé y disparé mucho, pero balas que uno no sabe dónde acaban. Ellos disparaban y nosotros respondíamos” …

La guerra les impuso la terrible opción de matar a alguien para salvar su vida. Incluso los que «ganaron la guerra» tuvieron que enfrentarse a este terrible dilema. Hay quien se fue a la guerra y seguramente mató a alguien, pero hay quien construía balas, quien reparaba fusiles, quien robaba municiones. La guerra impone elecciones terribles a todos, incluso a los que piensan «quedarse de lado».

¿Cómo valora cómo está gestionando la memoria histórica de la guerra y el franquismo la sociedad española?

Pienso que no es un tema fácil para ningún país, lo mismo pasa en Italia con la memoria histórica del fascismo. Si fuimos fascistas y cómplices del fascismo, tenemos que admitirlo, no sirve de nada esconder la cabeza bajo la arena como un avestruz.

¿Qué le parece que el cuerpo de Franco siga en el Valle de los Caídos y el actual Gobierno vaya a ir a elecciones sin haber sido capaz de sacarlo, como prometió?

El Valle de los Caídos es una vergüenza para la Humanidad. Con esto saca tú tus propias conclusiones.

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8 comentarios

  1. Dice ser Jojojojojo

    Pero si el comunismo era misogeno a mas no poder, incluso votaron EN CONTRA DEL VOTO FEMENINO EN ESPAÑA….NO CONTEIS MAS MILONGAS A LA GENTE.

    06 marzo 2019 | 13:30

  2. Dice ser Carlos

    Vamos, que una cosa es luchar en la guerra, y otra es la guerra dentro de casa. Que ser comunista en la calle, no es lo mismo que en casa. Aguantar las consignas y los discursos en casa, hay que tener mucho aguante. Que las feministas no paran con sus proclamas, y en casa, hay que desconectar.

    06 marzo 2019 | 13:35

  3. Dice ser ignotis parentibus

    Las 2 cosas se eran antes y despumes de la guerra civil Que durante ella se tuviese que tratar a las mujeres como camaradas no significa que sus sentimientos hacia ellas fuesen distintos a los que tendrían antes de alistarse para ir a la guerra. Seguro que el que escribe este blog es hijo y nieto de 2 antifeministas y si el se dice feminista es porque quiere quedar bien con alguna antimachista contraria al heteropatriarcado.

    06 marzo 2019 | 13:44

  4. Dice ser ignotis parentibus

    Dice ser Jojojojojo

    Cuantas ministras de los 123 que tuvo franco fueron mujeres?

    06 marzo 2019 | 13:48

  5. Dice ser ignotis parentibus

    España siempre se ha regido por lo que la iglesia ordenaba. Que ahora haya 4 que se digan anticlericales no quiere decir que sean ateos sino que dependiendo de las circunstancias y el momento tienen su dios personal e intransferible.

    06 marzo 2019 | 13:52

  6. Dice ser uno que pasaba

    Señoras y agregados

    Que aquella epoca y la guerra que trajo consigo fue un error , un inmenso error para todos.
    Que el pais perdio su tiempo y las vidas de muchos de sus compatriotas para nada, para satisfacer las ansiedades ideologicas de paises extranjeros.

    No hay mas, mas que un pais herido y arruinado para nada.
    Recordar aquello , los artificios de unos y otros debe ser un recuerdo triste y vergonzoso por el enorme desproposito que supuso para todos.

    Recordare siempre lo que lei de un espia norteamericano encargado de contemplar la sangria de unos y otros que lo resumio bien clarito: » El peor enemigo de España son los propios Españoles» .

    06 marzo 2019 | 15:44

  7. Dice ser little

    Y continua la propaganda del ODIO HACIA EL HOMBRE…

    EL 28 A , YO VOX.

    06 marzo 2019 | 17:12

  8. Dice ser Jojojojojo

    Lo que opinaba la izquierda de la mujer en el 34:

    Hilario Ayuso, propuso una enmienda para que las mujeres pudieran votar hasta los 46 años. Según consta en el diario de sesiones, Ayuso justificaba su enmienda porque “el histerismo impide votar a la mujer hasta la menopausia”.

    06 marzo 2019 | 22:18

Los comentarios están cerrados.