Jesús Maeso: «El olivo es el árbol sagrado de nuestra civilización»

El escritor Jesús Maeso

El olivo y su aceite, que une a los pueblos mediterráneos desde la Antigüedad y marcan su paisaje merecía una novela histórica. Ya tenían algunas el otro gran cultivo de esta tierra y su producto estrella (la vid y el vino) y alguna ficción había coqueteado con los olivos y el aceite (pienso por ejemplo, en Muerte y cenizas, de Teo Palacios), pero ha tenido que venir un escritor nacido de tierra olivarera para pagar plenamente la deuda. Jesús Maeso de la Torre, puntual a su cita casi anual pero con nueva editorial, publica Oleum (HarperCollins Ibérica, 2020) una novela que arranca en Judea y recorre Roma e Hispania y que tiene al aceite como eje.

Como lleva mostrando de manera habitual en su obra, el escritor ubetense traza una novela que mezcla la ficción histórica clásica con novelas de aventuras y toques de intriga. Y en esta ocasión, ya sea por el tema o el protagonista («un judío esclavizado que vuelve a su patria es un tema socorrido y fascinador», dice el autor) o por su intención de homenaje «al jardín de mi pasado», la novela respira un aire a los grandes clásicos de novela de romanos sobre judíos, cristianos, etc.

¿Cómo nació esta novela?

Oleum está concebida por mí como un homenaje al jardín de mi pasado, que es Úbeda, en Jaén, con su mar de olivos frente a mí desde que era un niño. Era un escenario verdemar con las montañas azules de Mágina como fondo. Aún me parece oír los murmullos de los aceituneros acudiendo a los olivares, en aquellos días invernales de mi infancia. A ellos va dedicada.

Es un retorno a su infancia…

Mi abuelo paterno tenía un olivar y cada año, el molino donde lo prensaba le enviaba las cántaras que le correspondían. Nunca olvidaré aquel chorro dorado que llenaba los cacharros de mi madre, y que luego se traducía en platos exquisitos y en hoyos de aceite con azúcar para merendar. Como anécdota, cuando el personaje de la novela le narra a Séneca el Viejo, que la palabra aceite proviene del mesopotámico «zeit», que significa luz, se queda maravillado y sostiene: “ Aceite igual a Luz y su árbol igual a Paz”.

Parecía obvio escribir una novela histórica sobre el aceite en el mundo y la Hispania romana, pero no creo que nadie lo hubiera hecho antes, ¿por qué cree que nadie se había percatado?

En mi larga carrera de lector y de novelista, nunca leí nada sobre un tema que tanto nos ha unido a las naciones del Mediterráneo. Para un jiennense, andaluz, español y de cultura mediterránea, el aceite lo es todo. Está presente en nuestra vida culinaria, en los ungüentos, en los jabones, en los perfumes, en la antigua iluminación de los templos paganos e iglesias, en la unción de los enfermos y moribundos, en la consagración de sacerdotes, obispos y cardenales y también en la iluminación de las casas, hasta el siglo pasado. En mi infancia era el remedio que curaba heridas y el hambre.

¿Qué diferencias había entre la producción y uso del aceite en aquel tiempo y la actualidad?

Hasta hace medio siglo, ninguna. Ya con las máquinas ha cambiado. En la parte central de la novela, cuando el protagonista, un esclavo judío comprado por los Séneca, llega a Corduba como “olearius”, (entendido en aceite) se disfrutará de un despliegue narrativo jamás contado. Se recrea la recogida, el prensado, el almacenamiento en jarras, los aceites elaborados y su difusión a las partes más lejanas del imperio, incluidas las legiones romanas. Nuestro aceite era tan apreciado, o más, que el Venafrum de Italia. Así, el “Oleum Viride”-el primer aceite cosechado- alcanzaba precios desorbitados en las ciudades más importantes del Imperio. Hoy, el monte Testaccio de Roma, no es sino un colosal escorial recordatorio de los miles de ánforas de aceite de la Bética, allí desechadas. Andalucía posee el suelo apropiado para su cultivo, cerros sinuosos de tierras margosas expuestas al viento benéfico del sur.

Entre los muchos personajes reales que aparecen en la novela, destaca la familia Séneca como ya mencionaba antes…

Así es, de entre sus páginas surgen otros personajes tan emblemáticos como: Salomé, Pilatos, Anás, Caifás, Herodes Antipas, Herodes Agripa y los emperadores Tiberio, Calígula y Claudio. Se recrea también a una protagonista de Arjona, la antigua Alba Urgabona, la esposa de Séneca, y terrateniente de la época: Helvia Albina, una figura femenina excepcional, junto a otros actores imaginados, pero que responden a los prototipos de la época. Los Séneca sostienen parte de la novela con su enorme prestigio.

La novela traza un viaje de Oriente a Occidente, es el mismo viaje que realizaron los olivos hasta esta tierra…

Llegaron con los fenicios, los cultivaron los tatessios y los romanos le concedieron su valor universal. En aquella época la gastronomía, los banquetes, festines y symposium eran lo que más unía sus relaciones. Y el óleum, siempre estuvo presente en sus vidas, para comer, alumbrarse, dedicarlo a los dioses y sanarlos. Muy conspicuos personajes históricos de la cuenca del Mediterráneo estaban muy identificados con ese producto. Los Séneca, Catón ‘el Censor’, Horacio, Ulises, Pericles y lo reyes, judíos, griegos y fenicios cultivaban sus propios olivos. Es el árbol sagrado de nuestra civilización.

Le leo en Zenda lo siguiente: “Considero que la historia de España carece de sentido si la excluimos de la de Roma”. ¿Tan romanos somos los españoles de hoy?

A mis alumnos suelo decirles: «Los españoles somos fundamentalmente romanos-derecho romano, idioma, costumbres, construcciones, modos de vivir- y no podemos escindir nuestra historia de la suya». Esta es una novela histórica, de amores irredentos, esclavitud, viajes, comercio y también de misterios, sobre el robo de remesas de aceite y de experiencias inolvidables en todo el Mediterráneo: Corinto, Cesárea, Jerusalén y Alejandría, y sobre todo de Roma, y de su mundo.

Es su tercera novela ambientada en la antigua Roma, ¿ha cambiado su forma de novelar aquel tiempo con ellas?

Me muevo con notable soltura en esta época. Tengo la experiencia de El auriga de Hispania y Las lágrimas de Julio César. Mucha de aquella arqueología histórica me ha servido para construir Oleum y describir su vida cotidiana y su pensamiento, aunque también aparecen otras geografías humanas.

Hay algo en Oleum que une tradición y modernidad de la novela histórica. Por un lado, la modernidad de mezclar géneros, el misterio, la aventura, y por otro tonos y temas que recuerdan a esas grandes novelas clásicas de tema cristiano, como Ben-Hur

Ciertamente, la época es la misma, y aparecen emperadores de la familia Julia Claudia, y como en mí es habitual suelo mezclar amores irredentos, misterio, algo de novela negra, estudio psicológico de personajes y aventuras en mis narraciones, a fin de que el lector se emocione y se traslade a escenarios vívidos del pasado. Sin olvidar nunca el lenguaje hermoso y estético cabalgo entre esos dos universos narrativos. Un judío esclavizado que vuelve a su patria es un tema socorrido y fascinador ya que se trata de un viaje espiritual o de un Jasón que regresa con el Vellocino de Oro.

En estos tiempos, ¿meter temas religiosos en una novela histórica, como usted incluye a Jesús de Galilea, no es meterse en un campo minado?

Es tanta la atracción que siempre he mantenido por el rabí de Galilea y he leído tanto de él, que con el respeto que se merece, me he dispuesto como un observador a contemplarlo, y describir los últimos aspectos de su vida. Es en verdad un figurante de la narración, pero altamente atractivo y alejado de los absurdos clichés católicos, inventados muchos siglos después por clérigos interesados y ansiosos de poder y riquezas. Al lector le agradará mi visión sobre el maestro Galileo.

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