Los brutales matones callejeros y gánsteres que inspiraron Peaky Blinders

Fotograma de la serie Peaky Blinders.

El magnetismo y la estética de los Peaky Blinders creados por Steven Knight y que lleva ya cinco temporadas es indudable. Los Shelby, esa brutal e ingeniosa familia de gángsteres de origen gitano, pululan por Birmingham y Londres de los años 20 con su marcada estética y sus ya celebradas gorras con cuchillas cosidas en las viseras para cortar en las peleas callejeras. Es una auténtica historia negra ambientada en un pasado histórico concreto, donde la ambientación histórica (las secuelas de la Guerra Mundial, Irlanda, el auge de los fascismos…) marcan, más o menos sutilmente, el argumento. Así que muchos espectadores, habrán pensado ¿qué hay de real en esta historia?

Es verdad que los creadores de la serie siempre han dicho que la historia está basada en la realidad histórica, que los Peaky Blinders existieron y que los Shelby están basados, aunque no se llamaran así, en una familia de gángsteres reales. Sin embargo, cuando hablamos de la relación entre realidad histórica y ficción, el asunto es más complejo. Y precisamente de eso trata un libro que llega esta semana a las librerías españolas, Peaky Blinders. La verdadera historia (traducción de Marina Rodil, Principal de los Libros, 2020). Firma la obra Carl Chinn, un doctorado en Historia social bisnieto de uno de aquellos matones e hijo y nieto de corredores de apuestas (él mismo desempeñó ese trabajo).

Chinn hace un recorrido histórico por el Birmingham de las clases obreras de finales del siglo XIX y principios del XX rastreando la historia real de aquellas bandas. Resumiendo: los Peaky Blinders existieron, pero no cuando la serie los sitúa y no llevaban las cuchillas en las gorras; sí existieron Billy Kimber, Darby Sabini, Alfie Solomon, una familia apellidaba Changretta y un activista laboral llamado Jessie Eden. También es real la proliferación de las apuestas ilegales en los barrios más pobres. Y efectivamente se envió a un jefe de policía desde Irlanda del Norte para acabar con las bandas. Pero no, no eran tan glamurosos y estéticos como lucen en pantalla.

«En conjunto, los Peaky Blinders y los slogger (miembros de las Slogging Gangs) llegaron a ser, en conjunto, figuras clave de la Birmingham victoriana y principio de la eduardiana», escribe Chinn. «Ignorados o apenas mencionados en los estudios de la ciudad, influyeron en las vidas de decenas de miles de personas durante más de una generación, aunque fuera de forma negativa, y mancillaron la reputación de Birmingham. Sus acciones están tan unidas a la ciudad y a su historia como las de sus líderes políticos y sus grandes fabricantes».

En el último cuarto del siglo XIX, la ciudad obrera de Birmingham soportó «batallas, revueltas y asesinatos relacionados con las bandas». La pobreza, la falta de ocio más allá del trabajo y el alcohol, la deificación de la calle y el orgullo de pertenencia y la oposición a los recién formados cuerpos de Policía que pretendían dictar las conductas de los ciudadanos empujó a muchos jóvenes a unirse a estas bandas que se conocieron como Slogging Gangs. Más tarde, en torno al final de siglo, aparecería un banda llamada Peaky Blinders que también pasaría a usarse como nombre genérico y que alcanzaría una aún peor reputación que los sloggers. «En una nación en la que se negaba tanto a los pobres, estos eran los dueños de las calles», escribe Chinn.

En 1872, la Policía detectó a «unos cuatrocientos matones» divididos en dos bandas, una de origen irlandés y otra inglesa. Había barrios donde los agentes no hacían la ronda porque se les cazaba y agredía.

No existe ninguna evidencia de que los peakys llevaran cosidas en sus viseras cuchillas. Chinn rastrea este dato como un mito periodístico que nace en 1929, muchos años después de su desaparición y lo demuestra inverosímil: además de no aparecer en los partes policiales, las cuchillas desechables no existieron hasta 1880, y aun entonces eran muy caras. «Lo cierto es que el nombre provenía de la forma en que se colocaban la gorra», escribe Chinn: «con la visera (peak) inclinada hacia un lado de la cabeza, que prácticamente les cubría o cegaba (blinding) uno de los ojos. Aun así, en su apogeo, los peaky blinders de la vida real fueron tan brutales y agresivos como sus equivalentes en la ficción, a pesar de que sus armas eran hebillas de cinturón, piedras, cuchillos, porras y botas. Todos estos utensilios formaban parte de su vestuario, estaban a mano o eran baratos y fáciles de conseguir». Eso sí, en sus primeros tiempos llevaban bombín, que irían cambiando con el tiempo por las ya icónicas gorras.

También es cierto que las autoridades trajeron de Irlanda del Norte a un comisario para acabar con su reinado. Charles Haughton Rafter, un protestante norirlandés como el inspector jefe Campbell de la ficción, logró acabar con los Peaky Blinders antes de la Primera Guerra Mundial y para ello pidió reclutar cadetes «que supieran luchar» para el cuerpo. La combinación del apoyo de numerosos habitantes de las zonas pobres que respetaban la ley, una fuerte acción policial, condenas más severas y la creciente aparición del fútbol y el boxeo que apartó a muchos jóvenes de la violencia callejera provocó su caída. Para 1919, Birmingham era una ciudad más segura, no había guerras de bandas y los Peaky Blinders no existían.

Aunque que más allá del desfase cronológico (tras la Gran Guerra, hubo alguna aparición de bandas, pero ya se les denominaba hooligangs), Chinn sí que destaca algunos aciertos de la ficción, como la importancia de las apuestas callejeras y la existencia de mujeres corredoras  que recuerdan a la tía Polly de la serie. También existieron Billy Kimber (uno de los primeros gángsteres famosos del país, que actuaba en los hipódromos, que lideró una aterradora banda de matones llamada la Banda de Birmingham); Alfie Solomon también se produjo una guerra por el control de los hipódromos en 1921 entre Sabini y Kimber.

Los Sheldon, la familia en las que se basan los Shelby, también era un clan de matones vinculados al juego de la época, que participó de la «plaga de los hipódromos» y en turbios asuntos como el enfrentamiento conocido como la  la vendetta de Garrison Lane.

Sin embargo, Chinn, como experto en historia social, pone un marcado énfasis en la principal diferencia entre realidad y ficción. Los verdaderos Peaky Blinders «no tenían glamour ni eran poderosos gángsteres; eran simples matones de los barrios pobres. (…) A diferencia de lo que vemos en la serie, no vestían con elegancia, no desprendían encanto, no tenían sentido del honor y la clase trabajadora de Birmingham no solo no los respetaba, sino que más bien se sintió muy aliviada cuando su reinado llegó a su fin».

Tampoco había nada de romántico ni glamuroso en los matones de los hipódromos ingleses de los años 20, a los que Chinn describe como brutales y agresivos. «Billy Kimber era un carterista y un extorsionador que tuvo éxito a través de la fuerza bruta y el miedo a la violencia. Infiel a su primera mujer y a sus hijos, los abandonó a una vida de pobreza».

Este autor llama a «reverenciar» a la mayoría oculta de personas pobres que no recurrieron a la delincuencia y a la violencia, a pesar de vivir en un sociedad injusta. «En lo que los espectadores mal informados llamaban de forma despectiva los «barrios bajos», las madres, tías, abuelas y hermanas mayores crearon barrios viables. A diferencia de los Peaky Blinders y los gángsteres de los hipódromos, estas mujeres mantuvieron su lealtad, honor, verdad y principios y se adhirieron a un código de conducta moral».

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1 comentario

  1. Dice ser Portaco

    Otra mierda de serie haciendo apología del crimen.

    26 mayo 2020 | 11:30

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