Ópera, duelos, libertad y sexo… Mademoiselle de Maupin ya tiene la novela que merece

La escritora Vic Echegoyen (FOTO: P.A. / EDHASA)

Julia d´Aubigny, conocida como Mademoiselle de Maupin, fue una de esos personajes de la historia que parecen diseñados para protagonizar novelas. Mujer, educada como hombre, espadachina, con una vida sentimental y sexual apabullante; tanto como su vida artística como la primera contralto de la historia de la ópera… En su existencia, bajo los designios del Rey Sol, hay arte, música, libertad, dolor, acero y sangre. Generadora de leyendas, de ella se decía que era amante de reyes y príncipes, travesti, bisexual, duelista…

Y aún así poco había inspirado a los literatos hasta hoy -Théophile Gautier le dedicó una novela y alguna otra ficción gala hay, pero pocas-. Ha tenido que llegar Vic Echegoyen (Madrid, 1969), escritora, periodista, traductora, pintora, familiar de grandes escritores como Sándor Márai o Imre Madách, para saldar deuda (literaria) con tan inmenso personaje. Lo hace con La voz y la espada (Edhasa, 2020), donde novela y fabula su vida con pulso de capa y espada y detalle de gran ficción histórica.

Echegoyen y d´Aubigny estaban destinadas. «La conozco desde chiquitina», explica la autora, «mi padrastro y mi madre vivía en el mundo de la ópera, aunque no profesionalmente, y ella es uno de esos personajes de ese mundillo del que todos han oído hablar. Durante muchos años la tuve en la trastienda, hasta que me puse a pensar sobre mi segunda novela. Quería hacer una gamberrada y no tuve dudas con ella», explica.

En estos tiempos de aparente modernidad y de rescate de figuras femeninas del pasado, Echegoyen, que lo practica, se revuelve contra esos dogmas. «Mujeres así las ha habido siempre», me asegura algo cansada de esos tópicos, «eso de decir ahora que en aquella época era todo en blanco o negro… Había mujeres que se batían, que se travestían, que dejaban plantadas a sus maridos, que emprendían carreras extraordinarias como poetisas, músicas,… Entonces y ahora las mujeres que querían liberarse lo hacían, en gran medida dependía de ellas«.

«Julia no fue alguien extraño, pero se crió con su padre y adquirió esa desinhibición propia de los hombres. Eran menos pudorosos en aquellas época; respetaban de puertas para fuera las convenciones de la Iglesia pero vivían el sexo de manera más natural: empezaban antes porque se morían antes», explica la autora.

«No hemos cambiado mucho: o ellos en el siglo XVII eran muy modernos o no hemos evolucionado demasiado», asegura. Y leyendo La voz y la espada, se puede coincidir en cierta manera, pues la vida de la Maupin es a veces delirantemente divertida, otras veces oscura y violenta, liberada y libertaria, aunque siempre con un deje de dolor y sangre. Ella, por su parte, no tenía reivindicación ni ambición alguna: «Quería evasión pura y dura y dar a conocer a una mujer que fue un fenómeno y no se conoce».

Por la época, por los duelos, por los personajes que exudan libertad, la capa y espada parece el género perfecto. La autora lo reconoce y lo disfruta. «En un género algo olvidado, y es una pena porque da mucho de sí. No son solo los duelos -que destacan en la obra, ya que la autora dio clases de esgrima de joven, aunque diga que «ha olvidado todo, salvo las agujetas y los moratones»-, las mascaradas… es todo lo que subyace en esa cultura. Es un filón inagotable, con muchas vertientes» afirma. Pero cuidado, aunque Dumas esté presente como santo patrón, esta autora no sigue aquello del maestro de «violar la Historia para hacerle bellos hijos».

O no tanto. Se ríe juguetona y dice: «El día del Juicio final vendrán mis personajes a arrancarme el cuero cabelludo». Y a renglón seguido, afirma que  trata «de respetar lo que se sabe de esas personas y de hacerles coherentes con su época… ¡No vas a poner a Hitler bailando el Chachachá!»

Echegoyen logra alzar un retrato fascinante de su protagonista y, a la vez, un fresco colorista y realista de la época, de aquella Francia del Rey Sol -aunque haya saltos a Bruselas y Madrid-.  Aunque confiesa que no tuvo que investigar mucho, porque el mundo de la ópera y la vida de Julia las tenía trabajadas, y la época en gran parte también del trabajo documental de su anterior novela El lirio de fuego, en sus páginas hay un buen trabajo histórico, que se nota en situaciones y descripciones, en canciones picantes reales, en chistes y bromas. Porque el humor, presente en la novela, proviene de la época aunque a veces suene muy moderno: «Lees cosas en las crónicas que son tan chocantes, tan absurdas, que aún hoy nos dejan con la boca abierta o nos arrancan una carcajada. Había cosas que decía: ¡no me lo creo! Pero resulta que sí. Es la humanidad, a lo bestia».

Entre el humor también hay mirada hacia el pasado, Echegoyen asegura que también buscaba «quitar la máscara a la corte absolutista de Luis XIV«, de su aparente brillo y majestuosidad. Pero sin juicios. «Yo soy la mosquita pegada a la pared y solo  puedo ver una parte de lo que fue aquel rey, aquel hombre, ese esposo… y trato de recrearlo lo mejor posible», explica su acercamiento a esa figura histórica. «Es un mito y una leyenda, un icono universal que sirve de referencia para muchas cosas. Para bien o para mal marcó la historia y no puedes rebajarlo. Y no me gusta Luis XIV, yo soy más fan de Luis XIII y Enrique IV, pero él construyó un mito de sí mismo y eso hay que saber hacerlo», afirma.

De la que sí es fan Echegoyen es de su protagonista: «Cualquier personaje que viva como esta mujer, que se ponga el mundo por montera, luchando y amando, cambiando de identidad, según su propia moral, merece mi admiración».

«La ópera tiene un estigma elitista que no se merece»

Entre tanta historia, lance y amorío uno se podría olvidar que lo que dio fama inmortal a Julia fue su arte, la ópera. Echegoyen explica que este género «tiene un estigma elitista que no se merece: empezó como la zarzuela, como los toros o las marionetas… La gente iba a olvidarse de sus problemas e identificarse con dioses y diosas. Era como la terapia para el pueblo, con su magia, sus trajes y su música. Y el público era más participativo que hoy: iban con su comida, tiraban huevos, cantaban…»

No esconde la autora que le gustaría que algún lector se introdujera o se acercara a la ópera por la novela: «Es un género que inspira, con música para todos los estados de ánimo».

Novela histórica española, «en su mejor momento»

Con solo dos novelas, Echegoyen parece bien asentada en el género, del que además, se la nota al tanto y aficionada. «La novela histórica española está en su mejor momento, ya no se escribe para hacerlo como los autores anglosajones. Es un crisol, se escribe de muchos temas y épocas. Si aguantamos la crisis, y no solo la económica, la novela histórica se convertirá en uno de los puntales de la literatura contemporánea española».

Aún así, Echegoyen cree que falta «valentía, tocar temas tabúes o que se habían tocado como si fueran la Cenicienta como la España de las colonias».

Cuando concluimos la entrevista, la autora termina con una frase casi profética: «Cuando llega la tormenta y el apagón, solo nos queda una vela y un libro».

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