Carolina Molina: «Galdós conoció media España pero como escritor es universal y debemos reconocérselo»

La escritora Carolina Molina, con su novela ‘Los ojos de Galdós’ (FOTO: Mayte Martínez Caro)

Tiempo de aniversarios referidos a Don Benito Pérez Galdós, probablemente, el otro gran novelista de nuestra lengua junto con Cervantes. Y a punto de celebrar el centenario de su muerte, parece algo reticente la ficción de época española a adentrarse en el insigne novelista que, además, se le puede considerar un indisimulado referente de la novela histórica. Este año llegó Un Episodio Nacional, de Carlos Mayoral y ahora llega Los ojos de Galdós (Edhasa, 2019), de Carolina Molina.

Molina, escritora activa, sigue ampliando ese universo propio asentado entre el final del siglo XIX y comienzos del XX, poblado de personajes reales y ficticios y que une siempre las ciudades de Granada y Madrid. Hay en sus novelas delicadez, mimo, y pasión por los lugares, por el patrimonio, por la cultura. En novelas anteriores, Galdós ya apareció como secundario y ahora lo convierte en eje central de la novela.

Por fin han hecho hijo adoptivo de Madrid a Galdós, ¿cómo lo ve?

Es una noticia magnífica y ciertamente esperada por todos los que amamos el universo de Galdós. Es lo mínimo que puede ofrecer la ciudad de Madrid a un escritor que tanto ha hecho por nuestra historia. Que además, uno de sus impulsores haya sido Eduardo Valero, amigo y compañero de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica, me entusiasma aún más. Sé que para él ha sido un antes y un después en sus investigaciones. Es muy positivo que ensayistas o novelistas entendamos que debemos ser activos y presionar a las instituciones, si es necesario, para conseguir las cosas.

Estamos a punto de celebrar el centenario de su muerte, pero antes hemos celebrado el 175 de su nacimiento, ¿para un nombre con el peso que tiene en la literatura española como Galdós, no está resultando las efemérides una oportunidad perdida? ¿Se imagina aniversarios tan redondos de Dickens o Víctor Hugo pasando tan desapercibidos?

Los aniversarios pueden ser un arma de doble filo. El año en el que se habla del personaje en cuestión se hacen tantas actividades que se consigue poner en valor su obra pero también se nos satura demasiado y a veces produce en la ciudadanía el efecto contrario. Por otro lado, en el caso de Galdós es inconcebible que no se le haya hecho ya cientos de reconocimientos. No solo en Madrid, sino también en Las Palmas, en Santander (en San Quintín vivió y escribió en los veranos durante años), incluso en Toledo cuya relación con la ciudad generó la publicación de artículos y novelas. Galdós era muy viajero y conoció media España pero como escritor es universal y debemos reconocérselo. Se ha dicho que es el escritor español más importante después de Cervantes, pues bien…luchemos porque se le conozca y lo leamos, tal y como se merece, no solo un día o un solo año, sino de forma continuada. Pero, claro, esto es España, la España que él criticó tantas veces. No creo que se consiga.

En El último romántico, nos presentó a Carmela Cid, su llegada a Madrid y cómo conocía a Galdós y ahora la convierte en el hilo de ficción para adentrarse en la biografía del propio escritor…

Sí, continúo cumpliendo mi promesa de hablar de mis dos ciudades (Granada y Madrid) y unir ambas y hablar de Galdós no era fácil, pero pronto me di cuenta de que ya había aparecido en mis libros anteriores y de que Carmela Cid me ofrecía la oportunidad de abrir una puerta aunque Galdós me ofrecía la llave. En sus Episodios Nacionales siempre hay dos historias paralelas, la histórica y la de ficción con sus personajes del pueblo y cuyas historias se entrelazan. Eso hice yo, escribir la vida de Carmela al tiempo que la vida de Galdós. Ambos se complementan, pues tienen mucho en común y de esa manera también Carmela hace un poco de investigadora, de detective de la vida de don Benito. Pregunta a sus cercanos cómo es y qué hizo, de manera que al final vamos uniendo las piezas y conformamos el Galdós que el lector debe juzgar. El autor nunca tiene que formar parte de este juego, es el lector el que debe valorar al personaje según su criterio.

¿Cuándo se le ocurrió centrar esta novela en la vida de don Benito?

Hace muchísimos años. Quizás hace más de diez, Galdós siempre ha sido mi referente como novelista y mi referente en Madrid, como lo es Federico García Lorca en Granada. Mi forma de escribir es resultado de haber leído demasiado a don Benito. Ha sido mi auténtico maestro. Pasaba el tiempo y el pudor y el miedo me impedían centrarme en este escritor tan inmenso. Pero con la llegada del centenario me decidí y ahora Los ojos de Galdós ya está aquí.

¿Por qué centrarse en los ojos y en la pérdida de la mirada?

Galdós decía que los españoles somos poco observadores. Tenía razón. Pero él observaba, con unos ojillos pequeños, curiosos y de periodista. Así conoció la historia que se sucedía en las calles. Fue un testigo excepcional de nuestra vida política y social. Pero el destino le jugó una mala pasada, terminó sus días sin esa mirada, ciego. Así que le di la oportunidad a Carmela Cid de ser sus ojos, de esa manera ella y el lector pueden saber lo que Galdós retuvo en su memoria gracias a la observación.

Como escritora, cuando repasa la vida de Galdós ¿se siente identificada?

Me siento identificada porque ambos comenzamos a escribir novela desde la perspectiva del periodismo. No observa igual un periodista que un literato, ambos tienen sus diferentes formas de interpretar la realidad. Y como él empecé desde abajo y poco a poco. Además, yo sí que soy bastante observadora y esto me ha servido para perfilar a mis personajes, que son también galdosianos, porque Galdós nos ha ofrecido una variedad de caracteres tan amplia que, en su conjunto, componen la idiosincrasia española. Es decir, que por mucho que queramos ser ahora originales no podemos, porque todo antes o lo ha inventado Cervantes o Galdós.

Para Carolina Molina, ¿qué supone Galdós?

Mi referente en la novela. Mi maestro más cercano. Con él he aprendido a escribir y cada día que pasa sigo aprendiendo algo nuevo de él.

Si tuviera que recomendar una y solo una novela de Galdós sería…

Eso es muy complicado, porque son muchas y casi todas magníficas. De todo lo que escribió prefiero sus novelas contemporáneas, de entre ellas tengo dos preferidas: Las dedicadas a Torquemada (un personaje que me ha entusiasmado por ser una perita en dulce para un escritor) y por otro la inmensa Fortunata y Jacinta. No es machacar sobre lo mismo, creo que a Fortunata y Jacinta hay que revisarla de nuevo, es como El Quijote, mil veces lo lees y mil cosas nuevas sacas. Pues es lo pasa con esta historia de casadas que cuenta todo de todos, nada hay que desperdiciar: los diálogos, las descripciones, los personajes…es una novela total en estado puro.

Se habla mucho de la dificultad de las autoras por despuntar en el mundo literario y en particular en el género histórico, ¿cómo lo ve? ¿Cree que sigue siendo así? ¿no se ha mejorad en nada? ¿Qué se podría hacer?

De esto he hablado muchas veces pero no parece que mejoremos. En el género de la novela histórica se da una gran contradicción. Resurgió en los años 90 con Ángeles de Irisarri, Toti Martínez de Lezea o Magdalena Lasala, por lo tanto mujeres, y teniendo en cuenta que la gran mayoría de editoriales tienen al frente a editoras, no consigo saber cuál es el misterio por el que el género histórico no consigue darle a las mujeres que lo escriben la fama que se merecen. Los hombres venden mucho más y ganan muchos más premios. Las Jornadas que sobre el género hay invitan a más autores que autoras. Es una diferencia que se ve claramente. Pero lejos de que pueda haber una discriminación por sexo creo que el verdadero problema está en el concepto mismo de “novela histórica”. Se nos está acostumbrado desde las propias editoriales a ver como novela histórica toda esa novela que lleva tres ingredientes asociados: antigüedad, violencia y sexo. Sin batallas, sin caballeros medievales, sin la Roma antigua, parece que no existe la ficción histórica. Todo lo demás es novela ambigua, ese “género extraño” ambientado en el s. XIX o el s. XX. ¿Será romántico? A veces las portadas de los libros nos indican esa diferencia. Me gustaría que alguien hiciera un estudio sobre este particular, ¿En cuántas portadas de novelas escritas por mujeres aparece una espada o una armadura? Seguramente es más corriente que aparezca un vestido, un paisaje, una cara seductora… Las editoriales deberían ser conscientes de esa micro-diferencia (y que conste que no quiero utilizar la palabra micro-machismo). Me hago muchas preguntas continuamente: ¿Se apoya desde las editoriales de igual manera a todo el catálogo de autores con independencia de su sexo? ¿Para cuándo unas jornadas de novela histórica que no recreen solo batallas y se basen más en la recreación de la vida íntima y cotidiana? Quizás me preguntes: ¿Has sentido alguna vez esa micro-diferencia? Te diría que sí, continuamente. Pero me niego a entrar en el círculo de los tres ejes básicos de la novela histórica actual: antigüedad, violencia y sexo. No sé si esto es solo una apreciación mía, tendrían que hablar también por su propia boca otras autoras del género, mientras tanto sigo reivindicando el s. XIX y XX, pues ambos explican muchas cosas de cómo somos en la actualidad. Por ejemplo, esto mismo de lo que estamos hablando.

[A FONDO | La novela histórica, ¿no es género para escritoras?]

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2 comentarios

  1. Que opinas de Miguel Delibes bueno o regular?

    09 diciembre 2019 | 19:16

  2. Fortunata y Jacinta, Doña Perfecta, Tristana.

    09 diciembre 2019 | 19:22

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