Claudia Casanova: «La historia nos corrige constantemente, y eso me encanta»

La escritora Claudia Casanova (FOTO: D.Y)

La escritora y editora Claudia Casanova salta de la Edad Media, a la que nos había acostumbrado en sus últimas novelas, al siglo XIX en su última ficción Historia de una flor (Ediciones B, 2019). En ella, la autora barcelonesa compone una hermosa historia basada en la historia real de la botánica española Blanca Catalán de Ocón

Casanova explica que «quería hacer algo diferente» a sus anteriores obras. «Quería cuidar mucho el lenguaje y hacer una novela que fuera más allá del lector de histórica, que ya es mi lector», explica. «No quiero que piensen que están leyendo una novela histórica, sino una con muchas historias de amor, que es lo que creo que es». Casanova presenta el libro hoy y mañana en el marco del Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda.

¿Cuándo conoce la historia de esta botánica y decide inspirarse en ella?

No es una obra biográfica, eso lo quiero destacar. La descubro cuando me pongo a investigar sobre el siglo XIX para la novela que quería escribir tras La perla negra; me apetecía mucho cambiar de siglo. Descubro esta figura de esta botánica española literalmente una nota al pie, en un libro de viajes del botánico alemán Henry Wilkomm, que también es personaje de la novela. Aparece ahí la mención a la saxífraga blanca y a la señorita Blanca, y esa mención me parece curiosísima, que en un diario de viajes de un botánico alemán aparezca una chica de Teruel. Empiezo a escarbar e investigar, y veo que se sabe poco. Era el gran encuentro entre la gran ciencia alemana del siglo XIX y el humilde trabajo de una chica de la sierra de Albarracín. Lo bonito de ella es que no es una persona de gran formación, no es una Marie Curie, se dedica a pasear por el valle del Cabriel porque le gusta y le mueve y encuentra ahí su lugar en el mundo. Me gustan los personajes rebeldes en el buen sentido, los que se salen del marco autorizado. Pero hice la reflexión de que no podía escribir una historia sobre el personaje de Blanca y así nace mi protagonista, Alba.

La novela tiene mucho de la novela decimonónica, pero también de la novela moderna…

Quería sacar a la novela histórica de la forma habitual, quería trabajar con estampas, con pinceladas. Mis novelas históricas no se basan solo en la documentación, sino que son novelas de personajes, y quería apoyarme aún más en ellos. En esta quería darle más peso a los personajes, al lenguaje, a la recuperación de los nombres de las flores y plantas que se han olvidado. Me he desprendido un poco del andamiaje histórico, porque estoy tratando de escribir novelas, sin el apellido histórico, despojándome de cosas. Y no porque no me guste, me gusta la novela de género y he nacido con ella. Pero a veces notas el rechazo, el prejuicio contra ella. Vale, pues te voy a hacer una propuesta con una novela que es histórica pero no lo es. Era un reto para mí y para el lector.

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Bajo la ternura de esta historia, también hay fuerza reivindicativa…

Es un rasgo común de todas mis protagonistas. No puedo evitarlo, me salen mujeres fuertes. Al descubrir la historia de Blanca y ver cómo era la vida de una joven del siglo XIX, era inevitable. El primer enamoramiento que tuve con la historia fue el nombre de la planta, saxífraga blanca, y saxífraga quiere decir la flor que brota entre las piedras, que es la metáfora de la vida de una mujer, aquí, ahora, en el XIX y el XII. Es la actitud de cualquier mujer que tiene que luchar por lo que quiere. Me apetecía mucho contar una historia de amor, el amor por las plantas, de la madre por las hijas, del amor por el botánico, que está totalmente ficcionado porque no mantuvieron ninguna relación en la realidad. Pero me apetecía convertir ese cruce de caminos en algo más y ahí me acojo, como siempre, a la libertad del novelista.

¿También tiene la obligación la novelista de rescatar para el lector a esos personajes olvidados?

Sí, porque existieron. Y se comprueba, fíjate en las guerreras vikingas que han descubierto recientemente y no había quedado gran constancia de ellas. La historia nos corrige constantemente y eso me apasiona. Tomar esas figuras, esas excepciones, no las convierto en reglas pero sí digo que en la historia de España hubo una botánica y que se llamaba así, y que deberíamos conocerla, como a Clara Campoamor. El desconocimiento de la historia es lo que me preocupa: ¿por qué yo no tengo conciencia de esa botánica española?. Es una tarea de recuperación. Pero creo que no caigo en el pecado de elevarlas a regla, pero son excepciones muy atractivas.

La novela también habla de un tema muy del siglo XIX, el choque entre tecnología y naturaleza, que hoy sigue muy vivo…

Uno de los motivos que me llevó al siglo XIX es porque hay paralelismos innegables con el momento actual: la revolución tecnológica, la máquina de vapor, la industrialización… Es un terremoto que altera, en muchos casos negativamente, la vida de los campesinos. Todo eso también lo estamos viviendo ahora, con una revolución distinta digital que cambia y cambiará la vida, en casos para bien en casos para mal, de mucha gente. Igual que pasó con el ferrocarril y el vapor. El principal motivo de narrar este siglo es porque creo que es un punto de inflexión muy parecido al que vivimos. Y ahí la oposición entre tecnología y progreso y naturaleza está clarísima y es igual que ahora. Somos urbanitas, disfrutamos del Cabify y de las redes, pero tenemos el placer de volver al campo, de entrar en comunión con la naturaleza…  Estamos en momentos inquietantemente parecidos.

También podemos mirar este relato como un canto hacia el autoaprendizaje y a los autodidactas…

Seguro. Es un tema que ejemplifico yo misma, que soy economista para mi desgracia infinita y admiro y defiendo la capacidad del individuo por labrarse una vida distinta del que en una primera instancia el destino, la familia o la sociedad le marcan. Le pasa a Blanca, a Alba y me ha pasado a mí, que estaba destinado a trabajar en banca o en una consultoría, pero afortunadamente acabé entre libros. Afortunadamente para mí, y para mis posibles clientes.

¿También la experiencia del primer amor nace de su propia biografía?

Sí, estoy empezando a disfrutar de eso también. En todas mis novelas hay algo de mí, pero en esta me he permito volcar la pasión del primer amor, pero el amor a todo, al descubrimiento de algo que te apasiona, al descubrir libros y autores, el amor en todas las etapas de la vida… No es una novela donde diga que yo soy la protagonista pero he volcado experiencias diversas y ha sido muy bonito.

De Edad Media a siglo XIX, ¿como creadora de ambientes ha supuesto un reto?

Ha sido mitad liberación y mitad escalar otro peldaño en la montaña. Liberación porque la Edad Media es un espacio que tengo que documentar exhaustivamente, aunque no se vea. Y en el XIX, porque quizá lo tenga más cerca, la documentación no han sido veinte libros, sino cinco. Pero también la documentación te da base, andamiaje sin el cual te sientes más libre, pero sin el que te sientes en caída libre, es lo que tiene la libertad para bien y para mal. Ha sido más difícil, más libre y más placentero.

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