Xosé M. Núñez Seixas: «Hay mucho de casticismo miope en la mirada pública e histórica hacia la División Azul»

Tropas españolas de la División Azul en combate durante el cerco de Leningrado (Wikipedia CC)

Vladímir Ivánovich Kovalevski fue un ruso blanco exiliado que, tras servir en la Legión Extranjera francesa, acabó llegando a España en 1938 para unirse voluntario a las tropas franquistas. Tras establecerse en San Sebastián, en 1941 decidió alistarse como voluntario e intérprete en la División Azul y regresar a su país de origen, esta vez sirviendo a un ejército extranjero. El historiador Oleg Beyda encontró sus memorias de aquellos días en un archivo de EE UU y junto al historiador español Xosé M. Núñez Seixas, experto en la historia de la división, decidieron publicar en español estas interesantes memorias.

El resultado es Un ruso blanco en la División Azul (Galaxia Gunteberg, 2019), un testimonio que ofrece una visión diferente y crítica de la historia de la División Azul y su papel en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial. Sobre este libro y su protagonista charlo con Núñez Seixas.

¿Cuál fue el papel de los voluntarios rusos en el bando sublevado durante la Guerra Civil?

Casi anecdótico. Fueron alrededor de un centenar, como mucho. No conformaron unidades propias, como deseaba el exilio militar ruso, y la campaña de reclutamiento lanzada en el exilio ruso en Europa no halló el eco deseado. En parte, porque los voluntarios ya eran en su mayoría algo mayores (cuarentones), y España les quedaba lejos; apenas había colonia de rusos blancos en territorio español, y en la Legión española (a diferencia de la francesa) los voluntarios rusos habían sido muy escasos. Para el exilio militar ruso, con todo, la participación de guardias blancos en las filas del ejército de Franco tuvo un cierto valor propagandístico: veían reflejada en España lo que había sido la guerra civil rusa de 1917-22.

Cuenta en la introducción que, en un primer momento, vetaron el alistamiento de rusos en la División Azul, ¿por qué los mandos españoles decidieron saltarse estas indicaciones con estos voluntarios?

El veto venía de Alemania, y se aplicaba no sólo al caso de la División Azul, sino a la Wehrmacht en general. Sin embargo, concurrían tres circunstancias en el caso español que favorecieron a los rusos blancos. Primero, muchos de ellos eran ciudadanos españoles, como premio del régimen de Franco a su participación en la guerra civil. Segundo, la División española disfrutaba de una cierta autonomía dentro de la Wehrmacht, sobre todo en materias relacionadas con la justicia militar. Y, tercera, en la División Azul hacían falta intérpretes de ruso, y no tenían mucho donde escoger. Todo indica que el general Muñoz Grandes tomó la decisión de forma autónoma, también como manera de hacer ver a los alemanes que en su División mandaba él.

¿Tenían constancia de la existencia de estas memorias antes de su descubrimiento en un archivo de EE UU en 2016? ¿Cómo ha sido el proceso desde el hallazgo hasta la llegada de este libro?

No, no teníamos constancia de que existiesen. Fue un hallazgo casual, pues el coeditor, el Dr. Oleg Beyda, se hallaba consultando los fondos de la editorial exiliada Globus, depositados en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, y se topó con el manuscrito. Debió ser enviado por Kovalevski hacia los años cincuenta, por alguna razón no fue publicado, y allí se quedó. No sabemos si el autor, Kovalevski, envió el manuscrito desde España o desde otra ubicación, pues a partir de 1944, en que todavía se le localiza en San Sebastián, se le pierde la pista. El Dr. Beyda contactó conmigo un año después, tras ver algunos de mis trabajos sobre la División Azul publicados en revistas internacionales en inglés, y convinimos en que podía ser un texto interesante para su edición anotada en castellano. La editorial Galaxia Gutenberg aceptó mi propuesta, y asumió la traducción del manuscrito en ruso, con gran generosidad.

Explica que este texto no es «La verdad» sobre la División Azul, pero sí una verdad sobre aquella historia, historiográficamente, ¿cuáles serían los principales valores de las memorias de Kovalevski?

Es difícil definir «la Verdad» con mayúsculas, más en un texto que, aunque presumiblemente redactado sobre la base de un diario, fue redactado años después. El autor tiene prejuicios, expresa juicios de valor, se equivoca en más de un detalle. Procuramos corregir varios de ellos en la medida en que nos fue posible. Pero lo interesante es sobre todo su perspectiva, tanto de la guerra en sí como de su país y sus compatriotas veinte años después de haber abandonado Rusia, sus impresiones sobre los efectos del régimen comunista, su desencanto al constatar que el supuesto ejército de liberación era un poder ocupante, y sus percepciones acerca de la manera española de hacer la guerra, su trato hacia la población civil, y en especial sobre un apartado que es de los menos conocidos de la ejecutoria de la División Azul, la lucha antipartisana. El de Kovalevski es, además, uno de los poquísimos relatos escritos por rusos blancos que volvieron a su país con las tropas invasoras en 1941 que han llegado hasta nosotros. No sólo es relevante por lo que cuenta acerca de la División Azul, sino por su visión de la guerra germanosoviética en general.

El historiador Xosé Manoel Nuñez Seixas (cedida)

Se ha referido el concepto de “relato divisionario” y la visión amable que ha tenido la División Azul a nivel popular. En esa visión amable de la División, ¿no habrá sido, en parte propiciada por la presencia de personajes conocidos como Ciges o García Berlanga?

La benignidad del relato divisionario tiene una base de verosimilitud: comparados con los alemanes, los españoles fueron mejores ocupantes. Pero es también una construcción performativa, elaborada ante todo por los relatos publicados por los veteranos de guerra en novelas, memorias, revistas, etc., transmitida en el cine y favorecida por el hecho de que la División Azul fue una experiencia compartida por voluntarios de muy diversas motivaciones y orígenes sociales, así como por militares profesionales. No sólo fueron falangistas, también hubo católicos, franquistas «a secas», oportunistas, gente con motivaciones económicas, oficiales que querían hacer méritos, y gente con simpatías previas por la izquierda. Ese carácter capilar y plural de la experiencia y de la transmisión de la memoria de los divisionarios contribuyó paradójicamente a realzar los trazos principales del relato de la División Azul. Pero también el escaso conocimiento en España, hasta fechas recientes, del verdadero carácter de la guerra germanosoviética, una guerra de exterminio, y de los debates historiográficos y públicos acerca de ella en otros países. Hay mucho de casticismo miope en la mirada pública e, incluso, histórica hacia la División Azul, incluso hoy. De los ríos de tinta, algunos muy eruditos, escritos por apologetas aficionados y frikis de diversa coloración, mejor no hablar.

En parte, esa visión amable, evita entrar en el fondo de que la División era parte del ejército nazi y una fuerza de ocupación en un país extranjero…

En efecto. La Wehrmacht era un ejército profesional, sus mandos superiores no eran necesariamente nazis, pero sí buena parte de sus oficiales intermedios e inferiores; un porcentaje mayoritario de los soldados del ejército regular habían pasado por un adoctrinamiento y socialización impregnados de los valores del III Reich. Y la complicidad de la Wehrmacht con varias de las facetas de la guerra de exterminio en el Este está probada por solventes investigaciones desde la década de 1980. Cabe plantearle a la División Azul las mismas preguntas que a cualquier otra División de la Wehrmacht, aun sin las respuestas no son las mismas ni para todos los frentes, o sectores del mismo frente, ni para todas las unidades.

El relato de este ruso se desmarca en algunos aspectos del mito o la verdad más o menos oficial que el grueso de la población tiene sobre la División Azul…

Dudo que haya una verdad «oficial» sobre la División Azul, en todo caso persiste una leyenda heroica, compartida por sectores de población muy heterogéneos. Y sí, este texto pretende desmarcarse de la versión edulcorada o acrítica. Que el autor sea un ruso anticomunista, con capacidad para entender a ocupantes y ocupados, otorga a su testimonio un valor especial. En muchos aspectos confirma lo que la historiografía profesional ha sostenido desde hace años, en otros matiza lo que sabíamos.

En estos tiempos, donde se lucha por reivindicar la memoria histórica, ¿cómo debería ser la memoria histórica de los españoles sobre esta División?

Dudo que sea conveniente dictar una memoria histórica monolítica o normativa. La sociedad produce sus propias memorias colectivas: para muchos, la División Azul es un tótem intocable, por razones ideológicas, profesionales (en el caso de más de un militar) o familiares; otros la equiparan sin más reflexión a las divisiones extranjeras de las Waffen SS. La historia ama los matices, el discurso de la memoria los simplifica. Sí creo que, a la hora de ver y juzgar la División Azul, se debe hacer no en su contexto español, sino en un contexto transnacional. Su ejecutoria fue más benévola que la de otras divisiones alemanas o extranjeras, o que la de húngaros y rumanos en el frente oriental, eso no la exime de ser sometida a las preguntas que realmente han de interesar (trato a la población civil, conducta frente a prisioneros, visión de Rusia, grado de conocimiento del Holocausto -en absoluto participó en él). Con todo, no se debe olvidar que fue un ejército ocupante e invasor; que colaboró, como parte del Grupo de Ejércitos Norte de la Wehrmacht, en un dispositivo estratégico, el cerco de Leningrado, cuyo objetivo era rendir por hambre a la población de la ciudad, y que se cobró más de un millón de vidas civiles; y que las cámaras de gas de Auschwitz pudieron funcionar a pleno rendimiento gracias también al heroísmo de muchos combatientes alemanes y de otras nacionalidades que creían defender la «civilización europea» en el frente oriental, y que garantizaron así que en la retaguardia tuviesen lugar atrocidades sin parangón (aunque muchos no fuesen conscientes de ello). El Ejército Rojo y el estalinismo no fueron ningunos angelitos de la caridad. Pero eso no es disculpa para dejar de plantearse preguntas incómodas, aunque eso lleve a más de uno a preguntarse qué vieron (y no siempre contaron) los propios abuelos, vecinos o conocidos que allá estuvieron.

Como especialista, ¿qué asuntos o temas quedan aún por investigar y explicar sobre la historia de la División Azul?

 Siempre se puede investigar un tema hasta la saciedad, a escala local o provincial, y siempre se descubren matices. Con todo, dudo que se produzcan grandes hallazgos. Creo que quedan muchos diarios y epistolarios por exhumar y analizar, pues son los egodocumentos coetáneos los que mejor nos pueden reflejar el mundo de las experiencias y motivaciones de los divisionarios. El reto es consultar de forma sistemática las fuentes soviéticas, tanto militares como las producidas por el partido comunista y el NKVD, en especial las comisiones de investigación que en 1944-45 recogieron testimonios sobre la conducta de los ocupantes (aunque parte de ese material lo hemos consultado de forma indirecta, a través de las investigaciones de autores rusos). En el archivo militar ruso tiene que haber transcripciones de interrogatorios de prisioneros, así como diarios, cartas y fotos capturados a los prisioneros y soldados caídos de la División Azul. También los materiales referentes a los prisioneros. Son fuentes, empero, de muy difícil acceso en la Rusia actual. Con esta investigación damos un paso más, esperemos que se pueda seguir avanzando.

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2 comentarios

  1. Dice ser Gabriel

    Muy interesante el artículo. Mi tío abuelo estuvo en la división azul y como bien dice el texto no todos eran falangistas, muchos también iban por motivos económicos ya que después de la guerra civil en España pasaban hambre. Y aunque en la guerra nada es bueno algunos si hacían algo bueno, mi familiar me contó que se trajeron a un ruso a España, nose si era menor o no, no me acuerdo de los motivos exactos, si era porque no tenía nada para vivir o qué. Como en todo cada persona es un mundo y muchos divisionarios también harían algo bien. Un saludo

    21 julio 2019 | 12:05

  2. Dice ser xaer

    Magnifico documento, para empezar, su nombre oficial ni siquiera era ese, sino 250 división de infantería de la Wehrmacht, tuvieron que hacer un juramento de obediencia al Führer antes de ir al frente, «la gran mayoría de ellos volvió horrorizado con el trato dispensado por los soldados alemanes a la población civil rusa en general y a los judíos en particular. No son opiniones ofrecidas tras el descubrimiento del Holocausto en 1945, que se podían haber interpretado como un intento de exculpación.
    Los primeros reemplazos llegados en 1942, cuando aún no ha sido aprobada la llamada Solución Final, son interrogados por el general Varela y su testimonio quedó en documentos que hoy son revisables por cualquiera. En ellos, los militares españoles expresan su rechazo a las actuaciones del ejercito aleman con la poblacion.
    Como reconocimiento a todos los militares que participaron en aquella campaña fallida (la ofensiva se quedó en las afueras de Moscú) se entregó una medalla llamada Invierno en el Este, más conocida por los divisionarios como Carne congelada
    En la historia de esta unidad hay un día que está grabado a fuego y plomo: la batalla de Krasny Bor. Unos 5.900 españoles hicieron frente con armas ligeras a 44.000 soviéticos muy pasados de vodka y apoyados por una catarata de 700 piezas de artillería, los temidos órganos de Stalin y tanques T-34. El resultado fue catastrófico para la División Azul, con más de 3.200 bajas, pero fue aún más humillante para el ejército rojo, que 24 horas después, tras haber arrasado las posiciones españolas, no pudo consolidarlas tras el contraataque de la División Azul. Cayeron más de 10.000 rusos en aquel asalto fallido. Cerca de 300 divisionarios cayeron prisioneros y fueron destinados al gulag siberiano. Sólo un puñado sobrevivió al cautiverio y regresó en 1952. Con todo, la mayoría de ellos (quedan muy pocos con vida) acabaron decepcionados con el trato dispensado por las autoridades españolas a su regreso y el giro político a favor de la victoria aliada, una vez que Franco tuvo claro que Hitler iba a perder la guerra.

    22 julio 2019 | 09:20

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