Josiah Osgood: «La UE podría fijarse en la historia de la antigua Roma y aprender»

Josiah Osgood ©Katherine Peace

Muchos hemos crecido con el relato clásico y oscuro de cómo la República Romana en su último siglo fue envolviéndose en conjuras y luchas de poder, corrompiéndose y coqueteando con las dictaduras hasta, finalmente, convertirse en un régimen personal y autoritario: el imperio. Una especie de metáfora de cómo algunas democracias (la española o la alemana de los años 30, por ejemplo) se convirtieron en regímenes totalitarios o una advertencia para el futuro. El estadounidense Josiah Osgood, catedrático por la Universidad de Yale y director del departamento de Clásicas en la Universidad de Georgetown (Washington D.C.), sin embargo cambio esa visión con su primer libro aparecido en España: Roma. La creación del Estado Mundo (traducción de Jorge García Cardiel, Desperta Ferro, 2019).

Los hechos y procesos que recorre Osgood en su libro (desde el 150 a.C. hasta el 20 d.C.) no son desconocidos ni novedosos para el aficionado a la historia romana -aunque los narra con inteligencia e interés, dotándolo de humanidad, interesante detalles y reflexiones- sin embargo, es la visión de conjunto lo que lleva una nueva mirada. En la obra de este profesor estadounidense, ese proceso de transformación no solo no es negativo, sino casi positivo para la mayoría de la población e inevitable. La sociedad romana se expandió por el Mediterráneo y esa nueva realidad dejó obsoletas sus primitivas estructuras democráticas. De su abandono y transformación nacería un espacio de paz duradero por siglos.

A muchos les parecerá perturbadora su mirada sobre el fin de la República…

Sí, y no solo pone nerviosos a los lectores, sino también a los colegas de profesión. La historia canónica dice que el final de la República supone el fin de la democracia en Roma, pero se suele obviar que esa democracia estaba restringida a muy poca gente, al pueblo de la ciudad de Roma y, sobre todo, a sus élites. Roma decide conquistar el Mediterráneo y llega un momento en el que sus instituciones resultan insuficientes para gestionar todo este territorio. Con el imperio se pierde todo eso, pero en realidad afecta a pocas personas, y, en cambio, se gana en prosperidad y oportunidades para muchos. Hay que pensar en, por ejemplo, los hispanos de la época, a los que les daría igual el Senado y las elecciones y, en cambio, sí les importaría tener mejores perspectivas vitales.

Como decía Ian Morris en uno de sus últimos libros, una autoridad estatal fuerte y hegemónica suele traer menos guerras y más seguridad…

Aunque se nos haga difícil aceptarlo, las conquistas romanas a largo plazo fueron beneficiosas: hubo horror, resentimiento y rencor, pero creó un espacio de paz que duró siglos. Nos puede resultar turbador eso de que la guerra pueda generar algo positivo, pero parece que, en ocasiones, es así.

Esa República en transición, ¿no es fácil de identificar con una UE actual, que tras un momento  de éxito, ahora tiene que tomar decisiones vitales sobre su futuro?

Las ciudades-estado de la Antigua Grecia nunca fueron capaces de unirse y acabaron abocadas a ser conquistadas por Macedonia. Roma, en cambio, fue capaz de integrarse y cimentar un estado global en sus alianzas y cultura común. Y duró siglos. Así que sí, en ese sentido la UE podría fijarse en su propia historia y sacar lecciones y ejemplo. La UE es un auténtico milagro: que después de sangrientas guerras mundiales hayan conseguido forja un espacio de estabilidad y paz, donde se puede viajar libremente… Para cimentar eso, no solo se debería pensar en instituciones, sino también en una cultura común. Y para eso, la UE debería reflexionar sobre qué les define como europeos.

Y usted, desde el otro lado del Atlántico, cómo lo haría…

Desde mi perspectiva estadounidense creo que Europa es un lugar de diversidad, pero también de unidad. No es un estado nación puro como EE UU. Cada país sigue siendo diferente, hay un orgullo por sus tradiciones y lenguajes, pero sobre ella, hay un unidad que sobrepasa esos estados nacionales. Además, es el mejor lugar del mundo en compromiso, en liderazgo, en servicios públicos, en protección del medio ambiente, en cultura… Cosas que no parecen preocupar a otras potencias como China o EE UU. Son motivos por los que los europeos deberían estar orgullosos.

Hoy en día, que tenemos la palabra populista en la punta de la lengua, leer sobre la facción popular de la República romana nos puede sonar conocido…

Absolutamente. Es increíble percibir, cuando uno lee sobre Roma, a personajes que parecen vivir hoy. Trump es como un hombre nuevo de la política romana: su energía, su ataque al establishment,… Uno de esos líderes que parecen aparecer para resolver a una crisis, pero que, en realidad, ellos son también quienes las provocan. Políticos que en vez de traer esperanza, se centran en recalcar los factores de crisis.

Menciona a Trump, pero Putin también parece muy romano, aunque tire más hacia a Augusto…

Sí, Trump es más un showman, y me resulta similar a Marco Antonio. Putin, en cambio, está muy cómodo con la tradición autocrática heredada de los zares y comparte con Augusto. Ambos se parecen a cómo se presentan ante la gente: son, a la vez, superhéroes y uno más del pueblo, de la gente. Augusto se habría reconocido en Putin. El mandatario ruso es mejor en muchos aspectos que Trump, más sólido, y también más despiadado. Augusto sabe donde está el verdadero poder y lo que es solo propaganda. Pero todos coinciden en que enfatizan los elementos de crisis y usan el pasado para justificar lo que hacen.

Las comparaciones entre pasado y presente, ¿son una trampa que simplifica el pasado y crean imágenes falsas del pasado o son útiles e inevitables?

Predecir el futuro es imposible. El pasado y el presente siempre están en diálogo, y el pasado siempre nos ayuda a comprender mejor el presente. Los romanos siempre han fascinado, ahora y en el Renacimiento, y creo que es porque dejaron unas narrativas tan vívidas y humanas que cualquiera se puede ver reflejado. Y quizá eso no nos indique que la naturaleza humana no ha cambiado tanto.

Hay una mirada diferente de mirar la antigua Roma desde los EE UU, heredera espiritual, que la que tenemos en Europa, hija material de aquella civilización?

(Lo piensa durante unos instantes) En los últimos años, en EE UU, en el mundo académico ha habido más interés por los años finales de la República, pero hace veinte años, cuando me doctoré había más interés por el imperio. Quizá tenía que ver con que, tras la Guerra Fría, mi país quedó como única superpotencia mundial y veíamos que se nos miraba como un imperio real. Realmente no lo sé, si hay diferentes miradas, pero todas se ven influenciadas por el momento. Seguramente, con Trump proyectándose casi como un emperador romano, el interés por el imperio regrese.

Le he leído comparar a la República Romana con la China actual…

No estaban en mi mente todos estos paralelismos cuando escribía, pero ahora los voy viendo. Pero sí, veo parecidos: China es un poder en auge como la Roma de entonces y en ambas hay una dialéctica entre prosperidad y libertad individual. Quizá en Roma era más con libertad política. También se podría comparar, en menor medida, con la Rusia de Putin. Pero también hay diferencias, Roma sí logró crear una cultura que supo expandir e imponer y China parece no haberlo logrado. Aún así, creo que en la República romana existía una mayor libertad individual que en la China de hoy en día.

En el libro no sólo habla de política, también escribe sobre cultura y sociedad…

Intenté representar todos los procesos de la época. Casi todos los libros se centran exclusivamente en lo político. Yo también le dedico mucho espacio, pero quería mostrar que no solo es la política quien lleva las riendas. Muchas veces son los cambios culturales y de mentalidad los que avanzan los cambios políticos: la llegada de Augusto vino precedida de cambios culturales. Hay que romper ese cliché de que los romanos estaban todo el día conspirando o declamando con sus togas en el Senado. No, los romanos también reían, contaban chistes, iban a fiestas o escribían poesía… Eran personas reales y, además, personas en las que nos podemos ver reflejados.

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1 comentario

  1. Dice ser Ave Imperator

    Claro que sí, campeón. Nos fijaremos en Roma para acabar como ellos. Destrozados por los bárbaros y acabar siendo una ciudad en un país gobernado por la corrupción.

    De historia quizas sepas algo. De política, poco.

    19 julio 2019 | 11:58

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