Ian Kershaw: «Pensar que mejorarás haciéndote pequeño es un error en este mundo peligroso»

El historiador británico, Ian Kershaw, durante su visita a Madrid. EFE/Marcel Guinot

Al historiador británico Ian Kershaw (Oldham, Reino Unido, 1943) se le considera como uno de los grandes especialistas mundiales sobre Hitler y el régimen nazi. En los últimos años, su obra ha ido más allá y se ha centrado en la historia contemporánea de Europa, que arrancó con su visión sobre las guerras mundiales con Descenso a los infiernos. Europa 1914-1949 (Crítica, 2016) y la culmina ahora con Ascenso y crisis. Europa 1950-2017 (Crítica, 2019).

Un trabajo gigante el de este segundo volumen, con visión global y una mirada perspicaz, que responde mejor al sugerente título original Roller-Coaster (montaña rusa) que al más descriptivo español, Ascenso y caída. Seguramente no se quiso meter la editorial en el juego involuntario de hablar de la Guerra fría y titular Montaña rusa.

Kershaw no solo se erige como el historiador brillante y el narrador talentoso que ya conocíamos, sino también como un analista que sabe perfilar los grandes retos para el futuro del continente. Su historia de Europa se convierte, en estos tiempos convulsos, en una lectura de interés ciudadano. Su relato avanza desde la reconstrucción europea, pasando por la Guerra Fría, hasta llegar a la Crisis Financiera del 2008 y dejarnos ante un punto de inflexión de la UE (y por ende, de Europa), amenazada por los populistas, la automatización del trabajo, la ciberseguridad o el cambio climático.

En paso por España, me encuentro a un hombre amable y pausado con un discurso sumamente cuidado y agudo que no elude ningún asunto. Desde el brexit, del que es ciertamente pesimista, hasta los nacionalismos, el cambio climático -del que sugiere que debería ser la bandera de la UE del futuro- hasta la memoria histórica en España.

A nivel emocional y profesional, para un historiador británico que se ha dedicado a estudiar la historia de la Europa continental, ¿qué le supone el brexit?

Académicamente no mucho, excepto que se haya creado una división artificial entre nosotros, los británicos y el resto de la Europa a la que pertenecemos. Emocionalmente, significa mucho más, en el sentido de que ya no somos parte de una entidad mayor. Continuaremos nuestra existencia, pero el sentimiento será distinto. Asumiendo que el brexit tenga finalmente lugar, cuando vuele a Madrid o Múnich me sentiré un extranjero, cosa que ahora no siento. Y lo mismo podría pasar con Escocia, ahora que se vuelve a sentir una amenaza creciente de que se separe del Reino Unido. No quiero viajar a España, Alemania o Escocia y sentirme así. Muchas cosas han resultado muy fáciles estando todos juntos y me parece ridículo tirarlo todo a la basura.

¿Ha fallado la UE en algo con respecto al Reino Unido a la hora de integrarlo en un proyecto común?

No creo que la UE realmente tenga la culpa de todo esto y no creo que hubiera podido haber hecho algo diferente. En realidad, la Unión hizo muchas concesiones y ha permitido muchas excepciones a Reino Unido; y, a pesar de ello, siempre se le ha permitido ser parte influyente de la política comunitaria. No, el problema no ha radicado en la UE, sino en cómo se ha comportado el Reino Unido. Es un país tremendamente dividido.

Citaba antes a Escocia, y en su libro, aparece brevemente la situación de Cataluña…

Una pregunta, ¿los independentistas catalanes son anti UE o pro UE?

La mayoría, parecen querer una Cataluña independiente dentro de la UE…

Entonces, se parece bastante al caso de Escocia. Ambos tienen trasfondos históricos comprensibles, pero personalmente creo que sería una pena que Cataluña se separara de España; pienso lo mismo sobre Escocia. En este mundo peligroso en el que vivimos, pensar que vas a mejorar haciéndote pequeño es un error: tus intereses van a estar mucho mejor atendidos si formas partes de una entidad mayor.

Ese mundo peligroso al que se refiere, en el caso de Europa, está marcado por su posición entre unos EE UU de Trump y su presión comercial y de apoyo a los populismos y de la Rusia de Putin y sus manejos geoestratégicos…

Sí, y a eso súmele China, que dentro de 20 o 30 años puede llegar a ser el primer poder económico y ya da señales de querer imponer sus reglas. Cuando miras a estos tres países y, por ejemplo, su influencia en Oriente Medio, y piensas en que quizá pueda surgir otra superpotencia como India,… es difícil de imaginar que los estados naciones, por sí mismos, puedan superar los problemas que plantearán estas potencias.

Lo mismo ocurre con el desafío del cambio climático…

El cambio climático es el problema más importante que nos incumbe a todos, no solo a los europeos. Es necesario buscar soluciones, o intentos de solución, más allá de lo que pueda hacer un solo país. Todo apunta a eso: las grandes potencias, el cambio climático o la ciberseguridad. Para afrontar estos asuntos necesitamos soluciones internacionales. Es absurdo pensar que volviendo al pasado y creer que los estados nación pueden enfrentar todo esto ellos solos. Es una ilusión.

Quizá esa eurofobia o euroescepticismo que parece estar creciendo, se deba a que ya no se da valor a uno de los mayores logros de la UE, el de mantener el continente en paz. Y la memoria de las guerras cada vez está más lejana…

Estoy muy de acuerdo con esa idea. Existe mucha complacencia ahora: llevamos siete décadas sin una gran guerra en Europa, exceptuando la de los Balcanes. Siete décadas de prosperidad creciente, paz y progreso en valores sociales y ahora todo eso lo damos por hecho. Si lo miramos desde 1945 han sido avances bárbaros; pero desde 2017 parecen cosas automáticas. Mi libro muestra que no lo son, y que por todo esto se tuvo que luchar. El hecho de que demos todo esto por hecho hace que se piense que la UE ya no tiene un razón tan obvia como después de la guerra. No es tan obvio lo que la UE representa. Parece solo una organización laberíntica, opaca y compleja: afecta a las vidas de las personas, pero no  sabemos cómo funciona. Parece que Bruselas está muy lejos. Parece que la UE necesita una nueva narrativa dentro de su propio éxito, algo que la represente. Pienso que quizá debería coger el medio ambiente como bandera, porque eso motiva a los jóvenes: si la UE fuera el vehículo para enfocar los cambios necesarios para afrontar el cambio climático, podría afrontar un propósito comprensible para la mayoría.

El historiador Ian Kershaw en Madrid (EFE)

¿Sería suficiente el medio ambiente para representar a países tan distintos, desde Polonia a Portugal?

No, inicialmente no sería suficiente. No sugiero que se pueda hacer esto de un día para otro, pero al final, el cambio climático es algo que va a afectar tanto a Polonia como a Portugal, por lo que proporciona un verdadero enfoque común. Todas las cosas que dividen a estos países están ahí, pero esto los une sin duda. Es importante centrarnos en los elementos en común, más que en los puntos de división.

En su relato global, por apuntar algún detalle, Kershaw también mira a España y a la ahora tan discutida Transición y lo hace brevemente pero dejando alguna metáfora brillante. El británico escribe que el rey Juan Carlos I «no era un demócrata por instinto, pero veía en qué dirección soplaba el viento». Cuando relata este proceso pilotado por el monarca y Suárez en el que «la rapidez era esencial», describe cómo Suárez convence a  las cortes franquistas, compuestas únicamente por diputados del Movimiento a votar su propia desaparición: eran como«pavos votando a favor de la Navidad«, escribe.

Conoce usted a la perfección el caso de la Alemania Nazi y su memoria histórica. En el caso español que también engloba en su obra, ¿cómo debería lidiar un estado democrático actual con ese pasado totalitario?

Es una buena pregunta, pero muy difícil de contestar. Cada país lidiará con ese problema de acuerdo a su cultura política. Si comparo el caso español con el alemán, -y obviamente no conozco España tan bien como Alemania- veo que son muy diferentes: en Alemania, el impacto de Hitler y su régimen fue tan absolutamente catastrófico que acabó destruyendo el Estado. Aún así, tardaron 20 o 25 años en iniciar un intento de llegar a tener una visión, una relación con su pasado. En el caso de Franco, el régimen terminó con el dictador muriendo en la cama, y no con una guerra mundial, así que no sorprende que las consecuencias fueran distintas, que mucha gente involucrada en el régimen y sus descendientes, con sus historias familiares, crean que, en cierto modo, el régimen fue bueno para el país. ¿Cuánto tiempo hace que murió Franco? ¿44 años? Estas historias no desaparecen de la noche a la mañana, se tardan generaciones en digerir.

Dice en el prólogo que este libro ha sido difícil de escribir, ¿fue complicado separar las emociones propias de alguien que ha vivido muchos de los eventos sobre los que escribe?

No quiero ser arrogante, pero resultó relativamente fácil apartarme a mí mismo de la historia. En cierto modo, a pesar de que he vivido este periodo, mi experiencia ha sido muy limitada. Salvo las cosas que viví en Gran Bretaña o en Alemania, no tenía un conocimiento muy detallado de lo ocurrido en otros países, así que en un 90% de lo escrito, no me resultó difícil separar mis experiencias.

Imagínese que para crear esa identidad de la que habla, en los colegios españoles se diera una asignatura de historia de Europa, ¿qué dos hechos de la historia contemporánea de deberían aparecer obligatoriamente?

La caída del muro de Berlín… (se toma unos instantes para pensar) y quizá la crisis financiera del 2008. La caída del muro porque representó un cambio fundamental dentro de Europa y permitiría hablar y rebobinar sobre por qué estaba el muro ahí para empezar. Y el segundo, menos dramático pero muy importante, es el crash, porque creo que ahí se empieza a remodelar la Europa que conocemos: la crisis, seguida de las políticas de austeridad y la crisis migratoria, que son el origen de los populismos a los que nos enfrentamos hoy.

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