Elisabeth Kostova: «En todas partes hay un pasado con el que todavía estamos luchando»

Elisabeth Kostova. Fotografía cedida por Umbriel.

Quizá a la mayoría no le suene mucho el nombre de Elisabeth Kostova (New London, Conecticut, EE UU, 1964). Sin embargo, seguro que si citamos el título de su primera novela y gran éxito la cosa cambia: es la autora de La historiadora (Umbriel). Aquel intenso best-seller sobre el mito y la historia de Drácula que llegó a España a rebufo de El Código Da Vinci -salieron en la misma editorial-, pero sin tener absolutamente nada que ver.

Esta escritora, estadounidense de origen eslovaco, regresa a las librerías con una nueva novela, Tierra de sombras -su tercera obra de ficción- centrada en la historia reciente de un país poco conocido (al menos literariamente): Bulgaria. Un país que la autora conoce bien: fue allí en 1989 -«una semana después de caer el Muro de Berlín: el país cambió muchísimo», recuerda- a estudiar su música tradicional con 24 años. Y la vida cambió: conoció a su marido, se casó y ha estado yendo con él a aquel país durante los últimos 28 años.

Con su experiencia vital, Kostova nos sumerge en la aventura de una joven estadounidense recién llegada a Sofía -como ella hace 30 años- y el encuentro fortuito que la adentrará en la dolorosa memoria del régimen comunista de aquel país. Sobre todo esto y más, charlo con esta encantadora autora en su reciente paso por España.

La peripecia de la protagonista me recuerda a lo que me acaba de contar sobre su propia vida…

La historia de la novela no es autobiográfica, ¡gracias a Dios! Mi personaje llega sabiendo incluso menos de Bulgaria de lo que yo sabía cuando llegué. Lo que le pasa y los personajes es  inventado, pero muchas de las cosas que ve, los lugares y sus pequeñas experiencias sí que están inspiradas en mi misma. Recuerdo muy bien la sensación de ser una americana de veintitantos y ver cómo te fascina un lugar nuevo.

¿Cómo se siente una estadounidense al escribir sobre el otro lado del Telón de Acero?

Durante 45 años, mientras Bulgaria estuvo en la órbita soviética, fuimos enemigos. Pero para cualquiera que ve más allá y piensa en las personas, no puede llegar a otra conclusión de que ellos eran como tú y yo, que vivían su vida. Cuando llegué a Bulgaria fui testigo de los resultados  trágicos y deprimentes de aquel régimen comunista. Los búlgaros estuvieron oprimidos. No tengo una visión romántica del comunismo después de ver lo que hace a la gente, pero es algo que puede pasar en cualquier lugar. En mi propio país ahora, en EE UU, está pasando, aunque espero que sea temporal. Estamos poniendo en peligro nuestras propias libertades civiles. Todos los países tienen peligros escondidos que pueden derivar hacia el totalitarismo.

Habla así del comunismo en el centenario de la Revolución Rusa…

Da miedo. El comunismo, los nacionalismos, los nacionalsocialismos, las ideologías que mezclan miedo y nostalgia, el miedo al otro,… Son elementos que pueden pueden usar fácilmente los políticos. En Bulgaria ha pasado: ahora muchos políticos, antiguos miembros del antiguo régimen comunista, no quieren que se hable del pasado. La inestabilidad que siempre existe, los desastres medioambientales que no estamos abordando, etc. forman un territorio fértil para estas ideologías. Es como lo que pasa en EE UU, se están manipulando los sentimientos de las personas. Y en Europa, de otra manera, también está pasando.

Vuelve a referirse a su país y a su presidente, Donald Trump, evidentemente…

Para nosotros la victoria de Trump fue muy extraña. Para empezar no ganó en voto popular, ganó por poco y por el sistema electoral; la participación fue baja porque los jóvenes no se sintieron interpelados.  Hay estadísticas que dan miedo en mi país, pero no está tan claro el apoyo a Trump. Vamos a ver qué pasa después.


No quiero exagerar, pero logré imaginármelo de tal manera que escribir aquellos pasajes fue doloroso. Había días que me levantaba y me decía que no podía con ello


Te refieres al pasado y a los políticos que no quieren hablar de él. ¿Al escribir esta novela te has sentido responsable del efecto de tu obra en la memoria histórica?

Creía que no porque en realidad no escribía sobre mi país, pero al final sí me he sentido así. Cuando comencé el trabajo de Tierra de sombras, vi que mi personaje había muerto en con 96 años, así que tenía que recorrer casi todo el siglo XX para construir su historia. La lógica del relato me hizo ver que era inevitable tratar esos temas, pero no esperaba incluirlo en la historia hasta que tuve la oportunidad de visitar las ruinas de un campo de trabajo. Estaba allí, lloviendo, en mitad de aquellas ruinas, entre el bosque, para lo que tuve que pedir permiso a la Policía. La torre de vigilancia desvencijada, los barracones ruinosos. Pensé que era el lugar más inquietante y vacío que había visto en mi vida. Supe al momento que debía incluirlo en la novela y me sentí responsable. Muchos búlgaros no han visto esos campos y en el país no se habla demasiado de ese tema. No está prohibido, pero es un tema que incomoda.

Precisamente el personaje que pasa por esas experiencias en la novela es el símbolo de la resistencia de la cultura y el arte ante los totalitarismos…

Por un lado sí, pero también quería que fuera el reflejo de todas esas personas que siguieron practicando su arte incluso en los campos nazis, en los la Europa del Este, en los gulags… Gente que usó el arte para superar la deshumanización que reinaba en aquellos lugares y conservar la cordura.


Los pueblos de Cataluña y España pueden estar orgullosos de cómo están reaccionando a esta situación: aunque ha habido excepciones, en general, he visto manifestaciones multitudinarias y pacíficos de ambos lados.


¿Cómo una estadounidense con una buena vida, que no ha vivido experiencias tan traumáticas, puede lograr encarnar un personaje así?

Nunca sabes si llegas a describir verdaderamente cosas así. Intenté leer muchas historias orales de la gente que lo sufrió, aunque no quise centrarme en ninguna persona concreta por respeto. Usé los patrones del sistema soviético y las peculiaridades de la Bulgaria de la época. Después medité sobre los efectos que una experiencia así tendría sobre mí, tanto física como mentalmente: ¿qué haría si me pusieran en un tren sin agua ni comida? ¿cómo me sentiría si viviera algo de lo que no sé si volveré con vida? No quiero exagerar, pero logré imaginármelo de tal manera que escribir aquellos pasajes fue doloroso. Había días que me levantaba y me decía que no podía con ello. Por eso es de esta novela de la que me siento más orgullosa: por este esfuerzo por tratar de entender la documentación y hacerla personal.

Siendo una autora de éxito internacional, ¿no tenía miedo de que una historia centrada en un pequeño y poco conocido país europeo no fuera a calar?

No tenía nada claro el éxito, pero después de varios meses de promoción por varios países te das cuenta de que hay temas universales. Aquí en España, hay temas similares, sobre la dictadura y el silencio posterior sobre esos hechos. En todas partes hay un pasado con el que todavía estamos luchando.

Hablando de España, ¿ha seguido con atención lo que ocurre en este país con Cataluña?

Sí, es un tema que llega a EE UU. No puedo decir que entienda a fondo la política española y no sería muy diplomático, ni educado, tomar partido sin conocerlo a fondo, siendo una invitada. Amo a Cataluña, la conozco y tengo amigos allí, pero el nacionalismo en cualquier lugar del mundo me inquieta. En cualquier caso, tiene que haber un debate que ayude a la democracia. Aún así, creo que los pueblos de Cataluña y España pueden estar orgullosos de cómo están reaccionando a esta situación: aunque ha habido excepciones, en general, he visto manifestaciones multitudinarias y pacíficos de ambos lados. Como estadounidense me parece impresionante: tengo recientes manifestaciones en mi país con atropellos, muchos heridos, tiroteos…

Antes de terminar, me gustaría subrayar que Tierra de sombras es muy diferente a La historiadora

Sí, he evolucionado y mejorado como escritora. Además, no tiene los elementos sobrenaturales de aquella porque la realidad da tanto miedo que no necesita más elementos adicionales de terror.

¿Conocíais a Elisabeth Kostova? ¿Qué os parecen sus novelas?

¡Buenas lecturas!

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