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Entradas etiquetadas como ‘Teléfono móvil’

Semana de la carta manuscrita

Por Ángela Farfán de los Godos Martínez

Lápiz y papel (Archivo).

Lápiz y papel (Archivo).

Desde que nos comunicamos a golpe de chat, el estruendo mecánico del teclado y el sonido digital de las pulsaciones en la pantalla del móvil han relegado al olvido el silencioso deslizamiento del bolígrafo, el alegre murmullo del lápiz y el sensual rasgado de la pluma sobre el papel.

Sin embargo, ante la inutilidad de oponerse al devenir de los tiempos, me gustaría aprovechar la ocasión para, lejos de lanzar un fútil lamento, celebrar que la escritura manual se transforme día a día en una cuestión de placer y que la caligrafía avance poco a poco hacia la categoría de arte.

Hoy me he levantado así de poética porque he sabido por las redes sociales que estos días se celebra la I Semana de la Carta Manuscrita, una cita que los románticos de la escritura nos apresuramos a apuntar en nuestras agendas analógicas para que no se nos olvide el año que viene.

Os animo a que, de cuando en cuando, os dejéis caer con una carta, -si es de amor, mejor-, dirigida a quien más (o a quien menos) se la merezca y a que deis vida a esos buzones que hoy en día sólo contienen facturas y publicidad.

El peligroso uso del móvil en conductores, motoristas, ciclistas y hasta peatones

Por Jordi S. Berenguer

Dos chicas mirando sus respectivos móviles (Gtres).

Dos chicas mirando sus respectivos móviles (Gtres).

Tráfico ya alertó en su momento del evidente peligro que supone manejar el móvil mientras se está conduciendo. Se tiene constancia de la facilidad de provocar un accidente por una distracción atendiendo llamadas o, lo que es peor, intentando marcar cifras o letras sin atender a la conducción, lo que puede resultar letal.

Los datos son alarmantes, como demuestra el incremento de siniestros en los últimos tiempos. Yo he llegado a presenciar cómo un motorista en plena carrera se dedicaba a teclear su móvil sin levantar la vista durante los segundos que empleaba en marcar un número o escribir un mensaje. También en algunos ciclistas es frecuente ese abuso, manejando el móvil mientras usan el espacio peatonal sin detener la marcha.

Mención aparte merece la falta de atención al tránsito rodado de muchos peatones que, absortos con el invento, incluso cruzan el semáforo en rojo sin apartar la vista de la pantallita, o deambulando por las calles sin detener su trayectoria en detrimento de los demás viandantes a los que obliga a ir sorteando a tanto urbanita con escasa urbanidad… y en plan zombi.

 

Los molestos espectadores de los conciertos gratuitos

Por María José Viz Blanco

Patio de butacas.

Espectadores en un teatro. (MARC CALLEJA)

Aunque lo que voy a contarles tiene que ver con la Banda Municipal de Música de A Coruña, bien se podría aplicar a otras del resto de España. El público que suele seguir a la banda, sea en recinto cerrado o al aire libre, está formado por jubilados y por niños principalmente. Es posible que la gratuidad de los conciertos influya en esta preponderancia. La ausencia de jóvenes y de personas entre 40 y 50 años es muy notoria.

Hay dos clases de espectadores –simples “asistentes”- que destacan por lo molesto de su comportamiento. Por un lado tenemos a los niños pequeños que se dedican a corretear en el patio de butacas, a hablar y gritar… a los que hay que añadir los bebés, que suelen llorar ruidosamente cansados de estar en un lugar al que no han pedido ser llevados. Ningún adulto se responsabiliza de estos pequeños traviesos, ni se les ocurre sacarlos de la sala. Las excepciones son, por ende, llamativas: he visto a niños emulando al director en sus asientos, entusiasmados y con el incipiente amor por la música reflejado en sus rostros.

La otra tipología de incordiantes la forman los enganchados al móvil, que no quieren ponerlo en silencio –desoyendo la megafonía- y que, incluso, chatean durante todo el concierto. Estar cerca de una persona viendo su móvil es molesto por la fuerte luz que emite el aparato. Nunca entenderé qué lleva a una persona a un concierto si lo que va a hacer lo puede realizar cómodamente desde su sofá.

A pesar de lo dicho, el público es mayoritariamente respetuoso, asiduo y entendido, lo cual se demuestra en la adecuación de los aplausos a los finales de las piezas. A quien corresponda, una petición doble: ¡más conciertos y mayor publicidad de los mismos, por favor!

En este establecimiento, prohibido móviles

Por Antonio Porras Castro

Hay determinados establecimientos que están concebidos para el esparcimiento, para fomentar la comunicación interpersonal; para que, sentados en la mesa, podamos distendernos y gozar de una suave música y entablar una conversación, que en la mayoría de ocasiones tenemos atrasada, pospuesta por la multitud de ruidos que nos rodean y nos acompañan en nuestro frenesí vital.

Hace poco tiempo entramos, un numeroso grupo de familiares, en un local de este tipo; el camarero nos dijo, ante la cantidad de móviles que vio sobre la mesa: “Dejad el móvil, disfrutad de la compañía que lleváis”. La verdad sea dicha, nos impactó a la vez que nos encantó el mensaje que nos lanzó. Esa persona nos pudo ver, nos radiografió con sus dotes de camarero y puso sobre la llaga el problema de incomunicación personal al que este aparato nos está conduciendo.

1606-944-550móvil

(KENT CHEN)

Con el celular, como lo llaman los hermanos de Hispanoamérica, nos dejamos seducir por esa ventana que al exterior se nos abre, pero caemos en la triste y penosa situación de menospreciar a la persona que en la cercanía nos brinda su presencia, su amistad, su cariño. Con el tiempo podremos encontrar en las puertas de algunos bares, restaurantes, cafeterías, y espacios similares de ocio y esparcimiento, un gran cartel que diga: Prohibido móviles, disipa la esencia de esta casa”.

No quiero con esto olvidar la potente herramienta que supone, a la vez de los posibles que ofrece. El desmesurado y desproporcionado mal uso sitúa en un alto riesgo la vista al pasar tantas horas fijados en su pantalla; lo hemos elevado a una posición de: útil, peligroso y adictivo acompañante.

 

Cuando nadie te ayuda desde ‘Atención al cliente’ y solo te queda rezar

Por Ángel Villegas Bravo

A primera hora de la mañana compruebo que no tengo línea para mi ordenador, no funciona el teléfono móvil, ni el fijo, ni la televisión, contratado todo en un paquete con el mismo operador. Se me informa, cuando llamo a través de otro teléfono de distinta compañía, de que «hay una avería masiva» y me comunican que se me avisará cuando esté reparada.

Doce horas después, y tras varias llamadas telefónicas en las que me pasan de un departamento a otro, sin que en ninguno de ellos me den solución alguna, consigo que alguien me diga que me pasan con ‘Atención al Cliente’.

Imagen de archivo de una oficina de Atención al Cliente.

Imagen de archivo de una oficina de Atención al Cliente.

‘Atención al Cliente’ es un disco (otro más) que me lanza un mensaje diciéndome que «toman nota de mi reclamación» y adiós, muy buenas. No he podido, en todas las llamadas realizadas, conseguir que se me indique un correo al que dirigirme o unas oficinas de esa operadora. Puedo ir a una tienda (ya he ido en otras ocasiones) y en la tienda me dicen que ellos no son esa compañía, que solo venden el producto y que no pueden hacer nada.

No es la primera vez que pasa algo así. En otra ocasión y con otra empresa, me costó un triunfo dar de baja un teléfono que llevaba varios meses sin usar.

¿Hay alguien que no pueda contar algo semejante? Estamos en manos de unas pocas empresas que hacen con el cliente lo que les viene en gana y no solo para la telefonía. En esta sociedad ‘de los mercados’ en la que vivimos, si tienes una avería, un problema, sea el que sea, te ves totalmente indefenso. Solo te queda, si eres creyente, rezar.