Grietas de luz en el secuestro del pueblo saharaui

Una semana después de regresar de los campamentos saharauis en Argelia, los ornamentos de henna de mis manos se han difuminado mucho. Cada día se borran un poco más. El problema del Sáhara también fue progresivamente borrándose de la agenda española, desde su aparición hace cuarenta y siete años, el tiempo que lleva este pueblo sobreviviendo en campamentos de refugiados en Argelia, uno de sus aliados.

En Argelia, el pueblo saharaui sobrevive instalado en la Hamada, la parte del desierto del Sáhara, considerada la peor por su aridez y temperaturas extremas. Los barrios son seguros, los niños van a la escuela y van a la escuela solos. Me sorprendió ver a la hermana de nuestra niña de acogida, una niña de cinco años yendo al cole sola a las siete y media de la mañana. Al comentárselo a su tía, me dijo, sí, y ya hace dos años que lo hace. La cooperación internacional se encarga del suministro de agua potable. Hace dos años, se instaló electricidad en todos los campamentos. Las tiendas nómadas conviven con casas de adobe y otras construidas con bloques de cimiento como las de cualquier suburbio occidental. Unas pocas tienen aire acondicionado para soportar las abrasadoras temperaturas de verano. Comida no falta, saben prepararla y lo hacen de forma apetitosa y rica. El talante saharaui es alegre, abundante, acogedor. Los niños reciben amor de toda la familia extensiva. Las mujeres se encargan de la crianza, alimentar a las cabras, preparar la comida y el cuidado de la casa. Algunas son maestras en las escuelas de los campamentos, otras ocupan cargos políticos en el Frente Polisario. Los hombres trabajan en pequeñas tiendas o en actividades comerciales, muchos están en territorio ocupado, inmersos en las hostilidades con Marruecos.

Escuela de primaria de El Aaiún (Tindouf, Argelia)

Escuela de primaria de El Aaiún, en los campos de refugiados saharauis de Tindouf, Argelia. (Magda Barceló)

La condena a sobrevivir del pueblo Saharaui se sostiene por el limbo legal en el que el pueblo está secuestrado. En 1976, los saharauis eran españoles, por ser el Sáhara occidental una colonia española. Con la invasión de Marruecos y Mauritania en connivencia con España y la huída a Argelia de la mayor parte de sus habitantes, los saharauis perdieron su estatus legal y ahora solo tienen el estatus de refugiados. Esto les limita a estar confinados a los campamentos sin poder trabajar en otro país, ni tan siquiera en Argelia. Para poder viajar tienen que solicitar un visado especial a las autoridades argelinas que suele tardar unos dos años. Al preguntarles si de ser posible elegirían vivir en otro sitio, contestan que la gran mayoría ya ha echado raíces y no quieren vivir en ninguna otra parte. Mas para los jóvenes las cosas son algo distintas. Los que quieren estudiar en la universidad van a Argelia donde es gratuita, pero después su estatus legal no les permite trabajar y en los campamentos la oferta de trabajo es casi nula. Con sus alas cortadas, se hunden en los efectos de su situación legal, una tragedia que se perpetúa año tras año.

Pero como todas las cosas, el secuestro del pueblo saharaui tiene una grieta, por la que se cuela un hilo de luz. El programa Vacaciones en Paz empezó el verano de 1976, cuando a raíz de la creación de los campamentos de refugiados saharauis en Argelia, el gobierno argelino, frente a la elevada mortalidad infantil en los campamentos fruto de las altas temperaturas, ofreció 700 plazas en el campamento de verano Sidi Fredj, en Argel capital. En España, el proyecto Vacaciones en Paz empezó en 1979, cuando el Partido Comunista español atendió al llamamiento de las autoridades saharauis para sacar del desierto a los niños durante los meses más calurosos del verano, en medio de las hostilidades de la guerra con Marruecos. El programa sigue en marcha, aunque hoy día hay muchas más familias saharauis que quieren mandar a sus hijos a España durante el verano que familias de acogida.

El programa Vacaciones en Paz consiste en acoger por parte de una familia española a un niño o una niña saharaui de entre ocho y doce años durante julio y agosto como un miembro más de la familia. Si la experiencia es buena, el niño o la niña puede repetir el verano siguiente. Cuando el niño cumple doce años, si quiere seguir sus estudios en España y sus familias (saharaui y de acogida) están de acuerdo, existe el programa Madrasa y que funciona a la inversa. El niño estudia en España durante el año escolar y el verano, lo pasa con su familia en los campamentos de Tindouf.

Fue a través de esta grieta que Tesh Sidi llegó a España con siete años, acogida por una familia valenciana. Tesh es ingeniera informática, la primera mujer saharaui – ahora también española – en ser miembro del Congreso de los Diputados y una firme activista por la causa saharaui y muchas otras. Una de las propuestas impulsadas en el marco de Sumar es conceder la nacionalidad española a las personas de origen saharaui nacidas antes del 1976 y sus descendientes, un gesto de justicia indiscutible frente a la deuda histórica de España con el pueblo saharaui. Esta medida, aunque no resolvería el conflicto territorial y la mayoría de saharauis no cambiarían su lugar de residencia, sí que permitiría a los saharauis que lo deseen recuperar parte de su libertad y poder así, seguir sus aspiraciones.

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