Cómo destruir a un italiano: Marta López y Tom Brusse roban comida a Gianmarco en ‘Supervivientes’ | Resumen de la gala

Marta y Tom, amigos de lo ajeno .

No había visto una cara más triste, desconsolada y rota desde el anuncio del perro abandonado de «él nunca lo haría». A Gianmarco se le ha roto el corazón mucho, ahora no tiene ventrículos y aurículas, tiene rotículos y rompículas. Y todo, por su hamburguesa.

Gianmarco quería ponerle sus apellidos a esa hamburguesa de lo mucho que la quería. A los Faraones los enterraban con sus esposas y Gianmarco quería ser enterrado con esa hamburguesa. O incinerado, para que oliera a parrilla una vez más. 

Pero como no podía ser, pues se la comió, para que fuera parte de él, así como Saturno devorando a sus hijos, pero con ketchup. Pero no se la pudo comer entera. Le robaron. Marta y Tom, con infinito desprecio por el amor de un hombre a su hamburguesa, se la royeron.

Pero llegaremos a eso más tarde… ahora lo que toca es… ¡QUE ME SIGÁIS EN REDES! Vamos, si os da la gana, claro. Instagram: @GusHernandezGH / Twitter: @realityblogshow.

Empecemos por destacar que Lara iba muy guapa, lo que pasa es que le habían puesto unos brazaletes de plumas que parecía una gallina a medio pelar. Con eso te lanzas de un acantilado y puedes planear. Esos complementos lo mismo sirven para hacer bonito que para hacer de cebo para cazar cocodrilos.

En fin. Vimos vídeos de la otra Lara, Sajén, que está ya la muchacha un poquito insoportable. En un momento dado salía dándole la chapa a Alexia, que tenía cara de fantasear con la idea de saltar por la borda del barco.

«¿Tengo razón o no tengo razón?», le decía Sajén, exigente. España quiere saber, Sajén quiere saber.

«Luego te la doy», le dijo Alexia, como si tuviera la razón guardada en un cajón de la bodega y le diera pereza ir a por ella en ese momento. Alexia tiene la razón en un bote, al lado de otras cosas que se pueden dar, como una caja llena de consentimiento y un cofre con beneplácito.

Total, que ahí estaba Sajén poniendo a parir a Carlos y Agustín, porque para ella es como un deporte. Hay quien sale a caminar, quien corre, quien va al gimnasio y luego está Sajén que entrena del desolle ajeno.

«Se están dejando una característica muy importante de los supervivientes, que es el compañerismo», aseguraba Sajén mientras, como buena compañerista, les hacía un traje por la espalda. Otra característica importante de los supervivientes debe ser el despelleje.

Y cuando se aburrió de meterse con los dos maromos, se puso a darle cera a Alexia, que estaba por allí sin comerlo ni beberlo y se empezó a llevar hostias y zarpazos como el que va al zoo y se cae en la jaula de los osos. 

«Abrir una lata no es cocinar», dijo Sajén a Alexia, que se puso a mezclar una lata con arroz. Y ahí Sajén criticando todo. TODO.

«Deja de meter porquería»; «remueve»; «ten cuidado»; «de verdad», «eso es muy sucio», y cosas así agradables le decía Sajén a Alexia, con un tono que le habría parecido severo a la Señorita Rottenmeier.

«Me lo puedes decir de otra manera», pedía Alexia de buenos modos, pero Sajén ya estaba en un plan agradable como Jack el Destripador en día de niebla. 

«Por aquí pasan las cucarachas», dijo de la mesa donde se habían caído unos granos de arroz. En esa mesa al parecer pasan las cucarachas como si fuera la Gran Vía. Hasta desfiles hacen ahí los bichos el Día de las Fuerzas Cucarachadas. Si quieres cazar una cucaracha le pones en esa mesa un cepo pequeñito y caen fijo.

Cuando Alexia se quejó del tono y de las impertinencias, Sajén reconoció que se había pasado y… ah, no, perdón, que encima le echó la culpa a Alexia. «Igual eres tú, que estás muy susceptible. Analízalo, analízalo», decía Sajén a la muchacha. Sajén como psiquiatra no tendría precio.

Igual te gusta el sexo con gallinas porque estás muy susceptible. Analízalo…

Pero doctora Sajén, si es que le pago para que lo analice usted y… 

ANALÍZALO QUE POR ESE DIVÁN PASAN LAS CUCARACHAS.

Y así.

En la gala daba vergüenza ajena el nivel de peloteo de Cristina Tárrega con Jordi González.

«Nunca digo bien el apellido, disculpadme», dijo Jordi, porque se equivocó al decir Sajén y se oye de fondo decir a Cristina Tárrega: «No tienes por qué». NO, COJONES, NO TIENE POR QUÉ DECIR BIEN EL APELLIDO. Total, SOLO ES EL PUTO PRESENTADOR.

Es más, Jordi no tiene ni por qué saber el nombre del programa, ni de qué va, ni quién es esa gente que le apunta con las cámaras, ni que es una puta cámara ni nada.

Directo: Los del barco... ¡LO HAN ABANDONADO! Les dijeron en la gala que les daban una nueva localización. Les dio mucha alegría, porque, después de 24 días, van a vivir en tierra firme. Lo que pasa es que exteriorizaban la alegría mal, tirando a «me la suda lo que me la estás diciendo que parece que tengo la polla en un asador de salchicas de puesto callejero».

«En el barco te cansa todo el doble», dijo Alexia. Mujer, eso lo sabe todo el mundo. Dwayne Johnson no es capaz de entrenar en un bote. Lo embarcas seis meses y cuando se baja es un tirillas de 45 kilos.

Agustín Bravo tenía las piernas llenas de tiritas. Tenía más venda que pierna. Un tiburón se encuentra a Agustín Bravo nadando y no le muerde porque ya está mordisqueado.

Tenían que elegir qué cosas llevarse y oh, sorpresa, Sajén estaba en desacuerdo. La mayoría decide que Sajén herede la fortuna de Amancio Ortega y a Sajén le parecería mal. Se llevaron un machete, los elementos de pesca y la comida que les quedaba.

Y vimos a Palito y Lola, desterradas. ¿Queréis mandar un mensaje por el día de la madre? «Que la queremos y la echamos de menos», dijeron. Nos ha jodido no van a decir de mensaje que venden un Opel Corsa.

«Hay unos bichos en las cuevas donde pesco que me dan mucho miedo», dijo Lola, que explicó que eran «ASí» y abrió los brazos que casi se descoyunta los hombros. En las cuevas donde pesca Lola se crían los krakens.

Hicieron pescado a la brasa. «Qué pinta», dijo Lola, pero ese pescado estaba carbonizado. Tenía buena pinta si te gusta la comida como turba recién extraída de la mina. No hicieron pescado a la brasa, hicieron del pescado una brasa.

Palito se puso cursi y le dijo muchas cosas bonitas a su novio, Harry. Mola tener una novia que se llame Palito y decirle que tienes una erección. «Palito, yo palote».

A ellas también las cambiaban de sitio. Les dieron minuto y medio para llevarse todo. Las cosas las lanzaban a la barca directamente. Menos mal que no tenían vajilla. Por el lanzamiento de objetos los pobres de la organización y el barquero, que esperaban en el cayuco, corrían más peligro que Abascal dando un mitin en la Rusia comunista de los 60.

«Este año hay muy buenos concursantes», decía Jordi poco después. «Muy buenos», decía Tárrega por detrás.

Aquí vemos a Cristina Tárrega y el culo de Jodi González:

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«A ver si vas a tener piojos», dijo Jordi González en un momento dado de broma a Lydia Lozano, pero Lara, en la isla, se pensó que iba por ella. La cara que puso era un poema, pero no un poema de amor, un poema tipo:

Oh, Lara, tienes la cabeza
como un tarro de despojos
te rascas como un chucho
y acaricias tus piojos.

Juego de recompensa de los del barco. Tenían que desenrollar unas cuerdas que estaban haciendo zig zag en un palo clavado en la arena. La recompensa era una ensaladilla rusa que tenían ahí a pleno sol. La fiesta de la salmonela. Estaba la mahonesa de esa ensaladilla que le echas veneno y se muere el veneno de la intoxicación.

El caso es que lo hicieron bastante bien, aunque Alexia tuvo problemas para liberar del fondo del mar las piezas que necesitaban, porque trataba de sumergirse y no había manera. Si Alexia llega a ir en el Titanic, se abraza al barco y no se hunde. Las veces que se metía debajo del mar aguantaba dos segundos la respiración. Te tiras un pedo al lado de Alexia y se lo come entero porque no es capaz de dejar de respirar.

Enfrente estaba Carlos, que nadaba como un torpedo dopado. Las aguas las han abierto Moisés y Carlos Alba, el primero con un bastón, y el segundo a hostia limpia.

Agustín Bravo adora complicarse la vida. Para liberar las piezas había un tirador hermosísimo, con forma de tirador, de colores, con una asa ancha, con la forma exacta de una mano humana… y él tiraba de todos lados menos de ahí.

Vídeo de bronca: A Sajén le jode que Carlos y Agustín se lleven bien. «Las rodilleras que te has comprado son buenísimas», le dijo en un momento dado Sajén a Agustín. Sí, Sajén, tú sutil. O eso o piensa que Agustín quiere acuchillarle el parquet a Carlos y con las rodilleras no se hace daño.

«A la gente pelota y chula los metería en una licuadora y haría chiiiiiiuuuuuuuuuuuuuuu», dijo Sajén, que es muy de resolver los problemas hablando. Sajén tiene en casa facturas del Leroy Merlin de haber comprado bidones de plástico, ácido y palas.

«Me sabe muy mal cortaros», dijo Jordi en un momento dado del debate. «Haz lo que quieras», respondió Tárrega. Madre de dios.

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En la ceremonia de ir al helicóptero Sajén seguía a lo suyo, que es meterse con Carlos y Agustín. «No puedo con los hombres de esta calaña», dijo Sajén, muy sutil y moderada, como es ella.

Salió elegido Agustín, con gran regocijo para Sajén, que puso cara como de estar sufriendo un infarto estomacal. Luego como había empate, los de la playa votaron quién iba en la segunda plaza y salió Carlos. Sajén ya tenía un tic en el ojo del reventamiento.

En directo, le dieron a Marta unos dibujos de sus hijos, por el día de la madre. Fue muy tierno todo. Uno de ellos le decía en la carta que quería regalarle una estrella. Joe, qué poderío económico, regalando astros. Marta a sus hijos les da más paga que Bill Gates a los suyos.

A las desterradas se las han llevado a otra playa, una más soleada, en una playa, con una plataforma. Lola le hizo la trece catorce a Palito. Abrió un arcón que había para guardar cosas y gritó: «TÍA HAY CENAAAAAAAAAAAA». Palito feliz. Era mentira. Palito triste.

Agustín y Carlos ya en el helicóptero parecían un comando especial a punto de ejecutar una difícil misión. Los dos ponían cara de intensitos y de mucho temple. A Carlos solo le faltaba estar disparando una ametralladora contra los vietamitas. Bueno, contra los osos polares, porque tienen el pelo tan blanco que les mandarían siempre a misiones a Siberia. El nombre en clave del comando es Copito de Nieve.

Lo que pasa es que antes de saber quién tenía que saltar se cogieron de la manita, que a ver, muy bien por mostrar sus sentimientos, pero eso lo ven los enemigos y no les toman en serio.

Y saltó del helicóptero… ¡¡CARLOS!!

Estaba más contento Agustín que el propio interesado. Agustín habla de Carlos como de una moto que quieres vender. Se pone Agustín a vender bragas con la cara de Carlos y se queda sin existencias del empeño que le pone.

Saltó Carlos y desde el helicóptero se puso Agustín a chillarle: «¡BRAVO, CARLOS, BRAVO, QUÉ GRANDE!». JAJAJA Agustín se va a tatuar la cara de Carlos en una teta. Si Agustín fuera al instituto tendría la carpeta forrada con fotos de Carlos.

La nueva localización de los encallados era Playa Cabeza de León. Estaban felices por tener por fin una playa y no una cosa flotando en el mar.

Y llegó el robo.

Gianmarco estaba feliz con su hamburguesa. La miraba como se mira a tu primer amor. Y la tenía guardadita en una bolsa dentro de su saco, en unas condiciones de conservación que lo ve un inspector de Sanidad y muerte del infarto.

Y a Marta, en su infinita bondad, se le ocurrió robar. «Yo te digo donde hay una hamburguesa y nos comemos un trozo«, le dijo a Olga, enmarronando a los demás.

«Yo no se la puedo quitar a Gianmarco», dijo Olga. «Yo sí», dijo Marta, que tiene menos remordimientos que un ciervo disecado.

«Yo me levanto, le pego tres bocados a la hamburguesa y no se entera... ve para allí y le distraes, le lloras», dijo Marta a Olga, que allá se fue, a darle palique al italiano.

«Yo se la como y no digo ni mu», dijo Marta. «Yo se la como». UUUY, picarona, que me pongo colorao. 

Tom, que para corromperle hace falta poco empeño, que él con un empujoncillo ya está en el mal camino, dijo: «Vamos y ya está, da igual» .

«Yo no le robo a un compañero si tiene una hamburguesa pequeña, pero si es grande qué más da que le de tres bocados», dijo Marta, que es muy de la redistribución de la pobreza. Es la Robin Hood de la comida ajena. Sólo que no roba para dárselo a los pobres, si no para ponerse morada.

«Te pido disculpas porque te he robado dos sushis», dijo Tárrega en el plató a Jordi.

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Y llegó la ejecución del robo. Ella y Tom se fueron para el saco y empezaron a comerse la hamburguersa. «Aprovecha y disfruta de cada momento», le animaba Tom.

«¿Pena? Pero si se ha comido una hamburguesa así…», dijo Marta cuando Albalá y Omar, escandalizados, le preguntaron sobre el asunto.

Y de hecho, les daba tan poca pena que cogieron dos veces, pan, queso, carne... Me llevo yo menos comida de casa de mi madre un domingo que estos dos del saco de Gianmarco.

«No digáis nada. Juradme que no vais a decir nada», le decía Marta a Albalá y Omar, que presenciaron el crimen. No tienen cojones a chivarse.

Y claro, llegó el momento en el que Gianmarco fue a echar mano de su hamburguesita. «Joder, pensaba que tenía más», dijo esa tarde el pobre Gianmarco, con la carita de pena y decepción que si pudiera le mandaba un Glovo con un menú del Burriquín.

¡Y sanseacabó por hoy!

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