Cuando el que es -prácticamente- tu primer trabajo en el cine es uno de los papeles protagonistas es un clásico de todos los tiempos como es La decisión de Sophie (junto a una maravillosa Meryl Streep y un Kevin Kline que no estaba mal), pues claro: todo lo que haces detrás sabe como a poco.

La decisión de Sophie es del ’82 y a una servidora, que nació en el ’83, le da entonces la sensación de que MacNicol siempre ha estado ahí. Y tanto es así, de hecho, que si echo atrás la memoria para mí siempre será el casi-malo de Cazafantasmas II, y tal vez por eso me llama poderosamente la atención ver que llevaba solo un puñadito de años (ocho, concretamente) en el cine cuando interpretó al aliado del malvado Vigo.

Parece mentira, pero MacNicol, durante los años siguientes, no se puede decir que despuntara, precisamente.

Pasó por algunas series de televisión en papeles de lo más variopinto, como Altas esferas y Chicago Hope, e incluso algún episódico de Cheers o Historias de la cripta.

Imagen de ‘Historias de la cripta’, 1994

Y participó activamente en la gran pantalla. Pudimos verlo en Esposa por sorpresa, La familia Addams, Muerte en las ondas, Bean o Drácula, un muerto muy contento y feliz, la parodia de Mel Brooks del clásico de Bram Stoker, en el ’95.

Sorprende un poco, la verdad, que con un repertorio relativamente reducido en su haber sea, sin embargo, un actor tan conocido. Puede que sea porque Peter es una de esas personas que «tiene algo» que lo hace inolvidable. Tal vez que, en realidad, es un estupendo actor, tenido en más bien poca consideración (dada su calidad interpretativa), pero no tiene el aspecto de, por ejemplo, un Brad Pitt.

Pero si un papel le vino a MacNicol que le permitiera lucirse, fue sin duda el de Bizcochito, apodo cariñoso de John Cage, abogado fundador del bufete en el que trabajaba la caótica Ally McBeal, y que tantos buenos momentos trajo a la pantalla.

Desde el ’97 hasta el 2002, y a lo largo de más de 100 episodios, MacNicol nos deleitó con su presencia. Pero, desde entonces, ha sido un poco más difícil contar con su presencia, tal vez porque ha hecho cosas muy concretas, en su práctica totalidad para la televisión (mucho de ello para la tele por cable), de manera que o veías la serie concreta en la que él aparecía, o era como si no existiera.

El primer papel recurrente tras Ally McBeal le llegó en 2007, al ser uno de los personajes principales de la sexta temporada de 24, junto a Kiefer Sutherland. Peter era Tom Lennox: Jefe de Gabinete del Presidente Wayne Palmer.

Y, al tiempo, entre 2005 y 2010 apareció en casi 100 episodios (la práctica totalidad) de Numb3rs, como el Dr. Larry Fleinhardt. (Que, por cierto, a ver si adivináis en qué película de vuestra infancia habíais visto al protagonista).

Todo esto, por cierto, sin dejar de lado su otra versión como actor: la de doblaje. MacNicol ha tenido voz en series como Justice League Unlimited, Batman, El espectacular Spider-Man (en la que era Octopus) o Ben 10.

Después de Numb3rs, se metió como el Dr. Robert Stark en algunos episodios de Anatomía de Grey que, para mí, son de lo mejor que dio la serie, junto a aquellos en los que aparecía Jeffrey Dean Morgan (Negan en The Walking Dead).

En todos estos últimos años, solo ha participado en un par de películas y, de ellas, solo una para el cine: Battleship, en 2012, en la que interpretaba al Secretario de Defensa.

Desde entonces, aparte de doblaje en animación y videojuegos, ha colaborado en CSI: Cyber en 2015 y hecho tres episódicos resultones: en Agentes de S.H.I.E.L.D., en Big Bang Theory y, el último, este mismo año en Una serie de catastróficas desdichas, de Netflix, protagonizada por Neil Patrick Harris.

Que a lo mejor estáis pensando que ya era hora de que se le viera un poco viejuno, porque parecía que no cambiaba. Pero no: seguro que ya habéis adivinado que es todo caracterización.

En estos últimos años ha aparecido también como actor invitado en Veep, en la que se le ve así de fresco y lozano:

Sí, lo sé: no envejece. Y yo tengo una teoría: es el peinado. Comparte peinado con Jordi Hurtado y Ralph Macchio. No sé cómo, pero el secreto está ahí.