La película que Michelle Pfeiffer desearía no haber hecho nunca

¿Sabéis, así sin googlear, cuántos años de carrera interpretativa tiene Michelle Pfeiffer a sus espaldas? Más de cuarenta. Se dice muy pronto, pero hace cuarenta años el cincuenta por ciento de los lectores de este blog no había nacido aún (qué narices: tampoco había nacido la menda), y del resto pocos tienen memoria histórica que les llegue tan allá.

De hecho, muy probablemente, la mayoría recordamos nítidamente a Pfeiffer por primera vez en el papel de aquella secretaria inocente a quien casi se comen viva un montón de gatos macarras. ¿Os acordáis?

Y es que, en efecto: Michelle Pfeiffer fue aquella primera Catwoman que nos regaló el cine en el Batman de Tim Burton (el Batman bueno, el que nos dio un Pingüino como Dios manda, que era Danny DeVito con chistera, y no este de ahora, que es Colin Farrell disfrazado de Jesús Gil).

Pero no nos desviemos y volvamos a nuestra protagonista:

Pfeiffer en los Globos de Oro de 2018 (GTRES)

Pfeiffer se estrenó allá en el ’79, con tan solo 20 añines, en la comedia para televisión Delta House, para terminar de convertirse en icono solo un año más tarde, cuando fue the Bombshell en B.A.D. Cats (Gatos sobre ruedas). Si hoy aún perviven los shorts vaqueros, es por Michelle.

Después de esto, el ascenso de Michelle fue imparable. Y mira que bien podría haberla liado parda al ser la prota femenina de Grease 2, en el ’82 , pero no: llegó el ’85, fue Lady Halcón, y la amamos por ello 🙂

El resto de la carrera de Michelle es prácticamente historia del cine. Durante el resto de la década de los ’80 y la de los ’90 acumuló más de una veintena de títulos para cine. Solo por mentar algunos, junto a Susan Sarandon y Cher fue una de las tres Brujas de Eastwick, estuvo Casada con todos, fue Madame de Tourvel en Las amistades peligrosas, Louanne Johnson en la inolvidable Mentes peligrosas (por cierto, ¿qué fue de Coolio?), pasó Un día inolvidable con George Clooney, fue Titania en El sueño de una noche de verano de William Shakespeare y poco después supo Lo que la verdad esconde.

Cuando llegaron los 2000, habiendo cumplido ya sus cuarenta años y con más de veinte de carrera a sus espaldas, el ritmo descendió de manera drástica. Hasta 2007 solo hizo dos películas más: La flor del mal y Yo soy Sam. A partir de entonces sus papeles han sido contados, escogidos (no siempre bien escogidos) y solo en ocasiones protagonistas. Entre sus últimos papeles están el de Janet Van Dyne en el UCM o el de la reina Ingrith en Maléfica: Maestra del mal. Este año se estrenará The First Lady, que ella protagoniza en el papel de Betty Ford.

Visto así, uno puede pensar que esta mujer ha tenido una ristra de éxitos, y solo éxitos, en su carrera. Pero esto, amiguis, nunca es así: hasta la más luminosa de las estrellas ha tenido un comienzo, una vez, y es lo habitual que entre los inicios estén las salas de lo que podría ser vergüenza. Y, aunque es cierto que no sé si «vergüenza» es la palabra indicada, sí que hay uno de sus primeros papeles del que Pfeiffer ha dicho, en más de una ocasión, que «ojalá no lo hubiera hecho nunca». Y no es de extrañar, porque no es otro que el de Stephanie Zinone, la protagonista de Grease 2, una de las secuelas más odiadas de todos los tiempos.

La original (adaptación a cine del musical teatral) se había estrenado en cines el verano del 78 y pocos podían imaginar el éxito instantáneo que cosecharía la cinta. Recordemos que Hopeless Devoted to You estuvo nominada al Oscar a mejor canción y fue la película más taquillera hasta la fecha, recaudando más de 360 millones de dólares, cuando había tenido un presupuesto de seis millones.

Así el panorama, Allan Carr firmó con Paramount la producción de la secuela, duplicando el presupuesto. Grease 2 se estrenó en 1982 bajó dirección de Patricia Birch, coreógrafa en la primera película. Ken Finkleman, famoso comediante, fue el encargado del guion. Pero ni los compositores ni los protagonistas de la primera entrega quisieron participar de la secuela, de manera que la película se ambientó en el mismo instituto, el Rydell, pero dos años después de decir adiós a Travolta y Newton-John. Eso sí, presenta de nuevo una historia de amor entre una pink lady, la líder, nada menos, interpretada por Pfeiffer, y Michael Carrington, el primo inglés de Sandy (Newton-John en la primera).

Pfeiffer tenía 23 años cuando fue elegida para el papel y era, en realidad, su primer papel importante. Sobre su elección dijo que

Fue realmente extraña para mí. Había estado tomando clases de canto y había tomado clases de baile, porque me encantaba bailar, pero nunca me había considerado un profesional en absoluto. Fui a esta audición por casualidad, y de alguna manera, a través del proceso de volver y bailar, y luego volver y cantar, terminé obteniendo el papel.

También contó, en varias ocasiones, que «odiaba ser el centro de atención».

Cuando la película se estrenó se convirtió en un fracaso comercial con tanta rapidez como la primera se había convertido en un éxito rotundo. Recuperó con muchísima dificultad los trece millones que había costado y suspendió estrepitosamente entre la crítica y el público.

Para la pareja protagonista (Pfeiffer y Maxwell Caulfield) fue un enorme golpe. La actriz siempre dijo que «Todo se exageró demasiado antes siquiera de que la película saliera a la luz. Maxwell y yo estábamos siendo metidos a la fuerza por la garganta del público en enormes anuncios de página completa. Era imposible estar a la altura de todo aquello, y no lo estuvimos, así que el choque fue muy fuerte».

Pfeiffer estuvo a punto de quedar relegada al olvido. Su agente contó más tarde que papeles que ya estaban sobre la mesa empezaron a desaparecer misteriosamente. Pero, justo después, tuvo una gran oportunidad que supo aprovechar, y su papel estelar en Scarface la colocó en el lugar que merecía.

A partir de ahí, afortunadamente, el resto es historia del cine.

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