Nació en lo que todavía era Alemania Occidental en 1952. De padre polaco y madre rusa, Roswicha Bertasha Smid Honczar llegó a Barcelona en los años ’70 para trabajar como modelo y dio el salto al cine bajo el nombre con el que pasaría a la posteridad: Nadiuska.
Se convirtió en un mito erótico, e incluso llegó a tener un pequeño papel en la mítica Conan el Bárbaro, en el 82, junto a Arnold Schwarzenegger.
El pasado mes de enero, quien fuera mito erótico para muchas personas cumplió 70 años y, en los últimos 20, apenas nadie ha sabido nada de ella.
De hecho, se le empezó a perder la pista a finales de los ’90 (exactamente en 1999), después de empezar a manifestar trastornos de salud mental y ser diagnosticada de esquizofrenia, circunstancia que se sumó a unos problemas económicos cada vez más acuciantes, y fue ingresada en el hospital psiquiátrico Alonso Vega, donde le dieron el alta tres años más tarde.
Sin recursos económicos, comenzó vagabundear por las calles de Madrid, rebuscando comida en los contenedores después de que dejaran de servirle por las deudas, viviendo en un pequeño piso en Chamberí y contando, a quien quería escucharla, que su novio era el Rey Juan Carlos, y que por eso tenía tapadas las ventanas con sábanas. Concha Velasco, en el programa Tiempo al tiempo, intentó dar a conocer su historia con el fin de ayudarla, pero no obtuvieron los resultados que esperaban y, quien fuera icono del cine español en la época del destape, simplemente, acabó por desaparecer.
Fue justo hace una década cuando la revista Interviú localizó a la actriz ingresada en un centro psiquiátrico, de nuevo: un centro de servicios sociales en Ciempozuelos de las Hermanas Hospitalarias, donde levantaron un seto que impedía ver el interior del recinto después de que algunas fotos fueran robadas. La revista le hizo entonces un reportaje bien diferente a aquellos que le hacía durante los años ’70, cuando en sus primeros números eran otras sus referencias.
A pesar de que, a día de hoy, sigue sin aparecer en la vida pública, sí se sabe que continúa en el convento de Ciempozuelos y, según relató un trabajador del centro para El Español, «lleva una vida tranquila y calmada. A veces sale a pasear por el pueblo y está muy bien».