Hay algunos nombres que llevan asociada, de manera inexorable, la palabra madurez. Puede que porque la mayoría de los cinéfilos aquí presentes ya los conociéramos siendo (ellos) mayores, y no entra en nuestra blandita y rosada masa cerebral la idea de que, una vez, fueron jóvenes. Tal podría ser el caso de, por ejemplo, Sir Ian Mckellen o Morgan Freeman.
Pero nuestro prota de hoy es otro de los grandes veteranos, y lo es porque hace poco me he enganchado a Trust, la última de FX (que puede verse en la plataforma streaming HBO) y él es el patriarca del petróleo: Donald Sutherland.
Supongo que va con el oficio, pero a mí me es imposible verlo en esta soberbia actuación, en la que -entre otras cosas- se niega como anciano, y no preguntarme por los orígenes (como actor) de quien ha sido el malvado Presidente Snow en la saga de Los juegos del hambre.
(Por cierto, ¿sabíais que Jennifer Lawrence empezó siendo mascota en Monk?).
Así que ahí que me fui a indagar y ¡vaya! Pues sí que ha cambiado este hombre con los años, sí 🙂
Ya desde sus inicios se veía que era un todoterreno, porque de un papel a otro, con poco tiempo de diferencia, era capaz de hacer unos giros interpretativos importantes y bordarlos de tal manera que no se reconoce al actor tras el personaje: se ve tan solo al personaje en sí, como es el ideal.
Se hace difícil seleccionar solo algunos títulos de su carrera, porque casi sesenta años actuando son muchos años. Y uno podría pensar que la culpa de que ahora solo podamos pensar en un Sutherland canoso y con barba podría ser de, por ejemplo, Los pilares de la tierra de 2010, Orgullo y Prejuicio de 2005 o incluso The Italian Job de 2003, pero lo cierto es que te vas a 1995 para ver Estallido y ya estaba igual:
Y, sin embargo, no es mucho más atrás donde nos encontramos a un Donald de pelo castaño y perilla a juego, entrenando a la cazavampiros más famosa de todos los tiempos en el papel de Merrick en Buffy, en 1992:
Pero, para cuando llegó ese momento, la presencia de Donald era siempre el punto de calidad de cualquier cinta, y eso se consigue con una treintena de años actuando a las espaldas. Porque Sutherland, ahí donde lo veis, se estrenó en pantalla en el lejano 1962.
De sus «primeros» años, se suele traer a la memoria La invasión de los ultracuerpos: un film de terror de 1978 en el que Donald interpretaba a su protagonista, Matthew Bennell, en un mundo en que los seres humanos estaban siendo sustituidos uno a uno por una raza de clones carentes de emociones (claro que por entonces éramos casi la mitad de población mundial… Ahora seguro que les daría perezona).
De ese mismo año es Animal House, otro de sus trabajos más recordados y, solo un poco anterior (1971) otro clásico: Klute.
Pero yo donde me he quedado un poco traspuesta ha sido al encontrarlo, jovencísimo, loquísimo y desconocidísimo, en Doce del patíbulo, de 1967:
Treinta y dos años, tenía. Y cinco de carrera, por entonces. Y cuando digo «desconocidísimo» no quiero decir irreconocible, porque esa franja de cara entre su nariz y sus cejas es única (y antientrópica, por lo que se ve). Quiero decir desconocidísimo. Porque los del patíbulo serían doce, pero Donald no estaba entre ellos:
Muchos grandes: Lee Marvin, Charles Bronson, John Cassavetes, Telly Savalas… Oye, ni una mujer en todo el cartel, ¿eh? Que no os engañe Trini López, que es un cantante tejano.
Como sea, y aunque os he dicho que su carrera empezó en 1962, yo os voy a dejar aquí este fragmento de Hamlet en Elsinore, una adaptación para TV de 1964 de la obra de Shakespeare en la que Sutherland interpretaba a Fortinbras, Príncipe de Noruega.
¿Es cosa mía, o se da un aire a Joffrey Baratheon?
No sé, será cosa de la nobleza…
Se supone que sabes de cine y no eres capaz de decir más películas de uno de los mejores actores vivos; ha trabajado con Fellini y Bertolucci, así como protagonizó una de las mejores películas de espías: El ojo de la aguja. Hay que informarse un poco
23 abril 2018 | 9:18 pm