Sobre bondad, maldad, indiferencia y complicidad

Por Angélica Velasco Sesma

Cuando se habla de la esencia del ser humano, hay quienes sostienen eso de que “el hombre es un lobo para el hombre”, remarcando la maldad inherente al homo sapiens. También podemos escuchar eso de que “el ser humano es bueno por naturaleza”, un ser lleno de empatía, solidaridad y altruismo. Pero, ¿qué somos las personas en realidad, buenas o malas? Tal vez la solución a este dilema pasaría por admitir que somos capaces de la más absoluta maldad pero también de una gentileza y compasión profundas. En un mundo lleno de violencia, numerosas personas dedican su vida a luchar contra las injusticias y a hacer de este mundo un lugar mejor.  Esto me llena de esperanza.

Sin embargo, el panorama mundial es desolador: hambre, guerras, racismo, sexismo, xenofobia, devastación ambiental, violencia extrema, dominación. Pero, a pesar de todo, numerosas personas dedican su vida a luchar contra las injusticias y a hacer de este mundo un lugar mejor. Si bien el altruismo brilla por su ausencia en demasiadas ocasiones, creo que la mayoría de las personas tendemos a rechazar la violencia. Lo creo o quiero creerlo pero, en cualquier caso, gran parte de la población firmaríamos por un mundo pacífico e igualitario.

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No nos gusta que nos tachen de violentos. Nos esforzamos por demostrar que estamos a favor de la justicia social, que somos personas comprometidas con los valores democráticos. “Libertad, Igualdad, Fraternidad (Sororidad)”: ¿quién puede no defender estos principios actualmente? Queremos ser buenas personas. Y esperamos que el resto también lo sea. No nos gustan aquellos que disfrutan con la violencia. Preferimos a quienes se sienten horrorizados por ella. Estaríamos de acuerdo en establecer que el ideal de ser humano sería aquel que actúa con respeto y compasión hacia el resto. ¿Quién no querría un mundo lleno de personas así, colmadas de generosidad y empatía?

Pero, a pesar de que gran parte de la población mundial aspira a conseguir un mundo no violento, lamentablemente, demasiados miembros de este grupo de personas defensoras de la solidaridad y el respeto permanecen impasibles ante una violencia atroz que afecta a un número incalculable de individuos. Me refiero, por supuesto, a la violencia que ejercemos sobre los animales no humanos. 

Muchas querríamos un mundo guiado por la empatía y la compasión. Y, sin embargo, miramos para otro lado cuando la violencia se ejerce sobre el cuerpo de seres que no pertenecen a nuestra especie. Nos escandalizan las injusticias que sufren otros seres humanos y queremos que estas injusticias desaparezcan. Responder de este modo ante el sufrimiento humano es totalmente necesario. Pero también es necesario responder de esta manera ante el sufrimiento animal si aspiramos a un mundo no violento. No podemos alcanzar la no violencia si las personas permanecemos indiferentes o si, incluso, somos cómplices de una violencia incalculable en tanto a intensidad y al número de seres a los que afecta.

Hablamos de la privación de libertad de millones de animales en zoológicos, acuarios o circos. Hablamos de la tortura en “espectáculos” como la tauromaquia. Hablamos del sufrimiento infinito de animales sobre los que se prueban cosméticos o productos de limpieza. Hablamos de la muerte de individuos no humanos como consecuencia de nuestro modelo socioeconómico ecocida que acaba con el hogar de miles de especies (incluida la nuestra). Hablamos del desgarrador sufrimiento físico y psicológico de miles de millones de animales que son traídos al mundo exclusivamente para saciar nuestro gusto por un sabor concreto. Nosotros conseguimos un placer banal. Ellos pagan con su libertad, su bienestar y su vida. ¿No habíamos quedado en que la mayoría queríamos un mundo pacífico? ¿Dónde está la paz en nuestra relación con los animales? ¿Dónde la solidaridad, el respeto y la empatía? ¿Tendremos que admitir finalmente que somos monstruos malvados o, por el contrario, tomaremos conciencia de estos comportamientos perversos y trabajaremos para eliminarlos? Pensemos en ello.

Angélica Velasco Sesma es doctora en Filosofía y Profesora de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valladolid. Autora de La Ética Animal. ¿Una cuestión feminista? (Cátedra, 2017), Secretaria Académica de la Cátedra de Estudios de Género de la Uva y miembro de la Red Ecofeminista. 

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