Mi casa es mi madre

Por Nuria Coronado 

Desde hace días hay cinco palabras que no paran de darme vueltas en la cabeza y patadas en la boca del estómago. Son cinco palabras cortas y sencillas que gritan al mundo, a partes iguales, el amor y el dolor más absoluto: “Mi casa es mi madre”… “Mi casa es mi madre”… “Mi casa es mi madre”… “Mi casa es mi madre”…“Mi casa es mi madre”.

Quien las dice tiene muy poca edad, once añitos de nada, pero ha vivido tanto y tan duro, que es como escuchar a un “viejico sabio y tierno”, tal y como dice su madre. Quien las pronuncia es Gabriel y quien las escuchó hace nada en la dura distancia, es Juana Rivas. Quince letras que puestas en fila te dejan sin respiración, pensando en todos esos abrazos que él y su hermano Daniel (de tres años), no tienen porque les falta el calor de quien les parió y que cada día les quiere y les echa en falta a más no poder.

Que Gabriel hable de que no le importa dónde estar porque “su único hogar es su madre”, es el triste reflejo de una sociedad enferma, loca, perdida y que deja a la deriva y sufriendo no solo a las mujeres que padecen la lacra imparable de la violencia de género, sino también a quienes viven la infancia siendo testigos y sufridores de la misma.

Una de las ilustraciones del libro Hombres por la igualdad. Autora: Catalina Flora

Es una infancia que, como escuché al cantautor Rafa Sánchez mientras le entrevistaba para mi libro Hombres por la igualdad, está preñada de miedo, pánico y terror. “Crecí con el cotidiano temor de pensar que un día llegaría a casa desde el cole y encontraría sin vida a mi madre. Finalmente no fue así pero presencié cosas que no debiera presenciar ningún niño ni ninguna niña, porque cuando esto sucede no se saborea la inocencia, no se respira en ella porque te la roban, y una parte muy importante de ti se ve obligada a desconectar de la pureza. Es una herida que sangra sin fin”, explica.

Una herida que por desgracia también conoce bien Francisco Orantes, uno de los 11 hijos de Ana Orantes (la granadina que hace 20 años plantó cara a los malos tratos y palizas que sufrió durante 40 años de su pareja y fue a un plató de televisión a contarlo) y quien dos décadas después sigue sin recuperarse de su pasado. “La seguridad no estaba en mi casa, solo había inseguridad, miedo. Cerrábamos con pestillo la puerta de la habitación porque teníamos miedo. ¿Cómo voy a decir que él podía ser un buen padre? Mi madre por desgracia murió, pero me tocó la mejor madre del mundo. Si tuviera que volver a vivir todo lo pasado la volvería a querer como madre. No la cambio por nada”, recuerda triste.

Para que dejen de sucederse tristes infancias como estas, se tiene que pasar de las palabras vacías a los hechos contundentes. Se ha de cambiar la cultura machista que comienza en los salones de las casas por “la pedagogía de los amores”, tal y como recalca Sánchez. “El territorio de las emociones. Es ahí donde hay que demoler construcciones condicionantes, desvelar la ancestral manera de vincularnos emocionalmente desde el apego y la posesión, y otras muchas cosas que requieren luz y un trabajo en profundidad en este ámbito. Hay que poner mucha atención en los hogares y en la escuela para no reproducir esquemas de pensamientos que solo conducen a enquistar los anclajes del machismo como construcción cultural”, comenta.

De esta manera educaremos en igualdad en lugar de vivir en un mundo patriarcal que rompe las vidas de demasiados menores y que en la mayoría de los casos cuesta sanar. “Te haces adulto y si tienes suerte (yo tuve mucha) la vida te pone delante personas y espacios que te salvan. Y aprendes a mirar a aquel niño que fuiste y lo abrazas sabiendo y sintiendo que te hiciste un hombre. Miro hacia atrás sin resistencia, sin resentimiento, con una infinita compasión. Y eso me curó. Puede parecer extraño pero abrazo mi historia con amor. Soy lo que pasé y lo que me pasó. Paradójicamente le debo mucho a lo vivido, le debo todo. Mi mirada hoy ante la vida se tejió en esos años y en la lenta y sosegada elaboración que he hecho de todo aquello como adulto y como hombre”, finaliza Rafa Sánchez.

Nuria Coronado es periodista y autora del libro Hombres por la Igualdad (Editorial LoQueNoExiste)

 

1 comentario

  1. Dice ser año nuevo vida identica

    La persona que firma este escrito parece olvidar, obviar, despirtar o, incluso diría yo, trangivesar la historia dejando a un lado que Juana Rivas fue acusada de secuestro.

    Si así caminamos hacia la igualdad…mal vamos!

    02 enero 2018 | 09:44

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