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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Espíritu punk, melodía pop

Aguerridos, afilados, crudos. Pero también dulces, tarareables y pegadizos. Así son The Muffs, una de mis bandas predilectas del punk pop californiano de los 90. Y uno de esos grupos a los que siempre quise ver en directo. Hoy, 13 años después de su última visita, y en plenos preparativos de lo que será su nuevo disco, The Muffs actúan en Madrid.

Liderados por la simpar Kim Shattuck, una de las voces más singulares y enérgicas de la penúltima generación punk, The Muffs comenzaron su andadura en 1991. Tras publicar un par de singles con Sympathy for the Record Industry y Sub Pop, y hacerse un nombre gracias a su pasmosa facilidad para combinar melodía y mala leche, firmaron un contrato con la multinacional Warner para editar su primer álbum, el imprescindible «The Muffs» (1993). Y cómo empezaba, el jodío:

The Muffs tenía muchas papeletas para convertirse en una de las bandas de moda. Era el momento, con grupos de chicas como Hole, L7 o Elastica triunfando en las radios, y el sonido del punk melódico de Green Day y Offspring a punto de explotar. Pero no fue así. Quizás porque The Muffs nunca se casaron con nadie y prefirieron seguir su propio camino: No parecían ser especialmente cool como para arrasar en la MTV, a pesar del carisma de su líder. Tampoco encajaban en el movimiento Riot Grrrl, (el feminismo se la traía bastante floja, lo suyo era pasarlo bien). Quizás, y simplemente, no estuvieron en el lugar apropiado en el momento apropiado. O no quisieron. Tras publicar los otros dos discos acordados por contrato con Warner -«Blonder and Blonder» (1995) y «Happy Birthday to Me» (1997)-, The Muffs volvieron a la independencia para publicar tres discos más, el último de ellos de 2004, «Really really happy», con un sonido algo más dócil pero igualmente irresistible:

La trayectoria de The Muffs ha contribuído a que se hable de ellos empleando la tan recurrente etiqueta de grupo de culto. Y claro, por fin llega el día en el que vuelven a subirse a un escenario y sus fans acudimos fieles a la cita. No podía ser de otra manera.

Y es que, aunque ya no seamos adolescentes, mola acordarse por un rato.