El tesoro escondido en los excrementos marinos

Cristina Cánovas* cristina

La excreta en la naturaleza. Si escuchamos estas palabras, lo normal es imaginarse un montón de excrementos de animales repartidos por doquier. Sin embargo, es difícil suponer todo lo que da de sí este asunto.

Por ejemplo, centrémonos en la ‘reina’ de las excretas, el excremento de ballena. Estos  colosos del mar como no podía ser de otra manera, defecan a lo grande, y cuando lo hacen se convierten en auténticos fertilizadores del océano. Este estiércol marino que la naturaleza ha diseñado sabiamente para ser ‘descargado’ cerca de la superficie oceánica, contiene ingentes cantidades de hierro y nitrógeno que proceden de la dieta de la ballena: el krill. Las algas, los jardines flotantes que habitan en la capa eufótica del océano donde llegan los rayos solares, se nutren de esos elementos favoreciendo así su crecimiento y, por ende, su actividad fotosintética. Ni qué decir tiene que cuanta más fotosíntesis menos CO2, con lo que además se reduce el efecto invernadero en el mar. Un tesoro esta excreta.

Ámbar gris

Ámbar gris/MNCN

Pero para tesoros que literalmente valen su peso en oro, tenemos la excreta de un cetáceo en particular: el cachalote (Physeter macrocephalus). El animal dentado más grande que existe también es el autor de la deposición más cara, consecuencia de una mala digestión de los grandes calamares de los que se alimenta. Es conocida como ámbar gris, y lo curioso es que no es ni ámbar, ni exactamente gris. Debido a sus propiedades químicas, sí es un excelente fijador de olores, y por eso ha sido siempre tan apreciado por la industria del perfume. Hoy en día su comercio está prohibido en casi todos los países, porque el cachalote es una especie amenazada. Menuda joya de excreta.

Y hablando de excretas que son joyas, no podía faltar el adorno femenino por antonomasia, la perla. Este cuerpo blanquecino y no siempre redondo, es en realidad el resultado del instinto de protección de la ostra. Cuando entra un cuerpo extraño en su interior, lo recubre mediante capas de carbonato cálcico que va excretando hasta dar lugar al nácar, también conocido como madreperla.

Perla Peque–a

Ejemplar de perla/MNCN

Todo el mundo sabe que siempre ha sido una de las joyas más deseadas, pero lo que quizá no sea tan conocido es el papel que una perla tuvo en el romance entre Marco Antonio y Cleopatra. Cuenta Plinio el Viejo en su Historia Natural que la última reina del Antiguo Egipto, Cleopatra Filopátor Nea Thea (para abreviar Cleopatra VII), retó al militar romano a una apuesta, en la que ella le brindaría el banquete más opulento de su vida. Al finalizar éste, Marco Antonio quedó muy satisfecho pero también un tanto defraudado, pues parece que los había visto mejores. En ese momento Cleopatra, en un movimiento que bien podría ser ‘jaque al rey’ se quitó su pendiente y la delicada y valiosísima perla que adornaba su oreja se disolvió en vinagre de vino dejando estupefacto al pobre romano. Al beberse el vaso de vino más caro de la historia Cleopatra no sólo ganó la apuesta, sino que también conquistó el corazón de Marco Antonio.

Estos son solo algunos ejemplos del asombroso mundo de la excreta, y no hemos salido del agua…

*Cristina Cánovas es bióloga y coordinadora de exposiciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) del CSIC. Participa en el comisariado de la exposición ‘Excreta: una exposición (in)odora, (in)colora e (in)sípida’, que se puede visitar en el MNCN hasta finales de abril.

2 comentarios

  1. Dice ser Warp

    Por no hablar del café de civeta…. aunque ya pasamos a tierra.

    30 diciembre 2014 | 13:41

  2. Dice ser Antonio Larrosa

    Muy buen artículo. me ha fascinado la historia de Marco y Cleopatra.

    Clica sobre mi nombre

    30 diciembre 2014 | 17:40

Los comentarios están cerrados.