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Ko, el niño limpiabotas

Por Gabriel Díaz, cooperante de Global Humanitaria

Ko, junto a su familia, a las afueras de Phnom Penh. (Juan Díaz/Global Humanitaria).

Ko, junto a su familia, a las afueras de Phnom Penh. (Juan Díaz/Global Humanitaria).

Ko es un niño de 13 años que vive en una villa a unos 35 kilómetros de Phnom Penh, desde que una constructora forzó a su familia a marcharse de la capital camboyana. Allí se instalaron en una casilla hecha de pedazos de madera y caña. El interior está vacío y oscuro; fuera de aquel delgado techo no hay árboles, no hay agua, no hay animales. Ésta fue la única salida que les ofrecieron. Sin trabajo los padres, a tan larga distancia del movimiento de la ciudad, la supervivencia de la familia depende de Ko.

El niño explica que gana unos rieles lustrando zapatos en Phnom Penh, y vendiendo las cerillas que encienden los inciensos de los devotos que llenan los templos budistas durante las fiestas religiosas. Es muy tímido, sus ojos son enormes y tiene el hablar suave y pausado. Cuenta que una parte del dinero que gana al día -con suerte, unos tres dólares- se lo gasta en transporte. Pero no hay alternativa. Desde su metro y algo de estatura es consciente de que si no viaja hasta la ciudad no hay ningún ingreso en la familia.

Las calles de Phnom Penh están llenas de niños trabajadores como Ko, que juegan y van a la escuela cuando encuentran tiempo, y se ocupan de su propia supervivencia. El parque de diversiones New Garden, comenta el niño, es un buen sitio para sacarse unos rieles lustrando zapatos o vendiendo mangos. Allí acuden a diario cientos de camboyanos y extranjeros para pasear y pasar el rato.

Algún día hasta New Garden llegó el australiano Damien Walker, profesor de inglés de 27 años, y convenció a Ko para que lo acompañase a su apartamento de la capital. Llevó a Ko y a cinco niños más, de los que abusó sexualmente en reiteradas ocasiones, como pudieron comprobarlo los investigadores de Protect, proyecto de Global Humanitaria. Tras la denuncia a la policía local y el juicio, Walker fue condenado a 10 años de prisión.

En repetidas ocasiones, los investigadores pudieron ver cómo desde la ventana del  apartamento de Walker destellaba el flash de la cámara con la que tomaba fotografías a los niños para archivarlas luego en su ordenador. Los niños marchaban con él y permanecían en la casa hasta la madrugada, porque el profesor tenía la precaución de despedirlos antes del amanecer, para evitar ser visto por los vecinos.

Luego de conocer la historia, con el fotógrafo Juan Díaz recorrimos varios kilómetros en una moto-taxi hasta la cárcel Prey Sor, la principal de la capital camboyana, para hablar con Walker. Ya sentado en la sala de visitas, veo que se acerca por la senda que zigzaguea el patio de la prisión. Es un tipo muy delgado, alto, con mirada y actitud desenvueltas. Enseguida queda claro que Walker es profesor de inglés. De sus labios secos salen palabras tremendamente firmes. Y mira fijamente a los ojos.

Nuestro breve diálogo en inglés fue seguido por un guardia penitenciario. Le pregunté cómo había ocurrido todo aquello; me relató la historia ya conocida y no dudó en decirme que era consciente de su trastorno, de los delitos cometidos y remarcó convencido que fuera de la cárcel volvería a sucederle lo mismo. Nunca antes el Proyecto Protect se había topado con un caso que involucrara a un pederasta tan joven.

“Sólo me arrepiento de no haber hablado con mi familia a tiempo, porque ahora estoy seguro de que me hubieran ayudado. No me atreví a hablarlo con nadie. De haberlo hecho me hubiera quedado al margen de la sociedad. Australia era la muerte para mí. Ahora creo en Dios y no quiero que me saquen de aquí”, aseguró.

Todas las personas que consultamos en Phnom Penh coincidieron en que los delitos sexuales cometidos por pederastas extranjeros en el país asiático son más visibles que hace algunos años. Las campañas de sensibilización han ido en aumento, así como el compromiso de determinadas cadenas hoteleras y servicios de transporte, piezas clave en la lucha contra estos abusos.

En el transcurso de diez años Protect ha investigado 472 casos de pederastia, ha asistido social y legalmente a más de 600 niños y niñas víctimas de abusos sexuales, entre ellos Ko. La colaboración con las autoridades locales ha dado como resultado la detención, juicio y condena de más de 180 agresores.

9 comentarios

  1. Dice ser Ester

    Una historia entre muchas, todas ellas importantes. La razón para que este proyecto exista.
    Ningún acto de abuso o explotación sexual a un o una menor, sea realizado por alguien sano o enfermo, tiene justificación alguna…
    ¡En lucha por la protección de todos los niños y niñas!

    09 diciembre 2013 | 11:45

  2. Dice ser Pep

    Actuemos, denunciemos estas barbaridades cometidas contra los seres más indefensos. He visto un documental escalofriante de curas pederastas que abusaban de niños sordomudos hace cuarenta años…La historia de Ko es reciente y por el trabajo de mucha gente esto se puede saber y perseguir.

    09 diciembre 2013 | 12:15

  3. Dice ser Lean

    Habría que preguntarse por qué los niños siguen sin ser sujeto de derecho al mismo nivel que un adulto. Los abusos deben ser perseguidos con la dureza que se merecen: donde hubo una vez un niño queda un ser herido que tal vez nunca se recupere.
    Que estos delitos no queden impunes.Ayudemos a defender los derechos de estos niños

    09 diciembre 2013 | 17:24

  4. Dice ser Xavi

    He viajado por el Sudeste Asiático (Indoneisa, Vietnam, Tailandia) en varias ocasiones y siempre he intuido que detrás de ése tópico de «no tienen nada pero siempre sonrien» se podían esconder historias como la de Ko que hablan de la miseria de algunos seres humanos ruines y poderosos por tener algo dónde nadie tiene nada, o casi nada. Gracias por el relato Gabriel y por el trabajo de Global Humanitaria.

    09 diciembre 2013 | 19:18

  5. Dice ser Cecilia Canessa

    Que importante informar y denunciar estos hechos para tratar de erradicarlos con la ayuda de todos.
    No hay derecho a que sucedan estas cosas. Las consecuencias que conllevan los abusos sexuales, sobre todo en la niñez, son muy difíciles de sobrellevar. Ojalá que Ko y todos aquellos niños que han sufrido un abuso puedan recibir la ayuda psicológica necesaria para afrontar su vida de la manera más sana. Ojalá que las personas enfermas que abusan de los niños, reciban el tratamiento adecuado para recuperarse y la condena que merecen.

    09 diciembre 2013 | 19:38

  6. Dice ser Maria

    Me genera mucha compasión, Ko y todos los niños que sufren esas situaciones, pero también el australiano. Que tristeza, pero que bueno que salga a la luz.

    Pienso, sin saber mucho del tema, que si hubiera menos tabú, y las personas que tienen ese problema pudieran tener acceso a una ayuda profesional, seria un buen avance.

    09 diciembre 2013 | 20:25

  7. Dice ser Luis

    Leyendo este fuerte relato queda a la vista el asqueante comportamiento del ser humano para con sus iguales. Los bajos instintos que no reparan en edad, raza o lengua de las víctimas. Los derechos humanos deberían ser solamente para los humanos derechos. Ko es un ejemplo de la pobreza del mundo y la gran distancia que cada vez se pronuncia más entre los que tienen y los que no. Ojalá las personas y organizaciones de bien puedan ayudar a mucha más gente como Ko. Mucha fuerza y energía positiva para tan difícil tarea.

    09 diciembre 2013 | 20:55

  8. Dice ser maria

    que fuerte esta historia, se que no es la única,
    pero impresiona

    09 diciembre 2013 | 20:56

  9. Dice ser juan

    El relato es conmovedor, y el trabajo de esta ONG me parece admirable. Que no pare la ayuda a todos los niños que sufren o sufrieron abusos, quizás mañana también ellos puedan ser hombres y mujeres felices.

    11 diciembre 2013 | 04:12

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