Violenta bronca entre participantes de ‘Gandía Shore’

Antes de nada, perdonad el retraso del resumen, pero es que he estado ocupado procurando no morirme deshidratado. No digo más.

Si es que es inherente al ser humano. Tu metes en un casoplón con piscina y jacuzzi a Ghandi, la Madre Teresa de Calcuta y Martin Luther King y acaban a hostia limpia el segundo día.

Por lo que, ¿cómo le vamos a pedir peras al olmo a un hatajo de vigoréxicos y chonis territoriales?

El caso es que lo primero que me sorprendió de la última emisión fue que el programa está clasificado como no apto para menores de 7 años. ¿7 años? Vamos a ver, tu le pones este programa a un niño de ocho años y acaba en terapia el resto de su vida.

O eso, o en un gimnasio y con extensiones, que todo puede ser. Es mucho más seguro ponerles Holocausto Caníbal o esa educativa de Fue a por trabajo y le comieron lo de abajo. Total, por lo menos aprenden algo.

Total, que al final no se fue Ylenia. Arantxa y Gata, que estaban haciendo la fotosíntesis en el jardín, intentando evaporar algo de alcohol, interceptaron a la mujer del cabello oxigenado y le comieron la oreja.

En esas llegó Labrador y se puso a filosofar con ella sobre el origen de la vida y el propósito por el que estamos en esta tierra. Eso me pareció entender, porque no creo que le dijera que se quedara porque si no se quedaba sin marisco fresco.

«Me quedé pensando», dijo Ylenia. Y por pensar entendía dormir la mona en una hamaca del patio, como un lagarto de los que van dentro de una botella de tequila. El caso es que le cundió, porque decidió quedarse.

Por la mañana, y por la mañana entenderemos las cuatro de la tarde, que es cuando amanecen Carmen Lomana y los de Gandía Shore, tanto Ylenia como Core se llevaron una bronca de Labrador por beber mucho.

Sí, es como si Jack el destripador le echara la culpa a Freddie Krueger por matar mucha gente. Conclusiones: Ylenia: «Beberé menos». Core: «El alcohol me afecta demasiado».

Estas dos dechadas de virtudes, que las metes en el convento de las hermanas ursulinas y a la semana se llama Club Paraíso, decidieron hacerse confidencias. Más que nada Ylenia, que le dijo que se había enamorado de Labrador. No lo voy a criticar, hay necrófilos y nadie dice nada.

Entonces todo se fue a la mierda. O mejor dicho, la mierda se fue al todo. O sea, que alguien de esa casa caga hormigón armado de tiro rápido y en una de sus deposiciones dejó el váter cerrado como la escotilla de un refugio nuclear.

Y todos, uno por uno, fueron pasando por allí viendo los navíos del hundir la flota en la taza y sin hacer nada. Hasta que Abraham, que tiene alguna neurona aún útil, decidió llamar a un fontanero.

No tengo más que buenas palabras para el profesional que les atendió. Primero por no decir ni pío sobre los icebergs color otoño que flotaban en el atasco. Segundo por arreglarlo con una fregona y tercero por cobrarles solo 40 euros por semejante marrón.

¿Pues no le pareció al pijo del tupé-faro de Alejandría que no debería haber cobrado nada? Sí, amigos Abraham se sentía como un jeque árabe y había decidido despacharle con 10 euros nacidos de su magnanimidad?

En otro orden de cosas, los amigos de Clavelito, o sea Geranito, Rosito y Margarito, fueron a visitarle. Como son dulces, tiernos y delicados, encontraron a Clavelito durmiendo y le despertaron a hostia limpia.

Inmediatamente, Ylenia y Core se pusieron en modo máquina fregadora on, porque iban humedeciendo y cepillando el suelo por donde pasaban. O sea, que los amigos de Clavelito (y mira que uno podría hacer de extra de Chita en una de Tarzán) les molaron.

Con lo que más disfrutó Ylenia fue con los supuestos celos de Labrador. Pero el caso es que Labrador no estaba preocupado por ella. Es más, fue el que más miró a los nuevos maromos.

A ver, que no pasa ná, pero eso muy heterosexual no parecía, con siete tíos sin camiseta, musculados, bailando, pasando de las tías y mirándose los unos a los otros haciendo comentarios sobre el cuerpo de los demás. Eso no parecía Gandía Shore, parecía Gandía Shauna.

Pero al menos uno de ellos demostró interés por las mujeres. Bueno, por Arantxa. Le comió los morros que parecía un análisis de saliva. Había más ADN de la muchacha en la lengua del tipo que en la propia Arantxa.

Del fin de aquella noche hay que destacar dos cosas:

1.- El bocadillo de lata de Labrador (sí, es el que le echa la bronca a la gente por beber mucho).

2.- Arantxa secándose la boca con el secador del pelo, probablemente para evaporar las babas del amigo de Clavelito.

La propia Arantxa y la forma de vida de presencia intermitente conocida como Gata están calientes como para forjar espadas con el mejillón barbudo.

«Bailábamos súper sensuales«, dijo Gata, refiriéndose a una serie de movimientos espasmódicos inconexos parecidos a los estertores de una muerte por asfixia.

Al final fue el jacuzzi el que pagó el pato. Más concretamente los chorros del aparato. «Esto te relaja mazo el chocho y el culo», dijo Arantxa. Eso no era un jacuzzi, amigos, era un cocedero de marisco.

Unos apuntes sobre la relación de Ylenia y Labrador, que el día menos pensado veis en un reportaje del National Geographic:

– «Llega la noche y se pone más cariñosito«, dijo Ylenia. A ver, amiga de cabellera desteñida, no es cariño, es el celo.

– «Busco una mujer que esté buena, pero con un poco de cabeza«, dijo Labrador, que estuvo saliendo con la hermana de Stephen Hawking y la dejó por lela.

– «He notado acercamiento«, dijo Ylenia después de uno de sus coitos nocturnos. Cuando al César lo inflaron a puñaladas lo último que dijo antes de morir fue «he notado acercamiento». Ylenia es una enamorada de las metáforas históricas.

Y llegó el cumpleaños de Arantxa. Cumplía 21 años muy bien aprovechados en términos de reducción de excedentes de bebidas espirituosas.

Cuando sus amigos fueron a comprarle los regalos le dijeron a la dependienta que estaban buscando algo para una chica de 21 años. Luego tuvieron que concretar, y dijeron «así como choni». La dependienta les mandó a la sección de estampados de leopardo.

Para completar el regalo, echaron a la bolsa un vibrador por control remoto. Espero que se pueda conectar a la corriente, porque si no, la muchacha se arruina comprando pilas. Más que nada porque Gata, que es higiénica como un estreptococo, quería compartir el aparatito.

Gata, que es muy de hacer manualidades para regalar, llamó a un stripper. La muchacha está desatada. Le preguntó si el desnudo era integral y por el tamaño de su «pilila». Esa mujer necesita un bombero o en su defecto, un extintor limpito.

La abuela de Arantxa llamó a la muchacha para felicitarla y le preguntó si los chicos de la casa eran «tocones». Arantxa debió responderle: «No abuela, pero yo sí, soy como un pulpo con hambre de un mes, pero se me escapan todos». Pero no le dijo nada, habría matado a la pobre señora.

Ansiosa por hacer algo especial, algo único, algo nuevo, Arantxa dijo que en su cumpleaños quería «ir a una discoteca». Se enfurruñó, porque le dijeron que no.

Pero se emocionó y lloró (esas lágrimas desinfectan, con sus 96º) cuando vio la tarta y la fiestecilla sorpresa que le habían montado sus compañeros. Y sopló las velas. No seáis mal pensados. No se incendió el aliento, abrasando todo lo que estaba cerca. Que sí, que podría haber pasado, pero no.

Y llegó el stripper, vestido de policía municipal. Aunque tal y como están los recortes a los funcionarios, lo mismo era un policía municipal vestido de stripper. El caso es que le dio a Arantxa con la cebolleta por todos lados, incluido el careto, que se quedó como si se hubiera dado con el canto de una puerta.

«Me tocó con la cola en la cara» y «a mi me daba miedo» fueron las palabras de la muchacha tras la experiencia.

Al final sí que se fueron de fiesta y todos tuvieron regalo. Arantxa, con un cochino que le metió la lengua hasta el píloro y Abraham con una bonita muchacha.

Lo que pasa es que Abraham tiene el mejor anticonceptivo que hay: Core. Van a empezar a vender condones Core, que cuando vas a pillar cacho aparece una choni loca y te jode el fornicio. Eficacia 100%.

Pero como Core no consiguió nada con el chaval del peinado cilíndrico se fue a frotarle un poco la nalguilla al amiguito larguirucho de Labrador.

Ylenia les miraba. E Ylenia no echa miradas que matan, echa miradas de francotirador a la cabeza.

A la salida de la discoteca Ylenia no dudó en hablar con Core de sus aflicciones y dudas sobre el comportamiento poco apropiado de su compañera.

Le dijo que era una «puta de mierda» y una «guarra» y que «perreaba» con Labrador. Cuando en la RAE discuten sobre la admisión en el diccionario de una nueva palabra lo hacen en esos términos también.

El caso es que Ylenia también le hizo ver a Core su poca fortuna con el género masculino, aún a pesar de los repetidos intentos. Lo que pasa es que se lo dijo así: «Hay que ser cardo para que no te la metan, y eso que lo has intentado con todos». Más claro, sí.

Lo raro fue que Core mantuvo la calma e incluso intentaba razonar con Ylenia. Sí, en un nivel de razonamiento de Neandertal con falta de oxígeno al nacer, a su manera, pero razonando.

¿Cómo acabó la discusión? ¡Lo sabremos la sema que viene!

 

Almacenado en: La Voz