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Lesbiana y feminista (en la cama y en la calle)

Por Judit Abarca

«La lesbiana es insoportable porque engaña, ofende, invalida el sentido patriarcal. Desafía el sentido común.»

Nicole Brossard

Hace unas semanas conversaba con una amiga sobre nuestras “salidas del armario”, o como se dice en mi país, Nicaragua, «del closet». Somos conscientes de lo que hemos recuperado al asumir abiertamente algo que tiene tanta relevancia en nuestras vidas. No solo hemos avanzado desde el punto de vista erótico-afectivo, sino también  desde el político, al ser activistas feministas ambas. La conversación era así:

  • ¿Y tu familia lo sabe? 
  • Había sospechas, pero hace unos años se enteraron por medio de otra persona, y por un tiempo me dejaron de hablar… Ahora se incomodan con mi presencia.
  • Entonces no tenes problemas con decirlo abiertamente… 
  • Aunque lo digo abiertamente en los espacios públicos, y puedo hablar de mi “experiencia” en la radio, en prensa escrita, y en mis redes sociales, la palabra «L» es la que aún no me atrevo a decir en una conversación con mi mamá…

Manifestación en Nicaragua. Imagen de Milagros Guadalupe Romero.

Nicaragua hasta hace muy poco tiempo contaba con una ley que tipificaba el «delito de sodomía», esta forma de sanción legitimizada, aunque derogada en el año 2008, subyace en los imaginarios sociales que discriminan, excluyen, violentan a lesbianas, bisexuales, gays y personas trans. Lee el resto de la entrada »

Violación correctiva

Por Nuria Coronado

A la argentina Eva Analía De Jesús, conocida como Higui, el 16 de octubre de 2016 se le ha quedado grabada en el alma para siempre. Aquel fatídico día “ser mujer, lesbiana y pobre”, tal y como ella misma confiesa, le pasaron una terrible factura. Un grupo de 10 hombres intentó cometer lo que se conoce como una “violación correctiva” contra ella. La violación colectiva de lesbianas por parte de hombres con el fin de hacerlas mujeres y que sepan cómo se siente probar a un verdadero hombre” es desgraciadamente una realidad en muchos lugares.

Pintadas en defensa de Higui. Imagen facilitada por su campaña de apoyo.

A Higui, esta manada de seres (que no humanos) la acorralaron en el pasillo del edificio en el que vivía una de sus hermanas – donde había ido a celebrar el día de la madre-  para según ellos, cambiarla a la acera correcta. La tiraron al suelo, golpearon, dieron patadas y sentenciaron: “Te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana«, le dijo uno de los agresores, mientras le rompía los pantalones. “Vamos a empalar a la torta”, decía otro.

Ella no solo sacó fuerzas de donde pudo, también un pequeño cuchillo que llevaba por prevención en el pecho – no era la primera vez que la insultaban, amenazaban e incluso apedreaban por ser homosexual-. En el forcejeo, Cristian Espósito, uno de los agresores  (se le echó encima, intentó quitarle el pantalón y bajarle las bragas) y cayó herido por el puñal. Murió a las pocas horas.

Pese a lo terrible del suceso, como ocurre en demasiadas ocasiones, la víctima se convirtió en verdugo y además culpable de lo sucedido. Varios de los participantes en el hecho la denunciaron ante la policía por el apuñalamiento y posterior desenlace. No importó el testimonio de Higui, ni sus moratones, ni su miedo. Las autoridades decidieron que debía estar en un penal de mujeres hasta la celebración del juicio. La violación esta vez no solo era grupal y correctiva, también era institucional.

La madre de Higui en una movilización por su libertad. Imagen de Sebastián Hacher.

Esta otra violación continuaba en la Comisaría 2da donde al tomarle declaración de los hechos los funcionarios no la creían. Llegaron a reírse y decir “¡quién te va a querer violar con lo fea que eres!”. El resto le vino dado por la Unidad Funcional de Instrucción nª 25 de Malvinas Argentinas, el Juzgado de Garantías en lo Penal nª 6 de San Martín. Las declaraciones de los agresores la llevaron a prisión preventiva y al inicio de un juico por homicidio.

En la cárcel ha pasado ocho meses terribles. Pero su celda no han sido las cuatro paredes que la han cobijado. Su calabozo lo ha construido el machismo y la homofobia que recorre el mundo. De su cruel mazmorra ha salido gracias a las de siempre: a las mujeres valientes como su madre y sus hermanas, a las periodistas feministas que la han acompañado en este calvario, a las organizaciones LGTB que se han manifestado con la bandera de la libertad y el arrojo. El no callar de todas ellas durante estos meses, junto al escándalo internacional que ha conllevado, ha servido para que los jueces reconsiderasen su decisión y la dejaran en libertad, por la noche, casi a hurtadillas, a la espera del juicio.

En la prisión ha sufrido pesadillas por el encierro pero también se ha sentido acompañada por otras mujeres. Y es que, tal y como ha explicado en una carta de puño y letra publicada por el portal La Poderosa nada más salir del penal compartió celda “con ocho pibas amigables, entre clases y deportes que practicábamos dos veces a la semana, de modo que pude volver a correr. Y volver a respirar… Aun en los peores momentos, busqué la fuerza en las notitas que me mandaban mis sobrinos y en los dibujos que me hicieron con todo su amor, entre otras cartas que fui recibiendo y los gritos de ustedes, gargantas poderosas. Todos esos gestos me ayudaron a seguir, sostenida por sus abrazos… Tenía esperanzas de poder salir en cualquier momento, porque confiaba en ustedes, en esa fuerza que pusieron muchísimas mujeres desde afuera, para que yo la sintiera desde adentro”.

Higui se arrepiente de lo sucedido, ha llorado, se ha indignado. “Sin embargo solo tenía una elección: su vida o la de él”, me contaba Azucena su hermana. “Pese al calvario de verla en prisión, era mejor el truculento viaje de tres horas desde nuestro domicilio al Magdalena, Unidad 51 del Servicio Penitenciario Bonarense y los duros registros que sufríamos al entrar, que el tener que ir a verla a un cementerio. Hemos dado gracias, y las damos, porque siga viva”, añade.

Ahora ya en libertad, Higui no piensa callar. Tampoco le amedrentan las amenazas que está recibiendo por Facebook (hacia ella y su familia) y que ya ha denunciado a las autoridades. ¿Por qué hacerlo? Solo quiere ser ella. “Hay que seguir gritando, ¡la libertad no se mancha! Antes de pasar este calvario que me llevó a la cárcel, la vida tampoco me había resultado sencilla. Me discriminaban por la forma de caminar y no me aceptaban en ningún trabajo, sin tener en cuenta nada de mi interior, ni cómo soy en realidad, ni cuánto soy capaz de dar. Debí arreglármelas como pude, haciendo esas changas de jardinería que hoy me apasionan, porque siempre me gustó trabajar, sin techo, al aire libre. Y sí, por ser lesbiana debí soportar muchas agresiones; tantas que, llegado un punto, no me quedó otra que mudarme. Pero no fue suficiente, ni eso alcanzó para evitar que me atacaran con total impunidad: la Justicia portándose mal conmigo y mis atacantes en libertad. ¿Por qué todo esto? ¡Por pobre y por lesbiana! Pero ahora soy libre. ¡Soy libre, carajo!”.

Nuria Coronado es periodista, consultora en comunicación y editora.

La fallera cuando besa

Por Mayte Mederos Mayte Mederos firma

España es un país moderno. Disfrutamos de la Ley del Matrimonio Igualitario desde 2005, mucho antes que algunos de nuestros socios europeos más avanzados. Pero del dicho al hecho de la aceptación social hay un buen trecho, y muestra de ello ha sido el revuelo causado hace unas semanas por el beso lésbico de las falleras, que nos hace cuestionarnos esa pretendida modernidad.

Hace unos días la revista digital ‘EGF and the City’, de contenido LGBTI, sacaba las fallas del armario con una portada que no ha dejado indiferente a nadie. Desde entonces las redes han hervido con comentarios a favor y en contra. Y una se pregunta por qué es noticia algo que debería estar normalizado.

Portada de la revista EGF and the City. Marzo 2014

Portada de la revista EGF and the City. Marzo 2014

¿No tiene esto un tufillo a ‘está bien que tengan sus derechos, pero que no saquen su realidad del armario porque no queremos verla’?

Yo, como lesbiana, madre de familia homomarental e integrante de una asociación LGBTI, veo esta realidad con frecuencia. Y sonrío en un silencioso aplauso interior cuando leo apuestas provocadoras como la de la revista. Qué gusto da sacarnos de los arquetipos –lesbianas feas, gays glamourosos, transexuales en la prostitución o el espectáculo– y dar una bofetada a la acomodada conciencia de nuestra sociedad.

Porque todavía son multitud quienes no quieren saber que somos personas diversas, que reproducimos todos los modelos existentes en la sociedad heterosexista y algunos más, y que estamos entre los integrantes de su equipo de fútbol, en el elenco de sus series favoritas, y en todos los oficios y profesiones.

Así que ¿por qué no esta portada de lesbianas falleras? Y también una de nazarenos de la mano, y otra de dos miembros de una exclusiva sociedad gastronómica vasca como familia homoparental? Una salida del armario en cualquiera de los santuarios de la moral tradicional (como lo es el ejército también, entre otros) levanta ampollas, sí, pero hace más por la normalización que veinte campañas juntas.

Yo lo tengo claro. Cada vez que una de mis tres peques empezó el cole, el primer día aproveché para nombrar a sus dos mamis delante de toda la clase. Caían de un plumazo el morbo, los comentarios a escondidas y las especulaciones para el resto del curso. Además los cumpleaños los celebramos siempre en casa, e invitamos a quedarse a madres y padres que, año a año, aprenden que nuestra realidad es exactamente la misma que la suya.

En el trabajo hace años que opté por la falta de discreción. Nadie sabe lo fácil que es para el mundo heterosexual hablar de su familia y su pareja en cualquier situación, y lo que cuesta cuando tu orientación es otra, que parece que necesitas de un permiso antes de abrir la boca, no vayas a molestar a nadie. Por eso yo me esfuerzo por visibilizarme, y vadeo ya entre caras de sorpresa con una naturalidad pasmosa. El día que ya no las vea, colgaré los guantes. Y en ese futuro, espero que no tan lejano, portadas como las de las falleras ya no harán ninguna falta. Con un poco de suerte, ni serán entendidas.

Pero hasta entonces, bienvenida sea la provocación que desentumece conciencias. Y bravo por las falleras, que le han puesto el cascabel a un gato que llevaba demasiado tiempo encerrado en el armario de las escobas.

 

Mayte Mederos, Coordinadora del Área de Familias Diversas de Algarabía, la asociación LGBTI de Tenerife, madre de familia numerosa y autora del blog www.avataresdeunamazona.blogspot.com