Qué gran noche la de ayer. Gran gala de bloggers televisivos en mi humilde salón/cocina/dormitorio/despacho para asistir juntos y en directo al estreno de ¡Qué vida más triste! Magno acontecimiento: Anómalo, el autor del blog de tele del Diario Público Mi televisión y otros animales, y yo –Bob Pop para servirle al rey de las camas y a usted- cachete con cachete en mi sofá desplegable disfrutamos de la premiere de QVMT. Acojonados, todo hay que decirlo. Preocupados por si el paso a la televisión de esa genialidad web nos decepcionaba. Y no. Para nada.
QVMT en La Sexta sigue siendo la hostia de buena. Lo sé porque nos reímos a carcajadas, yo grité ¡Qué grande! varias veces -que es una expresión que utilizo en dos casos: uno, cuando veo televisión en compañía y algo me sulivella. Y dos… – y aplaudimos al final. Plas plas plas. ¡BRAVO!
La serie tiene todos los componentes para funcionar muy bien: es barata, es muy modulable, sencilla e inteligente. Y, sobre todo, tiene a Rubén Ontiveros. Qué grande, qué simpático y qué ingenioso. Todo un personaje, un jitazo audiovisual y un tipo listo, con muchísimo encanto y enorme gracejo. Un tesoro.
(Y toda una lección para olvidados y olvidables personajes infames que piensan que cualquier analfabeto con una cámara digital y problemas de dicción es capaz de hacer tele. Ja. Ja. Ja.)