Marco Didio Falco, el detective privado de la antigua Roma

Hay varios grandes investigadores (literarios, claro) de la Antigua Roma, pero en este blog somos algo más devotos de Marco Didio Falco, del Aventino, que de otros ilustres como Gordiano, de Steven Saylor, y el Marco Corvino, de David Wishart. Sin desmerecerlos (porque son muy buenos, y a los amantes del género los convencerá) en XX Siglos somos de la cofradía de la creación de Lindsey Davis (Birmingham, 1950).

Como ocurrió con la saga de Capitán de Mar y Guerra, de Patrick O´Brian, descubrí la saga de Marco Didio Falco a finales de la EGB (la edad la calculan ustedes) a través de una revista rolera de aquellos años 90: Dragón Magazine. A partir de allí, los libros de esa autora británica, con formación en Literatura inglesa en Oxford a la que logré entrevistar, décadas después, y vi como una mujer de intelecto fácil, escritora profesional e inteligencia viva -me recordó de alguna manera a la imagen que tengo de Agatha Christie- se convirtió en lectura habitual y compra regular, sobre todo, en la Feria del Libro de Madrid.

Recuerdo con mucho cariño, además, este paseo por la Roma de Domiciano que escribió en exclusiva para 20minutos y XX Siglos.

La saga de Marco Didio Falco la publicó entera, veinte títulos publicados entre 1989 y 2010, más la deliciosa guía oficial, Edhasa. Actualmente, Ediciones B estaba recuperando la serie en bolsillo, aunque por motivos que desconozco se ha quedado en los seis primeros. Esperemos que Marco y su hija adoptiva, Flavia Albia, no se encaminen al cementerio de las sagas inconclusas.

Pero, vayamos a lo importante, ¿qué había en esas novelas policíacas ambientadas en la época del emperador Vespasiano para captarme de tal modo? Inteligencia, sentido de humor, una Roma que parecía palpitar, cuyos habitantes desde los más pobre al emperador parecían humanos, enormes personajes hasta los secundarios y unas tramas bien construidas. Cumplían, con inteligencia y buen hacer narrativo, como novelas históricas y policíacas.

Davis conjugaba como pocos una historia con un tono heredado del hardboiled estadounidense con la novela histórica más clásica. Su no tan cínico Falco, un informante de pasado militar y alma de poeta, transitaba una Roma sucia y llena de corrupción. En cada novela, la autora ponía su foco en elementos y figuras históricas, a la vez que planteaba una historia de intriga y profundizaba y ampliaba el universo personal de los protagonistas, el propio Falco y su pareja, Helena Justina. Juntos protagonizaban una historia de amor entre dos personajes únicos y dispares, a los que su origen social, él plebeyo, ella, hija de senador, les hacía viajar en una carrera al ascenso social (para él) muy bien narrada y divertida.

Por cierto, ese último punto, creo que era la clave del éxito de las novelas. Davis supo crear no solo dos personajes empáticos, humanos, trágicos cuando tocaba y divertidos en sus momentos, sino que los dotó de un microcosmos que los lectores disfrutábamos tanto o más que las propias tramas de misterio y aventura. La autora británica quitó algo del Shakespeare y la frialdad nórdica que muchos autores anglosajones adjudicaban al mundo romano para insuflarle ruidosas y pasionales relaciones familiares, festividad y, en definidas cuentas, una ruidosa vida plenamente mediterránea.

Para mí, esto siempre ha sido importante, el retrato de las familias de Falco y Justina más que de las elegantes y frías familias romanas de otros autores anglosajones o europeos, resultaban de una manera fascinante profundamente latinas, mediterráneas, en sus comportamientos y emociones. Y eso, resultaba fascinante, en una autora que citaba como referentes a Philip Marlowe y Rosemary Sutcliff como referentes literarios de la saga, entre otros muchos.

Además, la inteligencia con la que plasmaba lo histórico resultaba genial y cercano al público lector. Seguramente los puristas abominarían de las bailarinas íberas con castañuelas de La estatua de Bronce y de la propia conversión de la figura histórica del informante en la de un detective privado a lo Philip Marlowe, pero el lector conectaba inmediatamente con esas referencias. Lo cierto es que en veinte novelas realizó un panorama del mundo romano de la época: la ciudad, las provincias, la guerra, el mundo de los libros y el teatro, las carreras, los gladiadores, la corrupción económica, la familia, el ascenso social… Poco quedaba sin retratar.

Decía Davis que «utilizaba la Historia para contar una buena historia. No hay más», y sus novelas son buena prueba de ello. Pero incidía en el profundo y laborioso proceso de documentación que seguía. «Cada vez que un lector sabe, o intuye, que le he contado lo correcto tanto si se trata de un «dato» como de una introspección en la naturaleza humana, su confianza aumenta. Esto es la «suspensión voluntaria de la incredulidad», una teoría que tiene sus raíces antiguas en Horacio, pero que más célebremente propugnó Coleridge para explicar cómo el hecho de introducir lo cotidiano podía persuadir a los lectores de aceptar lo fantástico. Funciona igual de bien para crear una novela histórica», explicaba en Marco Didio Falco. La guía oficial.

Y añadía que «lo interesante es que también funciona a la hora de crear una falsa coartada después de un delito, cuantas más verdades contiene una declaración, más fácil resulta ocultar los defectos de la historia a un investigador escéptico».

Davis también resultó una consumada autora de novela negra, y con multitud de recursos. En veinte novelas, supo tocar casi todos los palos del género, más allá de que el tono general fue deudor del hardboiled. En sus novelas hubo misterios a lo Agatha Christie (Oda un banquero), thrillers de asesinos en serie (Tres manos en la fuente), aventuras bélicas (La mano de Hierro de Marte),  historias de gánsteres (Tiempo para escapar)…

Para los que no conozcáis la serie pero mis palabras os estén abriendo el apetito. Os diré que la serie arranca con un dueto de historias entrelazadas, me refiero a la trama de misterio -algo que creo que no vuelve a hacer en toda la serie-, formada por La plata de Britania y La estatua de Bronce, que son una excelente carta de presentación para los personajes, el tono de la serie y los puntos fuertes (la parte romana, la familiar, los viajes)… Pero no son, con mucho, sus mejores novelas. Se disfrutan, vibras y te encariñas con los personajes (con Falco, con Helena, con el inseparable Petro), disfrutas con esa bahía de Nápoles, esa Pompeya y ese Herculano vacacionales a la romana, pero no llegan al culmen de la saga.

Es quizá en la tercera, La venus de cobre, donde Davis brilla ya con soltura, hechas la presentaciones, en una historia de misterio urbano, que nos adentra en la vida social romana y nos hace disfrutar y sonreír (con el rodaballo y el hijo del emperador, Tito, por ejemplo). Una vez llegada a esta, es difícil que se suelte.

Davis dejó de escribir sobre Falco tras la novela número veinte, Némesis. Una novela dura que ataba cabos sueltos durante muchas novelas y que tenía un final poderoso, que podía oler a definitivo, aunque la propia autora reconocía que dejaba líneas abiertas por si decidía continuar la serie. Trece años después, aún no lo ha hecho. Coincidió con el fallecimiento de su esposo y quizá eso fue definitivo para el devenir de la serie.

Desde entonces, la escritora británica se ha centrado en la serie de la hija adoptiva, encontrada en Britania, de la pareja Flavia Albia. Mantiene las esencias, pero con variaciones: el protagonismo femenino ofrece nuevas miradas y temas y es una serie centrada, de momento, únicamente en la ciudad de Roma. No es tan viajera Flavia como su padre. De hecho, Falco aún vive en esta serie ambientada en el reinado de Domiciano (su padre, recordemos trabajaba bajo el mando de Vespasiano), pero es una presencia persistente pero fantasmagórica en las novelas (al menos en las que he podido leer hasta la fecha).

La serie cuenta, en inglés, con diez novelas. En España, comenzó a publicarla Edhasa y en la tercera entrega pasó a Ediciones B que publicó cuatro más. Desde 2018 no se publica ninguna novela nueva en español, las cuatro últimas esperan.

En España, Lindsey Davis siempre tuvo un gran cartel y el aprecio del público, ganó el primer premio Barcino y un Ciudad de Zaragoza. Ella recompensó el cariño de este país con una novela Un conjura en Hispania, que declaró en varias ocasiones que era «un cumplido» a sus lectores y editores españoles. Además, de alguna manera creo que abrió puertas para que escritores nacionales, como Teo Palacios o Luis Manuel López escribieran novelas en esta línea.

Los seguidores de la serie siempre hemos esperado con ansias kamikazes (porque lo lógico es que decepcione) adaptaciones audiovisuales de la saga. Durante un tiempo se dijo que HBO dudaba entre Roma y esta serie, pero que acabó eligiendo (seguramente con acierto) la primera. Hace relativamente poco se rumoreó un proyecto de la Itv británica para Marco y otra para Flavia Albia pero nada se ha concretado. Desde hace tres o cuatro años, no he encontrado referencia alguna a estos proyectos así que supongo que, como tantos otros, quedaron en nada.

Eso sí, en 1993 hubo una especie de adaptación, una película para televisión titulada Age of treason (en español creo que se tradujo por Una de romanos, con un par) que solo puede pasar como broma macabra… Si no me creéis, fijaos en esta imagen promocional del reparto…

Fotograma de ‘Age of treason’ (1993, IMDB)

Espero con esta entrada haber despertado buenos recuerdos de lecturas en los aficionados a la serie, ganas de releer (yo hace poco me he releído las tres primeras) y algún afán de descubrimiento para los que no la conocieran. Os invito a ello, Marco Didio Falco, lo merece.

¡Buenas lecturas!

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