Así rescaté la ‘Historia de la Segunda Guerra Mundial’ de Sir Basil Liddell Hart

Detalle de la cubierta de Historia de la Segunda Guerra Mundial (Arzalia)

Por Ricardo Artola, historiador e histórico editor del sector en España. Actualmente dirige la editorial que ha fundado él mismo, Arzalia. En este sello ha recuperado, con nueva traducción, mapas y cubierta un clásico como la Historia de la Segunda Guerra Mundial, de Sir Basil Liddell Hart que llega a las librerías hoy. En el siguiente artículo, Artola explica el por qué y el cómo de este importante rescate literario.

A principios de los años 90 del siglo pasado inicié la aventura de escribir mi primer libro. Sería una historia de la Segunda Guerra Mundial, asunto que me había interesado desde que tengo recuerdo.

En mi búsqueda de bibliografía topé pronto con una historia con ese título y la autoría de Sir Basil Liddell Hart, autor que conocía por mi padre (Miguel Artola), quien le profesaba un gran respeto intelectual.

Aunque, lógicamente, manejé otros muchos títulos, debo decir que ese (curiosamente en su versión francesa, que es la que tenía a mano) fue un gran referente tanto en su estructura y desarrollo, como en la cartografía. Cumplida su misión, el libro volvió a la estantería y cada uno seguimos nuestro destino.

Muchos años después, hace apenas cinco a o seis, y tras fundar mi propia editorial (Arzalia Ediciones) me planteé recuperar otro de los libros del autor: Estrategia. Aunque se trata de un clásico sobre la estrategia militar, en España había tenido un triste recorrido, con una mala traducción, mapas envejecidos y difusión clandestina. Con cariño y dedicación exhumé del olvido esa obra que ahora va por la quinta edición. ¡Por fin Liddell Hart encontraba una edición española a la altura de su grandeza!

Aunque un pequeño editor debe pensar mucho emba.rcarse en la publicación de una traducción ¡de más de mil páginas!, la semilla de este sueño había germinado y las constantes reimpresiones del anterior me empujaban a tomar una decisión “racional”, recuperar la Historia de la Segunda Guerra Mundial en las mejores condiciones.

Este título también se había publicado en español y, aunque sí había tenido más difusión que el otro, adolecía de los mismos problemas de edición: unos mapas que no daban la talla y una traducción (de nuevo) manifiestamente mejorable. Baste decir que todas las distancias del libro (muchos cientos, por no decir miles) se habían dejado alegremente en millas. ¿Alguien sabe cuántas son 250 millas en kilómetros? Solo por eso, ya me parecía una pequeña estafa la edición “vigente” y un acicate para rescatar al autor del maltrato.

Dado mi vínculo emocional con la obra pensé que “me tocaba” hacerme cargo de la traducción, a pesar de sus dimensiones elefantiásicas. Aunque el libro y yo hemos convivido un par de años y, en ocasiones, he tenido la tentación de tirar la toalla y encargar el resto a un tercero, la vergüenza torera me llevó a apretar los dientes y seguir adelante. Puedo decir que, como mínimo, no debería haber gazapos de bulto y la traducción tiene voluntad de estilo. Ah, y todas las medidas están en el sistema métrico decimal.

Además, abordé el encargo ambicioso (además de oneroso) de redibujar todos los mapas, más de cincuenta. Baste decir que la edición del siglo XXI que circula en Gran Bretaña (la patria del autor y un mercado mucho mayor que el nuestro) no acometió semejante reto y ahora mismo sigue utilizando los mismos mapas de la edición original de 1971. La sensación es como entrar en una casa reformada en los pasillos, dormitorios y salón, recién pintada, pero con los baños y la cocina sin tocar. Como mínimo es extraño.

Pero ¿qué es este libro misterioso que tantos desvelos procura y tan poca fortuna ha tenido en España? Para mí es quizá el único título sobre la Segunda Guerra Mundial que ha sobrevivido a las primeras décadas posteriores al conflicto o lo que solemos calificar de clásico: una obra que, aunque pueda envejecer en lo accesorio, mantiene un valor e interés en lo sustancial. Porque el autor fue lo que he llamado “el Sun Tzu o el Clausewtiz del siglo XX”, el gran teórico de la estrategia, que sabía ver lo que otros no alcanzaban a vislumbrar.

Sir Basil Liddell Hart

Además, Liddell Hart fue uno de los teóricos de la guerra moderna, preconizando un uso de los blindados que sus futuros enemigos, los generales alemanes, supieron aprovechar, entre otras cosas, leyéndole. Por tanto, su doctrina militar tuvo mucho que ver con todas las victorias alemanas desde 1939 hasta bien entrado 1942.

Por si fuera poco, el autor tuvo la oportunidad, por encargo del Alto Mando de su país, de entrevistarse con militares alemanes de alta graduación que habían acabado en manos de los aliados al final de la guerra. Estos encuentros, entre hombres que se habían estudiado, y admirado, mutuamente darían para una novela o una serie de televisión.

Por tanto, nuestro autor escribió sobre una materia que había contribuido a crear y recibió información privilegiada sobre las motivaciones y dificultades de los artífices de algunas de las operaciones militares más brillantes de la Segunda Guerra Mundial.

Para finalizar, una pequeña anécdota sobre la imagen de cubierta del libro. La descubrí, por casualidad, en una página web española sobre ese conflicto bélico. Me sedujo desde el primer momento, una escena llena de “relato”, protagonizada por cuatro soldados de la Wehrmacht y en el frente del este. ¡Un sueño! Hasta el punto de que, cuando se la envié al diseñador de cubiertas de la editorial me dijo: “¡Pero esto es un fotograma de una película!” No se podía creer que aquello fuera real, histórico.

El fotógrafo había sido nazi en su juventud, lo cual le dio acceso privilegiado a todo tipo de actos de ese partido (congresos, Juventudes Hitlerianas, BDM, etc) durante los pocos años de paz bajo ese régimen. Y después hizo lo propio durante la guerra. Aún así, había que tener un ojo entrenado, una notable agilidad y una suerte considerable para captar ese momento que, para mí, se equipara con otras fotografías míticas (y muy manidas) de la guerra que, como es sabido, fueron producto de un montaje muy estudiado: la bandera roja sobre el Reichstag o la de los marines plantando la suya en Iwo Jima, por poner dos ejemplos. Frente a las banderas “falsas”, aquí aparece la crudeza de la guerra con toda su fuerza.

En definitiva, un clásico para disfrutar y conservar. Y, para mí, un sueño cumplido.

*Las negritas son del autor del blog, no del autor del artículo.

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