La novena legión y su águila… El misterioso destino de la Legio IX Hispana

Fotograma de la película ‘El águila de la Novena Legión’ (2011)

Por Daniel Fernández de Lis (@DanielFdezdeLis), abogado y divulgador histórico tanto en el blog CuriosidadesdelaHistoria y varias revistas especializadas como en sus libros sobre temas británicos y medievales de la Península Ibérica, como son Los Plantagenet, Lo que Shakespeare no te contó sobre la Guerra de las dos Rosas, De Covadonga a Tamarón y De la Guerra a la Unificación. Actualmente está trabajando en un nuevo libro donde repasará la historia antigua de Inglaterra.

La historia de lo ocurrido en la isla de Britania desde que Roma puso sus ojos en ella en el siglo i a.C. hasta que terminó por retirar a sus tropas en el siglo v d.C. está repleta de nombres de personas, lugares y acontecimientos con resonancias legendarias (Julio César, Claudio, Caractaco, Boudica y los icenos, Vespasiano, los brigantes, Agrícola, el Muro de Adriano, el rey Arturo…). Pero hay un nombre que ha cautivado la imaginación de generaciones de lectores y aficionados al cine y la TV. durante más de cincuenta años: la Novena legión (en puridad, Legio IX Hispana), la mítica unidad militar cuyo devenir se pierde en las brumas de la actual Escocia y que ha sido y es objeto de gran atención entre los estudiosos del periodo. En las siguientes líneas vamos a tratar de analizar las diferentes teorías sobre cuándo, dónde y por qué se produjo la desaparición de la Legio IX Hispana, un misterio que, adelanto, continúa sin tener una respuesta definitiva.

La Legio IX Hispana en la historia

La Legio IX Hispana participó en la conquista de la Galia por parte de Julio César, en sus dos campañas en Britania y en las guerras civiles de César con Pompeyo. Licenciada y vuelta a formar, fue una de las que se enfrentó a los asesinos de César en la batalla de Filipo en el año 42 a. C., motivo por el cual se le adjudicó el distintivo «Macedonica».

Tras estar a las órdenes de Marco Antonio, pasó a depender de Augusto cuando este acometió la dominación de la rebelde cornisa cantábrica. Allí, en palabras del político y anticuario milanés del siglo xix, Giovanni Labus, «la Legio IX luchó valientemente contra los astures y los cántabros, lo que le valió el nombre de Hispana«, que la acompañaría desde entonces.

Posteriormente estuvo destinada en Panonia. Cuando al gobernador de la provincia, Aulo Plaucio, se le encomendó la conquista de Britania, la legión a sus órdenes le acompañó a la isla. En los años siguientes participó en los principales acontecimientos que tuvieron lugar en Britania. Y no siempre de manera brillante: una columna perteneciente a la Legio IX Hispana fue derrotada por Boudica y sus tropas en el marco de la rebelión de la famosa guerrera de los icenos; y cuando en el año 82 Agrícola emprendió el único intento serio de conquistar la actual Escocia, un ataque de los caledonios sobre la Legio IX Hispana estuvo a punto de destruirla. Solo la llegada de refuerzos consiguió evitar su aniquilación total.

Quizás el hecho de mayor relevancia histórica en el que participó la IX Hispana fue la construcción de un campamento para asentarse en él en la confluencia de los ríos Foss y Ouse que fue el origen de la ciudad de Eboracum (York).

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Se pierde el rastro de la Legio IX Hispana

El último relato de un historiador en que se menciona a esta legión es de Tácito y se refiere a su casi aniquilación durante la campaña de Agrícola en Escocia en el año 82. Por otro lado, la última mención escrita a la Legio IX Hispana en Britania es una inscripción hallada en York en 1854 y que hace referencia al duodécimo año del tribunado de Trajano, lo que permite datarla en el año 108. A partir de ahí no existen más datos que permitan saber lo ocurrido con esta unidad.

Además, alrededor del año 168 se erigió en Roma la conocida como Colloneta Maffei, un pilar que contiene una relación de las legiones activas en el imperio en ese momento. Entre ellas no se incluye la Legio IX Hispana. Hay una teoría según la cual esta legión sufrió una derrota tan severa y humillante en el norte de Britania que fue objeto de la llamada damnatio memoriae, una denominación creada en el siglo xvii para designar un castigo consistente en la desaparición de un nombre de todos los registros y edificios públicos. El mayor problema de esta teoría es que, si bien a algunos emperadores se les aplicó esta figura, no existe constancia de que ninguna otra legión fuese objeto de la misma sanción, por muy duras que fueran las derrotas que sufrieron.

Las primeras teorías sobre el destino de la IX Hispana

El anticuario John Horsley fue uno de los primeros en hablar del misterio de la IX Hispana. En su obra Britannia Romana (1732), enumera todas las legiones romanas que pasaron por la isla, detallando la fecha en que cada una de ellas llegó a Britania y la fecha en la que abandonó la provincia. Sin embargo, señaló, no existía constancia de cuándo la Legio IX Hispana dejó Britania, sin que hubiese encontrado una explicación a este hecho.

El prestigioso investigador alemán Theodor Mommsen comenzó a publicar en 1856 una obra en varios volúmenes titulada Römische Geschichte (Historia de Roma), que le valió el Premio Nobel de Literatura en el año 1902. El quinto volumen de esta obra, publicado en 1885, trataba la cuestión de la Legio IX Hispana. Según Mommsen, «en época de Adriano se produjo una gran catástrofe en Britania, aparentemente un ataque contra el fuerte romano de Eburacum (York) y la aniquilación de la legión allí estacionada, la misma Legio IX Hispana que había luchado tan desafortunadamente en la revuelta de Boudica. […] El desastre ocurrió sin ninguna duda poco después del año 108 y probablemente no lo causó una invasión enemiga, sino una revuelta de los pueblos aliados del norte, particularmente los brigantes».

El prestigio personal de Mommsen hizo que durante muchos años se diese por buena esta teoría. Sin embargo, Campbell pone en duda la validez de la misma:

Es difícil entender por qué tantos contemporáneos de Mommsen encontraron la hipótesis aceptable. Dejando de lado el enigma de cómo un desastre que tuvo lugar en época de Adriano pudo suceder «poco después del año 108» (es decir, todavía durante el mandato de Trajano), ¿dónde están las pruebas de un ataque a la fortaleza de York por parte de los vecinos brigantes?

 «El águila de la Novena Legión»

El águila de Silchester (Carole Raddato / WIKIMEDIA)

Un segundo hecho vino a apuntalar en el imaginario popular la existencia de un gran misterio en torno a lo ocurrido con la IX Hispana. En unas excavaciones llevadas a cabo en Silchester (la Calleva romana) en 1866, se descubrió la figura de bronce de un águila de 15 cm. de altura. Los primeros estudios realizados no dejaron clara la procedencia de esta escultura, que bien pudiera tratarse de parte de algún grupo escultórico de la basílica en cuyas ruinas fue encontrada. Sin embargo, el águila era también el estandarte que portaban las legiones romanas cuando pisaban el campo de batalla y su custodia se confiaba a legionarios de especial habilidad en el combate (aquilifer), pues la pérdida del águila de la legión se consideraba un especial deshonor.

Pronto empezaron las especulaciones (pues no existía ninguna prueba al respecto) sobre que el águila era la enseña de una legión romana y que fue enterrada en la basílica por el soldado encargado de su custodia para evitar que fuese tomada por el enemigo.

Una réplica de esa figura se exhibía en el Museo y Galería de Arte de Reading desde 1949. Allí la contempló la novelista Rosemary Sutcliff y la unión de los dos misterios (el del origen del águila de Silchester y el del destino de la Legio IX Hispana) le inspiró a escribir en 1954 su celebérrima novela histórica The Eagle of the Ninth (El águila de la Novena Legión) que ha cautivado la imaginación de varias generaciones de lectores y en la que se han basado series de televisión y películas de éxito.

Sin embargo, recientes investigaciones han datado esta figura como elaborada durante el reinado de Antonino Pío, lo que descartaría que se tratase del águila de la Legio IX Hispana.

Teorías modernas sobre el destino de la Legio IX Hispana

Autores como De la Bédoyère y Mattingly sostienen que no hay ninguna prueba que sustente la historia de la aniquilación de la Legio IX Hispana mientras tenía sus cuarteles en York y que todo parece indicar que simplemente fue destinada a otras zonas del imperio (Germania, Partia o Judea son las que se apuntan) y que fue allí donde se le pierde la pista y no en Britania.

Más recientemente, dos autores se han ocupado en detalle del misterio de la IX Hispana. Duncan B. Campbell, en The Fate of the Ninth, ha realizado un exhaustivo estudio donde analiza inscripciones en las que se hace referencia a la IX Hispana aparecidas en rincones tan dispares del imperio romano como York, Petra, Istria, Numidia o Germania y donde también examina críticamente las discrepancias e inexactitudes de los ensayos que se pronuncian sobre el destino de la Legio IX Hispana. Campbell concluye que, «con los datos de que se dispone actualmente y a la espera de nuevas evidencias arqueológicas que arrojen luz sobre lo ocurrido, no existe una prueba que permita resolver sin lugar a duda el misterio de lo que sucedió con la Legio IX Hispana«.

Por su parte, Simon Elliot se ha ocupado del asunto de la legión perdida en su libro Roman Britain´s Missing Legion: What Really Happened to IX Hispana? En él analiza con detalle las diversas teorías al respecto y centra su análisis en los diversos episodios bélicos que tuvieron lugar en el Imperio romano entre los años 108 y 168 (desde la última referencia escrita a la Legio IX Hispana hasta la fecha en que se elaboró la Colloneta Maffei) y en el marco de las cuales pudo producirse la aniquilación de una legión completa. Elliot identifica cuatro posibles escenarios (Germania, Oriente, Londres y Escocia) y califica los mismos desde el que considera menos probable para explicar el misterio hasta el que indica que le parece el candidato con más posibilidades. Seguiremos el orden de menor a mayor probabilidad señalado por este autor.

Comienza por descartar la posibilidad de que desapareciese en la frontera del Danubio. Esta teoría se basa en el descubrimiento de una serie de restos en Nimega (Países Bajos) en los que figura estampado el sello de esta legión. Elliot explica que estos hallazgos llevan la identificación Legio VIIII Hispana y no Legio IX Hispana. Este ordinal solo era utilizado por un destacamento auxiliar (vexillatio) concreto de la legión con sede cerca de Carlisle y concluye que fue esta unidad la que pudo estar destinada en Nimega entre los años 105 o 106 en que la abandonó la Legio X Gemina y el año 120 en que se estacionó allí la Legio XXX Ulpia Victrix. No existe, concluye Elliot, prueba alguna de que la IX Hispana como unidad completa fuese destinada a Germania ni de que fuese aniquilada en la frontera del Danubio o del Rín.

Respecto de la posibilidad de que la legión fuese desplegada y desapareciese en algún conflicto en la zona oriental del Imperio (Partia o Judea), Elliot considera que no existen tampoco evidencias de ello. Además del coste logístico y económico del traslado de una unidad completa desde York hasta Partia, analiza los tres grandes conflictos bélicos en la zona (la conquista de Partia por Trajano entre los años 114 y 117, la revuelta judía entre los años 132 y 135 y la guerra contra Partia entre los años 161 y 165) y nuevamente apunta a la falta de evidencias sobre la presencia de la Legio IX Hispana en la región, así como que el lapso de tiempo en los dos últimos casos es demasiado amplio como para que durante el mismo no se tuviese noticia alguna de la Legio IX Hispana ni en Britania ni en otras partes del Imperio.

Analiza Elliot a continuación la llamada «guerra Adriánica». Con ese nombre se conoce a la teoría elaborada por el doctor Dominic Perring, sobre un conflicto que tuvo lugar en Londres a principios del reino de Adriano. Para ello Perring hace referencia a tres indicios que apuntan a la existencia de una rebelión en esta ciudad en esa época. El primero de ellos sería el descubrimiento de alrededor de trescientos cráneos en la zona conocida como Wallbrook, en el norte de la antigua Londinium romana. Se trata de cabezas de varones jóvenes datadas entre los años 120 y 160. El hecho de ser localizados en el lecho de un río y de que muchos muestren haber recibido heridas en los momentos previos a su muerte o haber sido decapitados a golpe de espada, apunta a que se trata bien de trofeos de guerra, bien de restos depositados cuidadosamente en una especie de oferta votiva, en ambos casos posiblemente después de una ejecución en masa.

Los ríos y lugares húmedos solían ser utilizados para rituales funerarios y para depositar los cuerpos o las cabezas de criminales, traidores o enemigos tan acérrimos que merecían el especial castigo de ser decapitados y sus cuerpos dejados sin enterrar y a merced de las alimañas.

El segundo indicio de un conflicto bélico en Londres durante el gobierno de Adriano se refiere a la posibilidad de que la ciudad sufriera un incendio en ese periodo. Las excavaciones más recientes parecen apuntar que al menos un incendio de grandes proporciones tuvo lugar en la parte occidental y central de Londres en algún momento entre los años 120 y 130.

El tercer indicio es que alrededor del año 120 se acometió la construcción de un fuerte de gran tamaño, el llamado Cripplegate Fort. El tamaño y la distribución de este fuerte lo hacen una rareza entre las construcciones contenidas dentro de una urbe perteneciente a una provincia imperial y destinadas a acomodar a funcionarios y oficiales imperiales y lo asemejan más a las fortalezas construidas en la frontera germana con fines estrictamente militares.

La concentración de restos de cráneos de varones jóvenes en Wallbrook, las pruebas de un gran incendio en Londres y la construcción de una gran fortaleza militar son elementos que contribuyen a confirmar la teoría de que en los años entre 120 y 130 se produjo en Londres un importante conflicto bélico. El principal inconveniente de esta teoría es la falta de respuesta a la pregunta: ¿quiénes fueron los protagonistas de esta insurrección?

El hecho de que no existan pruebas de que la rebelión se extendiese más allá de Londres lleva a Perring a sugerir que pudo tratarse de una revuelta de miembros de la comunidad local de la capital por causas que no están demasiado claras, que no pudieron llegar a cruzar el Támesis para tratar de implicar a otras ciudades en su rebelión y que fueron derrotados cerca de Wallbrook y ejecutados y decapitados allí. Y, en lo que afecta al contenido de este artículo, señala que este tipo de ejecución puede ser indicativa de que los sublevados eran considerados como traidores a Roma, lo que apuntaría a que en la revuelta podían estar implicados no solo britanos residentes en Londres, sino ciudadanos o militares romanos. Esto no lleva a la pregunta ¿pudo la Legio IX Hispana encontrarse en Londres en aquella época y verse de alguna forma implicada en la «guerra Adriánica»?

Elliot, dejando claro que se trata de una especulación y que no existe prueba alguna de la implicación de la IX Hispana en una supuesta «guerra Adriánica» en Londres, se plantea la posibilidad de que esta fuese efectivamente la causa de su desaparición. Si fuese así, los cráneos de Wallbrook pertenecerían o bien a legionarios masacrados por los rebeldes o a los propios amotinados, después de que la revuelta fuese sofocada.

Como conclusión de la cuestión referente a la «guerra Adriánica», Elliot señala que la teoría de Perring es muy sólida en lo referente a la existencia de ese conflicto bélico en Londres, pero que la falta de cualquier prueba sobre la implicación de la IX Hispana en la misma hace que solo se pudiese entender en el contexto de una subsiguiente damnatio memoriae.

Por último, sobre la posibilidad de que la Legio IX Hispana fuese masacrada en el norte de Britania durante la época de Adriano y quién sería en ese caso el responsable (los brigantes o los caledonios) Elliot comienza haciendo referencia a un párrafo de la Historia Augusta según el cual el inicio del mandato de Adriano estuvo marcado por problemas en todo el Imperio y que «no se pudo mantener a los britanos bajo control». También apunta a la carta remitida por el retórico Marco Cornelio Fronto a su antiguo pupilo, el emperador Marco Aurelio, en la que compara la pérdida de vidas de romanos en la guerra contra Partia de esa época con las sufridas en Britania al inicio del reinado de Adriano. Continúa señalando algunos otros indicios extraídos de inscripciones de tumbas y monedas de los que parece deducirse que en esa época se enviaron legiones de refuerzo al norte de Britania, lo que indicaría que la IX Hispana no fue capaz de mantener la paz en la región que tenía asignada y que serían estas tropas de refresco las que restablecieron el orden (no hay noticias de más revueltas hasta veinte años después).

El mayor inconveniente de esta teoría, según Elliot, es que no existe evidencia arqueológica que la sustente. No hay pruebas de que la fortaleza de York fuese destruida ni de que la IX Hispana se adentrase en Escocia y que fuese aniquilada allí (que sería la teoría alternativa al ataque en la propia sede de la legión).

Otro de los argumentos que se esgrimen para la teoría de un levantamiento al inicio del mandato de Adriano que aniquiló a la Legio IX Hispana es el inicio de la construcción del Muro que lleva nombre del emperador. Esta tarea se inició tras la visita de este en el año 122. El hecho de que en ese viaje a Britania le acompañase la Legio VI Victrix Pia Fidelis que venía para quedarse en la isla y se instaló precisamente en York, indicaría que la IX Hispana ya no existía o que al menos no estaba ya en Britania, algo que se ratifica por el hecho de que los restos arqueológicos acreditan la no intervención de la IX en las obras del Muro.

Como argumento en contra de la aniquilación de la Legio IX Hispana en Britania, Elliot (como también narra Campbell) señala la existencia de diversas inscripciones en remotos confines del imperio que acreditan que antiguos oficiales de la IX Hispana tuvieron largas y exitosas carreras, llegando a ser alguno de ellos gobernador de provincias imperiales, cónsul o legado de una legión. Esto, argumenta Elliot, no cuadraría con el hecho de que la legión hubiera sufrido una humillante derrota en Britania, lo que hubiera constituido un baldón para sus oficiales que hubieran arrastrado el resto de su carrera y les hubiera impedido alcanzar las dignidades a las que accedieron. Aun así, es posible, vuelve a señalar Elliot, que hubiese alguna confusión en los nombres o que, siendo oficiales de la Legio IX Hispana, se encontrasen ausentes de Britania en alguna comisión de servicio en otra región del imperio cuando la legión fue aniquilada, por lo que este hecho no afectó a sus carreras.

Como conclusión de este apartado, Elliot sostiene que hay diversos indicios que avalan la posibilidad de que la Legio IX Hispana fuese aniquilada en el momento del acceso al poder de Adriano (año 118) en el marco de una rebelión interna de los brigantes, una externa de los caledonios, o incluso una conjunta de unos y otros, pero que no existe una prueba que permita afirmar con certeza que esto fue lo que le sucedió.

Conclusión: el misterio continúa

Elliot concluye su investigación coincidiendo en parte con Campbell, aunque se pronuncia sobre la teoría que considera más probable.

Por supuesto, la realidad es que, salvo que una fantástica nueva prueba emerja en alguna historia contemporánea perdida desde hace mucho o que se produzca el descubrimiento de uno de los hallazgos arqueológicos del siglo, nunca conoceremos con certeza el destino de la IX Legión. Hasta entonces, basado en lo que conocemos, las pruebas disponibles apuntan a que la legión desapareció en el norte de Britania.

Para finalizar, y dejando de lado por una vez y sin que sirva de precedente la objetividad histórica, me encantaría que los titulares que hablasen del descubrimiento que descifrara el enigma del destino de la Legio IX Hispana lo hicieran relatando el hallazgo en el lecho de un remoto lago escocés de la efigie de un águila con el sello de la IX estampado en ella o que un estudio del ADN de los habitantes de un perdido valle de las Highlands pusiera de manifiesto la presencia en buena parte de ellos de un porcentaje anormalmente alto de genes procedentes de fuera de las islas británicas.

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2 comentarios

  1. Dice ser matanzas y abusos por doquier

    Qué horrible el pasado del ser humano.
    Que no vuelvan jamás aquellos «héroes».

    15 noviembre 2021 | 20:50

  2. Dice ser Marcio

    Le invitamos a que nos visites de cualquier modo por cualquier medio, bajo el nombre LEGIO IX HISPANA Pvnta Vmbría…

    Un saludo!!!

    15 noviembre 2021 | 21:37

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