Isabel, una princesa castellana acusada de tener «moral relajada» en la Inglaterra medieval

Edificio actual de lo que queda del antiguo priorato dominico de Kings Langley donde reposaron los restos de Isabel de Castilla (WIKIPEDIA.EN)

Daniel Fernández de Lis, bloguero de Curiosidades de la historia, es un gran experto en la historia de Inglaterra y, en concreto, de la dinastía Plantagenet, como ya nos demostró con este trivial. Ahora nos trae la apasioannte historia de una princesa Isabel de Castilla que en el siglo XIV fue casada con un miembro de esa dinastía. Si te gusta esta historia, recuerda que Daniel está organizando un crowfunding para poder publicar su libro Los Plantagenet y tu ayuda puede servir para que este libro vea la luz.


Isabel, una princesa castellana acusada de tener «moral relajada» en la Inglaterra medieval

Por Daniel Fernández de Lis | Bloguero @Historiascurio @FdezLisDaniel

La dinastía de los Plantagenet ha dado mucho jugo para los autores de novela histórica y del cine y la TV. Han sido objeto de gran atención no solo sus reyes (Ricardo Corazón de León, Juan sin Tierra, Eduardo I, Ricardo III…) y sus reinas (Leonor de Aquitania, Leonor Plantagenet reina de Castilla, Isabel la Loba de Francia), sino también personajes, reales o de ficción, relacionados con el período de reinados de la dinastía (Juana de Arco, William Wallace, Saladino, Robin Hood…). Sin embargo, hoy voy a hablar de un personaje histórico menos conocido, pero que también emparentó con un miembro de la familia Plantagenet y que, a la larga, tuvo a dos descendientes sentados en el trono de Inglaterra, los dos últimos Plantagenet. Me refiero a Isabel de Castilla, primera duquesa de York. Una figura que está esperando un autor que se lance a contar su fascinante historia.

Isabel era hija del rey Pedro I de Castilla y del gran amor de su vida, María de Padilla. Pedro I pasó buena parte de su reinado luchando por la corona castellana contra su hermanastro Enrique de Trastámara. Del resultado de esta guerra civil dependía, entre otras muchas cosas, el mando de la poderosa armada castellana. Una fuerza naval que podía tener mucho que decir en el conflicto que enfrentaba por entonces a dos reinos divididos por el mar: Francia e Inglaterra.

No era de extrañar, por tanto, que las dos potencias europeas se interesaran en la guerra civil castellana para conseguir el apoyo del vencedor de la misma en su propio interés. Francia (junto con Aragón) se alió con Enrique; Inglaterra lo hizo con Pedro, que no quería saber nada de franceses después de su desastroso matrimonio con Blanca de Borbón. En 1367, en la batalla de Nájera, el apoyo del contingente inglés liderado por Eduardo de Woodstock, príncipe de Gales conocido con el sobrenombre de Príncipe Negro, fue decisivo para que Pedro I obtuviera una importante victoria.

Sin embargo, después de la batalla, el inglés reclamó al castellano el pago de los gastos ocasionados a sus hombres. Las finanzas de Pedro no eran muy boyantes y ello provocó un choque con el irascible heredero del trono inglés. Para calmar su ánimo, según algunos, Pedro le hizo entrega de una enorme joya; según otros, el inglés la tomó para sí sin pedir permiso. En todo caso, el Rubí del Príncipe Negro adorna todavía hoy la corona que la reina de Inglaterra luce en las ocasiones más especiales.

Pero no bastaba con una joya para contentar al inglés. Pedro tenía dos hijas, nacidas de su relación con su amada María de Padilla. Aunque esta había fallecido ya, Pedro había jurado después de su muerte ante el parlamento haberse casado con ella en secreto. Eso colocaba a las dos hijas que sobrevivían de su matrimonio en la línea sucesoria al trono castellano. El Príncipe Negro ya estaba casado y era heredero al trono inglés, pero tenía cuatro hermanos para los que la boda con una princesa castellana podía ser el único camino para ceñir una corona. Y así, se concertó el matrimonio entre Constanza e Isabel de Castilla con dos de los hermanos del príncipe de Gales. Pero tras la muerte en Montiel de Pedro I, Enrique de Trastámara subió al trono castellano y las hijas del fallecido monarca tuvieron que refugiarse en Inglaterra.

La mayor de ellas, Constanza, se casó con el hermano del Príncipe Negro Juan de Gante, y de ese matrimonio nació Catalina de Lancaster. Tras años de luchar por recuperar el trono de Castilla, finalmente por el tratado de Bayona de 1388 se concertó la boda de Catalina con el nieto de Enrique de Trastámara, por entonces heredero al trono castellano. A la pareja se le concedió el título de nueva creación de príncipes de Asturias. Fueron los abuelos de Isabel la Católica.

Edmundo de Langley, duque de York (WIKIPEDIA)

El otro matrimonio entre las hijas de Pedro I de Castilla y los vástagos de Eduardo III de Inglaterra fue el de nuestra protagonista Isabel de Castilla y Edmundo de Langley.

Eduardo III habí­a iniciado una polí­tica de creación de nuevos tí­tulos para sus hijos, cargos que estarí­an destinados a convertirse en los más distintivos de la aristocracia inglesa hasta nuestros dí­as. A su primogénito, el Príncipe Negro, le otorgó el de duque de Cornwall; su segundo hijo, Lionel de Amberes fue nombrado duque de Clarence; y su tercer vástago, el ya citado Juan de Gante, recibió el tí­tulo de duque de Lancaster. Hubo que esperar hasta el reinado del sucesor de Eduardo III, Ricardo II, para que sus otros hijos accedieran a la misma dignidad: Thomas de Woodstock fue nombrado duque de Gloucester y Edmundo de Langley, que ya ostentaba el tí­tulo de conde de Cambridge, recibió el de duque de York, de nueva creación. De esta forma su esposa se convirtió en la primera duquesa de York.

Sin embargo, la unión entre la princesa castellana y su esposo inglés no fue precisamente feliz. Según el cronista Thomas de Walsingham (contemporáneo de la pareja) esto se debí­a a la «relajada moral» de Isabel, a la que la rumorologí­a de la época atribuyó un romance con John Holland, duque de Exeter (y hermanastro de Ricardo II), que al parecer se inició solo dos años después de la boda con Edmundo. Este hecho hizo planear la duda sobre la paternidad del tercer hijo de la pareja, Ricardo de Conisbrough.

A este respecto es significativo que Isabel hiciera redactar en su testamento una cláusula en la que pedí­a al rey Ricardo II (al que designaba su heredero) que cuando ella muriese dotase de una pensión a su hijo Ricardo de Conisbrough. Y efectivamente, cuando Isabel murió en 1392 Ricardo II otorgó a Conisbrough una pensión de 500 libras anuales. Pero cuando el rey fue depuesto por el hijo de Juan de Gante, Enrique IV, esta pensión dejó de ser abonada (a pesar de que en teorí­a Conisbrough era primo del nuevo rey). Y también resulta significativo que ni Edmundo de Langley, su padre y duque de York, ni su hermano mayor Eduardo, que heredó ese ducado, dispusieron nada en sus testamentos a favor de Conisbrough, al que ni siquiera mencionaban. Más de un historiador ha señalado este detalle como argumento para sostener que Ricardo no era hijo de Edmundo de Langley, sino de John Holland.

En una de esas vueltas de tuerca tan habituales en la Historia, el hijo de Ricardo de Conisbrough, Ricardo Plantagenet, acabó heredando el tí­tulo de duque de York creado para el que algunos dudan de que fuera su abuelo. Aunque Ricardo también descendía de Eduardo III por vía de su madre Anne Mortimer, su título más importante era el de duque de York. Y la posible ilegitimidad de los titulares de un gran tí­tulo inglés no acaba aquí­. Alguno habrá reconocido en el nombre del hijo de Conisbrough, Ricardo Plantagenet, duque de York, el del hombre que inició el conflicto dinástico entre las casas de York y Lancaster conocido como guerra de las Rosas. Y como consecuencia de esa guerra dos de los hijos de Ricardo Plantagenet llegarí­an a lucir en su cabeza la corona inglesa: Eduardo IV y Ricardo III.

Lo que es indudable es que dos bisnietos de Isabel de Castilla, primera duquesa de York, fueron reyes de Inglaterra. Lo que no está tan claro es que ambos fueran también descendientes de su esposo Edmundo de Langley.

Isabel de Castilla falleció el 23 de diciembre de 1392 y se encuentra enterrada en la localidad inglesa de King’s Langley.

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2 comentarios

  1. Dice ser el mundo femenino sigue sin ser aceptado

    Leed; no es de hace siglos, sino de ahora, pensamiento dfemenino en un mundo que se dice libre, evolucionado, racional y aperturista.

    https://www.instagram.com/p/BYI41b4lH0Y/?hl=es&taken-by=andjalorein

    24 agosto 2017 | 10:41

  2. Dice ser Kally

    Después de la muerte de Constanza, Juan de Gante (John of Gaunt) se casó con su amante Katherine, a quien amaba desde que ella tuvo 16 años, y legitimizó a sus hijos bastardos en común. Katherine era la cuñada de Geoffrey Chaucer, de Los Cuentos de Canterbury, y bisabuela de los primeros Tudor. (y su primer marido descendiente del Vikingo Ketel…igual que yo!!!) La historia de su amor lo escribió como novela la autora Anya Seton – si sabéis leer en inglés o la podéis encontrar en castellano, leedla – es fascinante y muy enganchadora.

    24 agosto 2017 | 20:14

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