Daniel Aquillué: «Los Sitios de Zaragoza fue una guerra total: se rompieron las reglas de la guerra hasta entonces»

Lejos de la épica y la propaganda, los Sitios de Zaragoza supusieron un enfrentamiento brutal y encarnizado, donde la población civil fue clave como un elemento combatiente más. Daniel Aquillué (Zaragoza, 1989), un joven Doctor en Historia, ha publicado en este 2021 Guerra y cuchillo (Esfera de los Libros) un estupendo ensayo sobre los sitios, que aspira a ser referente sobre el tema. Minucioso, con habilidad narrativa, lleno de detalle y de momentos terribles, Aquillué busca poner las cosas en su sitio y abandonar relatos romantizados. Buena prueba de esa intención y tono es cuando le hablo de «coraje» de la población civil, el historiador responde: «Hablas de coraje, pero lo que las fuentes muestran para ambos bandos es, sobre todo un sentimiento: el miedo».

Cuenta los sitios de Zaragoza, pero antes de narrar los propios hechos, contextualiza bastante el momento, las razones, narra los meses precedentes con bastante profundidad…

Claro, es que si pretendemos comprender lo que fue aquella guerra solo desde que comienzan los tiros en las puertas de Zaragoza, no entenderemos nada. Sin contexto, la historia no pasa de mera crónica. El contexto es fundamental, tanto geopolítico, como de la situación de la monarquía como de la sociedad. La gente que combate a las tropas napoleónicas tiene experiencias de movilización y politización previas contra Godoy que se trasladan luego contra Napoleón.

Califica aquellos asedios como “guerra total”, ¿por qué?

Sí. Aquí sigo la línea del historiador David Bell. Califico de guerra total a los Sitios por varios motivos.

En primer lugar, por la movilización masiva, la leva en masa decretada para todos los varones de 16 a 40 años. Una gran parte de la población se convirtió casi de la noche a la mañana en combatientes y objetivos militares.

En Zaragoza se rompieron las reglas de la guerra del s. XVIII y napoleónica, al resistir una ciudad que no era plaza fuerte, en la que se dio un inusitado combate urbano en el que la población civil tomó las armas.

Los bombardeos generalizados (hasta 32.000 proyectiles en menos de dos meses), contra objetivos no militares (toda la ciudad era el objetivo) y la concentración artillera contra espacios muy reducidos que se convirtieron en “una carnicería”, sumados a la brutal guerra de minas confirieron un carácter singular a estos asedios. No se había visto nada parecido, ni cuantitativa ni cualitativamente.

Y por último, el alto porcentaje de bajas. Más allá de las decenas de miles de muertes provocadas por la epidemia de tifus, en los combates las unidades sufrieron altísimas bajas (muertos y heridos), de en torno al 30%, lo cual superó lo habitual en la época.

El asalto de Zaragoza, por January Suchodolski (1845), Museo Nacional de Varsovia.

¿La participación en el combate de la ciudadanía fue decisiva?

Sin duda. Es que sin la participación ciudadana no se explican los Sitios de Zaragoza. El elemento civil fue clave en la defensa, especialmente en el primer Sitio del verano de 1808 y en la fase de guerra urbana del segundo Sitio, ya en febrero de 1809.

También de las mujeres de la ciudad, no solo fue Agustina de Aragón…

Evidentemente. Sin quitar ningún mérito a Agustina, fue una más. Se hizo más famosa porque justo aparecieron en el lugar los hermanos Palafox y les vino bien propagandísticamente. Las fuentes escritas e iconográficas nos hablan de la importante participación de las mujeres en la defensa de la ciudad, tanto con armas en la mano como en las vitales labores logísticas. Ya antes habían estado en los movimientos contra Godoy y sus políticas. Un ejemplo, si Agustina Saragossa disparó un cañón, Manuela Sancho disparó distintas piezas de artillería y fusil hasta ser herida en el Segundo Sitio. Por cierto, vivió para ser fotografiada.

Sin embargo, le he escuchado decir que no le gusta utilizar el término “héroes”…

Cierto. En el momento que le ponemos a alguien esa etiqueta de “héroe” corremos el riesgo de subirlo a un pedestal de perfección que no encaja con la realidad histórica, siempre más compleja y en la que un mismo personaje suele tomar actitudes contradictorias. ¿Los zaragozanos que resisten el 15 de junio en Zaragoza son héroes ese día pero el día de antes eran cobardes cuando huyeron de la batalla de Alagón? Son etiquetas dicotómicas que no nos permiten comprender a personas de carne y hueso en situaciones extremas.

En su obra, el general Palafox tampoco sale muy bien parado…

Bueno, intento poner el personaje en su contexto. Esto enlaza con lo que comentaba en la pregunta anterior. José de Palafox es un joven sin experiencia militar en una situación inusitada. Bastante hizo con no ser linchado como otros generales de la época. Lo que es innegable es que no tuvo muchos aciertos militares, pero también hay que entender que no contaba con los medios necesarios. Y, ante todo, recordar que era una persona con una mentalidad determinada, que en base a sus propias experiencias fue tomando unas decisiones u otras.

La resistencia de Zaragoza se convirtió en un mito… ¿es muy difícil escribir de algo como esto y resistir las tentaciones más épicas y legendarias que otras fuentes del pasado sí aceptaron?

La épica puede estar en determinados momentos pero no nos puede hacer olvidar las otras caras de la guerra, sus desastres, la logística que hay detrás, que combaten, huyen y mueren personas corrientes. Y no hace falta adornar la historia con leyendas, ya es fascinante en su complejidad. En el caso zaragozano ya lo dijo Luis de Palafox, marqués de Lazán, que no hace falta exagerar aquello, que ya fue bastante tremendo. De hecho, con su cita abro el libro.

Los sitios de Zaragoza, ¿son en mayor medida prueba del coraje y resistencia de sus defensores españoles o del arrojo y preparación de las tropas francesas que la sitiaron y tomaron?

Me hablas de coraje, pero lo que las fuentes muestran para ambos bandos es, sobre todo un sentimiento: el miedo. Quienes se aprestaron a defender Zaragoza, teniéndolo todo en su contra, tenían miedo de ver su ciudad saqueada como Córdoba, Tudela o Medina de Rioseco, tenían miedo a verse esclavizados y llevados a combatir al norte de Europa en los ejércitos napoleónicos, tenían miedo a morir alanceados por la caballería polaca… Palafox tuvo miedo el 15 de junio de 1808 a que los franceses “hicieran furia sobre su cabeza”. Y los soldados napoleónicos tenían verdadero pánico a ser despedazados por paisanos armados en la difusa retaguardia, a combatir en una guerra casa por casa donde de nada servían las formaciones, a morir infectados de tifus, a verse rodeados de campesinos furiosos que acudían en socorro de Zaragoza… Y estos miedos también impulsaron en determinado momento a combatir a muerte.

Los Sitios de Zaragoza se decidieron, en el plano militar, por varios factores, los cuales trato de explicar en el libro: la posibilidad de socorro, el nuevo tipo de guerra y su aprendizaje, las decisiones de los mandos, la voluntad de resistir de la población, la potencia artillera etc.

Hay quien dice que la gran mayoría de los problemas de España contemporánea nacen en la Guerra de la Independencia, ¿necesita España un nuevo relato de aquella guerra para comprenderse a sí misma?

Se recurre mucho a echar las culpas de los problemas actuales al pasado, trazando una línea recta de desastres. Y aunque hay vínculos entre pasado y presente, procesos y dinámicas de largo recorrido, se cae muchas veces en el anacronismo y simplificación.

En España lo que se necesita es mesura a la hora de abordar los debates sobre nuestro pasado y escuchar un poquito más a quienes investigan la historia. La Guerra de Independencia fue mito fundacional de la nación española y eso llevó durante bastante tiempo a verla de forma maniquea, pero fue, como todo, más compleja.

Titula un subcapítulo como “una ciudad de escombros”, ¿cuánto perdió en patrimonio Zaragoza en los asedios? ¿Qué cicatrices dejaron en la ciudad?

Está claro que la guerra fue un desastre. Un 30% del casco urbano sufrió daños por los bombardeos, guerra de minas y combates. Especialmente dañados quedaron los barrios de Santa Engracia y la Magdalena. En el Primer Sitio las pérdidas más significativas fueron el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, del s. XV, bombardeado por la artillería francesa y la iglesia de Santa Engracia, volada con una mina. En el Segundo Sitio, dada la guerra de minas, lo que más sufrieron fueron las casas corrientes y el convento de San Francisco que fue volado el 10 de febrero de 1809 en una terrorífica explosión. Sensible fue también la pérdida de las plantas superiores de la Diputación del Reino.

Parece que las tropas napoleónicas inauguraron una lamentable tradición de destrucción de patrimonio histórico en Zaragoza que ha llegado hasta la actualidad.

En la actualidad todavía se ven los impactos de artillería en fusilería en lugares como la Puerta del Carmen, el exterior de la basílica del Pilar, la torre de San Agustín (Centro de Historias), la “Casa de los Sitios” en calle Dr. Palomar o en el muro del Cuartel de Caballería, salvado recientemente de la destrucción total.

Es historiador y divulgador activo en redes, incluso hace un tiempo impulsó un manifiesto por la divulgación, ¿está tan deteriorada la divulgación histórica en Internet? ¿cómo la Historia puede provocar debates tan enconados en Twitter?

No es solo en internet. Parece que, en general, no se valora el ingente trabajo de los historiadores, quienes desarrollan su profesión muchas veces en condiciones precarias. No puede ser que tener una titulación en historia sea usado, a veces, como un demérito. Y para divulgar la historia pedimos algo tan básico como honestidad y método histórico.

Bueno, las redes sociales pueden ser maravillosas o un pozo de toxicidad. En mi caso, gracias a Twitter he conocido a excelentes personas que desarrollan multitud de proyectos relacionados con la Historia. Que haya debates es bueno, porque construyen conocimiento y redes, sirven para divulgar también, siempre que se hagan con respeto. Lo malo es que se den discusiones que no nos llevan a ninguna parte, linchamientos mediáticos o ataques desde el anonimato de las redes.

Vivimos en tiempos en el que la historia está presente en muchas partes, se usa y abusa de ella, pero el papel de los historiadores está difuminado.

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