Chufo Lloréns: «Con proyectos, uno envejece más tarde»

El escritor Chufo Lloréns (FOTO: Genís Alonso)

Como un Clint Eastwood literario, siempre trabajando en lo suyo sin importar la edad, Chufo Lloréns (Barcelona, 1931) vuelve a sus 88 años a las librerías con su novela El destino de los héroes (Grijalbo, 2020). Aparición tardía, pero exitosa en el género histórico nacional -apenas han pasado doce años desde que publicó su primera novela-, el autor de Te daré la tierra o La ley de los justos ha sabido convertirse en unos de bestseller históricos obligados en España. Da igual que escriba sobre la Barcelona medieval o sobre la Segunda Guerra mundial, Lloréns parece tocado por la varita y sus novelas gustan a los lectores y se convierten inmediatamente en éxitos (esta, en su primer mes a la venta ya es la segunda novela histórica más vendida en España).

En El destino de los héroes, Lloréns nos lleva del París de la Belle Époque hasta la Primera Guerra Mundial y la Guerra de África de España, un recorrido dramático y emocional por el convulso y trágico arranque del siglo XX que toca Madrid, Barcelona, Venezuela…

La primera pregunta es obligada, con ese título, ¿cree el autor en los héroes?

Pienso que cada hombre lleva dentro de sí a un malvado y a un héroe y, depende del momento, se comporta de una manera u otra. También creo que en esos momentos, no son conscientes de si es héroe o malvado. La historia luego te pone en tu sitio, pero en el momento no se es consciente. En la novela, será el lector el que juzgue si hay un comportamiento malvado o heroico: pero no son malvados por maldad pura, sino por envidia, ambición, celos… El hombre no es ni malo ni bueno, es ocasional. Nadie nace malo.

Lloréns habla con pasión de la época que retrata en la novela, porque «se mueve en unos escaparates muy notables y muy ricos en sucesos novelescos«. Y así, nos habla de la neutralidad española en la Gran Guerra, donde «Madrid era una nido de espías», en la que Alfonso XIII «estaba entre dos fuegos, porque su madre era alemana y su esposa, inglesa», de la «guerra maldita de España, en África, donde las gentes de posibles pagaban y no huían y los pobres iban a morir», Annual…

E incluso Venezuela, en un momento donde aquel país vivía una situación complicada que provocaba la emigración. «Por aquel entonces había un gobierno socialista, las fortunas se fueron, nacionalizaron el tren… En la novela pasa algo muy parecido a lo de hoy, porque entonces también pintaban malvas en aquel país. Lo que pasa en Venezuela ya pasó», explica el autor que asegura que «no pensaba hacer un paralelismo, pero hay conexiones, porque la historia se repite y quien no mira al pasado, está condenado a repetirlo. A mis 88 años ya he vivido cosas y me preocupa ya el futuro por mis hijos y mis nietos».

Confiesa el novelista que esta obra nace de una «deuda» que sentía con la familia de su madre, ya que en la anterior novela metió muchas historias de su rama paterna. «Para una novela necesitas personajes extraordinarios, la vida de una persona que va al despacho todos los días no tiene interés», explica. «En la familia de mi madre hay ese tipo de gente extraordinaria, y estoy seguro que muchos lectores al leerlo dirán que es ficción precisamente algunos hechos reales: un familiar que tuvo tres accidentes aéreos y sobrevivió; otro que buscó oro en el Retiro, que no encontró, pero señaló el lugar donde aparecería más tarde oro de la época de Felipe IV…»

Y de paso Lloréns nos da pista de su labor como buscador de historias. «Buscaba historias en mi familia y cuando las encontraba, me entusiasmaba; así que buscaba épocas para cuadrarlas», relata. «Para mí, estas cosas son como las cerezas: coges unas y guardas el resto, y las vas apartando y eliminando hasta que te quedas con lo que vale. Este trabajo es todo oficio, practicas y coges los trucos de escritor, que solo se logran calentando silla. La inspiración solo llega escribiendo: si estás bien, haces página y media al día, y lo demás es cuento. En un día malo, haces media», confiesa este escritor que asegura que durante el primer año que dedica a un proyecto, «no escribe» y se dedica solo a «tomar nota y documentarse, hasta que va cuadrando todo en la cabeza». En total, asegura que a esta ficción le ha dedicado cuatro años: «un año de buscar y tres de escribir, y otro que no depende de ti, con la corrección y luego el lanzamiento, la publicidad…»

Sobre la recreación histórica, Lloréns cree que «la misión del novelista histórica es introducir amablemente al lector en la historia, al igual que Serrat introdujo la poesía de Alberti y Miguel Hernández a la gente. Quien quiera saber más, ya buceará». Y pone de ejemplo a Santiago Posteguillo, «un prodigio de autor»: «Cuando acabas una de sus novelas, ya buscarás más historia sobre lo que has leído».

Sin embargo, este autor explica que con el tema de la historia «hay que ser honesto» y avisar si modificas algo de la historia: «Puedes falsear pequeñas cosas, pero no cosas que han marcado, tu prestigio en este género depende de que seas honesto». «Luego el lector es muy detallista y pesado», confiesa Lloréns: «He tenido críticas a mis novelas de capitanes de navío o expertos en ópera. Siempre se cuelan gazapos que los especialistas notan, pero no creo que haya que llegar a estos niveles para una novela. A veces se escapan, otras veces no has tenido tiempo. La idea es introducir al lector en la historia, pero eso solo funciona si tus historias enganchan, si el lector deja de leer tres días, se acabó, hay que forzarle a leer todos los días».

Chufo Lloréns admite que el soñaba con la Historia y escribir desde siempre y que le habría gustado a empezar a escribir antes, pero «la vida te conduce por largos caminos». Dice el exitoso novelista que «la felicidad consiste en ganarte la vida en lo que te gusta, pero es un privilegio: Nadal, juega al tenis y gana millones, pero no es lo común». En su caso, no comenzó a escribir hasta que no ahorró «lo suficiente para comer tortilla de patatas todos los días hasta la muerte». Aún así, cuando llegó el éxito literario, reconoce que le sorprendió.

Rememora que la pasión por la historia le vino de un profesor «que le metió la historia en vena: eran tan apasionado que cuando sonaba la campaña del recreo, seguíamos sentados escuchándole». Y este escritor, que admite sin tapujos que escribe lo que le gustaría leer enumera sus «libros maestros»: «las novelas de Alejandro Núñez Alonso, que es un prodigio y casi nadie ha leído aquí; Guerra y paz; Sinhué, Ben-Hur, Lo que el viento se llevó… Eso lo que me habría gustado escribir: amar Egipto a través de Sinhué… Pero claro, si te sale una como Lo que el viento se llevó ya no tienes que escribir más…»

Llórens fue actor, representante de artistas como Pedro Ruiz o Moncho Borrajo y regentó salas de fiestas antes de dar el salto a la literatura. ¿Es más malévolo el mundo de los artistas o el de los escritores? «El mundo de los escritores es más disgregado, no convives; los artistas viven más juntos y las envidias son más comunes. En la literatura no pasa… o al menos no te enteras. O Quizá es que he llegado aquí con más edad y la edad te levanta muchos vetos a la gente. Yo a lo mío, que para que lo que me queda en el convento».

Y para lo que le queda en el convento este escritor ya trabaja en una nueva novela. «No quiero que me vean mis nietos como un abuelete que pasa todo el día sentado tapado con una manta», afirma, «quiero que me vean trabajando y con ideas. Se puede vivir de recuerdos o de proyectos, y yo prefiero lo segundo. Con proyectos, se envejece más tarde. Como dijo Perón, nadie se muere en la víspera».

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1 comentario

  1. Dice ser Chesana

    Chufo es uno de los más grandes escritores españoles de todos los tiempos. La pena es, como él dice bien, que le ha pillado algo mayor… y el tiempo se acaba para todos más pronto o más tarde. Pero me ha alegrado muchísimo saber que no se ha ido a ninguna parte donde no le podamos leer y disfrutar con sus libros. Me siento feliz, de verdad.

    19 marzo 2020 | 23:51

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