‘1793’: Un ‘true detective’ escandinavo en el siglo XVIII

Panorámica de Estocolmo. Imagen de marcelkessler en Pixabay

Irrumpe con fuerza, precedida de gran éxito y premios en su país. 1793 (traducción de Patricia Antón de Vez, Salamandra 2020) llega a España con la vitola de traspasar el reciente buen momento del género negro escandinavo al thriller histórico. ¿Lo logra? Seguramente sí. Y, agárrense, que vendrán más pues el arranque de una trilogía, la siguiente salió en Suecia en 2019 y se tituló 1794.

Firmada por un hijo de la nobleza más antigua de Suecia, Niklas Natt och Dag (Estocolmo, 1979), 1793 nos lleva al Estocolmo de esa época, recién asesinado Gustavo III, que impulsó el absolutismo en el país, y coronado su hijo Gustavo IV Adolfo. En una de las lagunas de la ciudad aparece un cuerpo brutalmente mutilado que une los destinos de un veterano tullido de guerra metido a guardia, Mickel Cardell, y de un abogado tísico y moribundo, pero sagaz e incorruptible, Cecil Winge, que investigarán el macabro crimen.

Natt och Dag deslumbra con una ópera prima bien trazada donde destacan su ambientación, atmósfera y personajes sobre la trama, aunque esta esté bien urdida. La novela nos hace vagar por un Estocolmo sucio, frío, peligroso y corrupto, donde los aires y las noticias que llegan de Francia y su Revolución recorren las calles, ya sean como esperanza o como aterrador aviso. El autor parece conocer cada barrio, cada calleja, y edificio de la ciudad. El lector se siente deambular por la urbe junto a los personajes.

Con una prosa precisa y dura, con descripciones atmosféricas y diálogos rápidos y reflexiones de altura, la novela avanza con fuerza y sabe aprovechar los cambios de registro que presenta. Las fuerzas de la ley, las tabernas, los burdeles, las prisiones, los abogados, los veteranos, los pícaros, los nobles, las mujeres… todos son retratados, como la época, con pulso maestro y con un realismo que a veces apabulla en su crudeza y violencia, pero que otras empatiza y demuestra que los humanos no somos tan distintos, no importa dónde y en qué época estemos. Es por todo eso por lo que esta novela, que se sirve del gancho de la intriga y lo policial, se eleva más allá como una espléndida ficción histórica: por su recreación impresionante de una época.

Retrato de Gustavo VI Adolfo de Suecia (cuadro de Johann Baptist Lampi d.ä.: / Nationalmuseum)

Cuando uno lee 1793, con goce y disfrute, uno reconoce el gusto por la sutil referencialidad. Y no se siente como imitación o copia, sino como afortunada asimilación. En las entrevistas concedidas a medios españoles, el escritor sueco cita al poeta sueco de la época Carl Michael Bellman (que hablaba sobre las clases bajas), Umberto Eco (El nombre de la rosa), Patrick Süskind (El perfume), Hilary Mantel (La sombra de la guillotina), Allan Moore (con su cómic From Hell) o Patrick O´Brian (Capitán de mar y guerra). Todas ellas válidas e incluso rastreables, pero a mi me surgen otras.

En primer lugar, 1793 es hija del género negro escandinavo (el de Mankell, Stieg Larsson y tantos otros), tan preocupado por las tramas adictivas como porque éstas reflejen el lado oscuro de la sociedad. En esta novela, es casi tan importante descubrir al asesino como percibir una Suecia regida por monarcas caprichosos e incompetentes, sacerdotes corruptos y una nobleza aburrida que solo encuentra placer en las prácticas más abusivas y salvajes, una ciudad llena de corrupción, picaresca y apariencia. Es verdad que ya hay otras novelas llegadas del norte de Europa que mezclen negra con histórica (pienso en las novelas de otra sueca, Cecilia Ekbäck, publicadas en España por Roca y con las que guarda alguna similitud) pero creo que 1793 es la más lograda que he leído.

También hay ecos del clásico Estudio en Escarlata, de Conan Doyle, al menos estructurales, pues el autor no duda en hacer una larga parada en la investigación para adentrarnos en dos historias secundarias, relacionadas con el caso, al estilo de aquella larga digresión sobre los orígenes de la iglesia mormona de la historia clásica de Sherlock Holmes. Historias, por cierto, que funcionan y que no sólo ofrecen claves para la resolución de la historia si no muestra al lector dos logrados y originales retratos de la sociedad danesa como es la picaresca de la época y las cárceles femeninas.

Titulaba esta entrada definiendo esta novela como «un True Detective escandinavo en el siglo XVIII», y esa es otra referencia que surge de manera natural. La comparación con la célebre serie (me refiero a la primera temporada) es sencilla: dos investigadores con trasfondo y pesadas cargas que investigan un grotesco crimen, una estampa casi gore, con demasiadas aristas e intereses, que salpica a distintas clases sociales y donde lo más importante es la atmósfera y los personajes.

Podría parecer que la atmósfera y la ambientación, que los logrados personajes y sus conflictos, solapan la trama de intriga, pero no es, afortunadamente, así. Con pocos pero efectivos giros, Natt Och Dag logra resolver de manera sencilla (quizá demasiada) un crimen en apariencia complejo. No es lo más brillante de la novela, pero funciona y lo culmina con una gran resolución que aporta y hace evolucionar a los personajes. Un final, por cierto, potente, pues enfrenta los ideales de uno de los protagonistas con la realidad y el supuesto bien común y que resuelve, de manera ciertamente conservadora, con su ingenio.

¿Es perfecta? No, pero ¿qué novela lo es? Sin embargo, sus pequeños defectos -¿acaso no chirría leer a un personaje del siglo XVIII pensar que se sentía como un extraterrestre?- no empaña un conjunto global muy logrado.

Una muy buena novela, en forma y contenido, que vuelve a demostrar el gran momento que vive este subgénero que mezcla lo negro y lo histórico. Será uno de los títulos de la temporada.

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