‘El invierno más largo’: un gélido thriller con toque sobrenatural en la Laponia del siglo XVIII

Laponia (GTRES)

Laponia (GTRES)

¿No sentís frío? ¿Será por los temporales que han azotado España las últimas semanas? ¿Por la entrada de ayer en la que se hablaba del Muro de Hielo de Canción de Hielo y Fuego y de fantasía nórdica? O será, porque hoy, hablamos de una novela llamada El invierno más largo (Roca Editorial, 2016), de la autora sueca Cecilia Ekbäck (traducida al castellano por Santiago del Rey) que ya os destaqué como una de esas novelas con ambientación diferente a lo habitual. Todo será, pero aprovechemos los pocos días de invierno que quedan para resguardarnos bajo la manta con una buena lectura (por cierto, sorteo dos ejemplares del libro en Facebook).

Cecilia Ekbäck (Roca Editorial)

El invierno más largo ha sido una de las sorpresas de lo que llevo de 2016. Lo leí sin ninguna expectativa previa y me sorprendió. Es una mezcla entre novela histórica y thriller con toques de fantástico o de terror. Y la mezcla, que nos traslada a la Laponia del siglo XVIII funciona muy, muy bien. Engancha.

La historia nos adentra en las desventuras de una peculiar familia que, en 1717, se traslada desde Finlandia a la Laponia sueca, al monte Blackåsen, una zona con pocos habitantes y muy distantes, donde conviven colonos suecos y lapones. Al poco de llegar, las hijas de la familia encuentran un cadáver. Y ahí empezará una investigación que implicará a otro de los personajazos de la novela, el sacerdote de la comunidad (y representante del rey), al resto de los colonos, los indígenas lapones…

Gracias a esta maravilla que es Internet, he conseguido que la propia autora responda a unas cuantas preguntas y nos adentre ella misma en su obra. Así que la primera pregunta parece obvia, ¿cómo nació la idea la de esta original novela?

La expresión Wolf Winter (invierno lobo, título original del libro) en sueco (Vargavinter) se refiere a un infrecuente invierno más duro y largo. También se suele usar para describir los momentos más oscuros de la vida humana -como una enfermedad, la muerte de un ser querido, un divorcio…- el tipo de periodo que marca en ti que eres mortal y que, al final de los días, siempre estás solo.

Mi padre fue mi mejor amigo. El periodo que precedió a su muerte y justo después (murió en 2008) fue mi Invierno Lobo. Mientras agonizaba, le entrevisté sobre su vida. Murió y continué hablando, con mi abuela, su hermana, sus amigos, mi madre… Quería entender por qué no hablaban mucho sobre nuestro pasado, por qué había estado más unida a mi padre que a mi padre y por qué estaba tan asustada. La novela nace de aquellas conversaciones.  Esta historia me acompañó durante un largo tiempo como una reacción, como una respuestas a un hecho de mi vida. Lo escribí en forma de libro, pero nunca pensé que acabaría siendo un libro real.

Escribí esta historia cuatro veces. La primera estaba situado en 2005 y era una saga familiar, luego lo ambienté en 1930, en 1865… En cada época, la historia cambiaba. Tomó vida propia. Finalmente, la novela encontró su verdadero hogar en 1717.

La novela tiene algo de esa novela policíaca nórdica con la que se nos bombardeó durante la primera década del siglo XXI. Una sociedad cerrada, llena de secretos inconfesables… Parece mentira que sea la primera novela de esta historia al ver cómo maneja el suspense y los elementos históricos y ambientales. En lo histórico, me fascina cómo sabe marcar la época sin apenas descripciones o explicaciones, con breves retazos, con pequeños datos relevantes, casi de una manera impresionista y lejos de los excesos didácticos de muchos autores del género. Quizá es lo bueno de que la autor no pretendiera escribir una novela histórica como tal. En cualquier caso, el ambiente histórico está presente: las guerra contra Rusia, la colonización de Laponia, el papel de la Iglesia como representante del Estado, las cazas de brujas… Sobre todo en uno de los personajes principales, el sacerdote del pueblo, un antiguo miembro de la corte expulsado y al que se encarga resolver el crimen y que sirve de vínculo con la política sueca del momento.

Le pregunto si no piensa que el lector español (y aquí pienso en el lector internacional poco cercano a la historia de Escandinavia) puede sentirse algo lejano a esa ambientación y por qué debería interesarle…

No veo mi libro tanto como una novela histórica como una saga sobre gente -muy normal, imperfecta- que soporta una enorme presión. Espero que el lector español disfrutará conociendo a esas personas.

Todos mis personajes son imperfectos. Amo las defectos en la gente, siempre las hay, tanto psicológicas como físicas. Las odio en mi. Una de las razones por la que escribo es que mi rechazo a mis propios defectos: desearía ser sabia como mi madre, leal como mi marido, tranquila, generosa, disciplinada… y la lista continúa.

La llegada de mis hijas gemelas cambió mi visión del debate entre crianza y naturaleza. Solía conceder más peso a la formación, pero cada niña llegó con su propia personalidad desde el primer día. Hay tantas cosas que nunca cambian, sino que están en nosotros, de modo inherente de generación en generación. No nos absuelve de nuestra responsabilidad, y por supuesto, todas nuestras acciones tienen consecuencias, pero este pensamiento me reconforta. Creo que la razón por la que escribo es para explorar esa idea.

Una de las cosas que más me impactaron de la novela son algunas descripciones del frío extremo que hace la autora. ¿Están basadas en su experiencia personal?

He vivido el frío más gélido, pero nunca sin las ropas y el equipo adecuado y una casa caliente a la que regresar. Fue fascinante imaginar cómo sería vivir esa experiencia sin todas esas cosas que damos por garantizadas…

Una vez hice senderismo por mi cuenta en Perú. Subí a una montaña muy escarpada y comenzó a llover. No estaba preparada para ello, tuve que regresar y bajar y no estoy seguro de cómo lo hice. Usé el miedo que sentí a la hora de escribir la parte de la tormenta de nieve de la novela.

La montaña (algo siniestra) donde transcurre la novela, Blackåsen, es ficticia, ¿pero en qué está basada?

La montaña no existe como un lugar físico, pero su naturaleza es algo que recuerdo de mi infancia: una combinación entre lugares y recuerdos que tengo de Hudiksvall, donde crecí, Knaften y Vormsele, los dos pequeños pueblos de Laponia donde mis abuelos vivían, y Sånfjället, una montaña cercana a la frontera con Noruega, donde mi familia tenía una cabaña. Blackåsen es la personificación de lo que sentí mientras crecía en el norte de Suecia. Representa el miedo, las dudas, el fervor religioso, la soledad y la necesidad de adaptarse y encajar. En la novela, quería que la montaña fuera casi un personaje por sí mismo.

¿Por qué decidiste dar peso a los elementos fantásticos en la historia, sobre todo en Frederika, la hija de la familia protagonista?

Mucho de ese folclore -los elementos míticos y fantásticos- todavía está presente. Investigué -leí todo lo que pude encontrar, aunque lo más valioso fueron las entrevistas con mi abuela y sus amigos- y recordé historias de mi infancia. Crecí con historias de espíritus y hadas, como la del niño de la ciénaga, que te robará tus cosas si tienes malos pensamientos… O Santa Claus, que no era ese jovial hombre vestido de rojo sino un pequeño duende gris que vivía en el granero y que podría castigarte si no le tratabas bien. Y todo eso es tan aterrador, no estar seguro si estás frente a otro ser humano o frente algo de una naturaleza mucho más escalofriante…

2106En la novela aparece la comunidad sami (los lapones) como los indígenas que han sido apartados de sus tierras por los colonos. ¿Crees que la literatura puede reparar la deuda histórica con esa comunidad?

No, creo que esa es una deuda que no puede ser reparada. El pueblo Sami ha perdido demasiado de su herencia en sus relaciones con el resto del mundo. Pero quizá la literatura pueda propiciar un nuevo campo de encuentro.

En El invierno más largo, se habla de las relaciones entre Estado e Iglesia, sobre la caza de brujas, la política del terror… Lo que ocurre hoy en día…

En mi segunda novela, que acabo de terminar, -una muy imprecisa secuela de El invierno más largo, situada 130 años después en la misma montaña-, uno de los personajes dice: «El tiempo es un círculo. En algún punto, el final se encuentra y el tiempo comienza a devorarse a sí mismo».

Cuando leo sobre nuestra historia es interesante ver cómo muchas cosas vuelven de nuevo -de forma diferente, con otro ritmo-, pero vuelven. Saberlo podría -pero solo podría- ayudarnos a evitar repetir nuestros más terribles errores.

Si os ha gustado, en Facebook sorteo un par de ejemplares de la novela, cortesía de Roca Editorial. Si os animáis, participad.

¡Buenas lecturas!

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1 comentario

  1. Dice ser RayozZz

    Detalle: parece que el usuario ha qutiado el vídeo, ¡qué pena! 🙁

    Sobre el concurso: ¡qué ganas de participar! pero por otro lado, tampoco puedo leer mucho y me trago párrafos enteros a no ser que lo lea mil veces o lo escanee, lo corriga y lo pase a voz en plan audiolibro casero de uso personal (mi pc ahora no está en muy buena forma y necesita actualización pronto antes de que reviente), y tal vez sería injusto para otra persona que sí pueda leer más en condiciones textos largos. Y también un poco de miedo a revelar mi identidad o mi historia o abandonar mi anonimato…

    Es interesante lo que dices (¿puedo tutearle?) de que la autora apenas se explaye con explicaciones históricas. Creo que a veces, de cuando podía devorar libros (de todo tipo, pero no tanto de literatura en sí), ví que algunos autores necesitaban demostrar a sus lectores que habían estudiado concienzudamente la historia de la época y lugar para situarlo correctamente. Eso está bien, pero a veces eso tiende a descuidar un poco la emoción, la emoción de la historia o historias paralelas que puede haber en un relato.

    Igual me estoy yendo por peteneras, pero a veces creo que si en España no gusta mucho la historia es porque le falta emoción, y es que la historia son hechos emocionales: celos, envidias, amores, terrores, desgracias, triunfos, venganzas, luchas por el trono, robos de esto o lo otro, asesinatos, locuras, etc. La historia es muy surrealista y a veces uno se sorprende de porqué pasan las cosas o cómo suceden, o porqué se producen. Hay muchas cosas que nunca sabremos sobre la historia, pero ahí le podemos poner imaginación, o hacer que la gente VIVA y SIENTA la historia. Claro que esto me suena al típico cine escandinavo tradicional, como con Bergman, algo muy intimista, muy oscuro, claro que sin la luminosidad brillante de Agatha Christie, que describe personajes con sus emociones y sus actitudes, mientras que Bergman tiene esa cosa nórdica que no tiene facilidad para expresarse, ni para decir exactamente lo que quiere decir, y entonces uno se queda a veces sin entender muchas cosas. Y esto define un carácter un tanto críptico, que también tiene su punto, aunque al ser una sociedad no urbana, puede que las cosas sean más cálidas.

    Pero que nadie me haga mucho caso… antes tenía mil ideas por escribir, pero lo cierto, es que hace unos pocos años aprendí a escribir canciones cortas, para decir lo máximo en el mínimo espacio, y con algún ritmo, y por eso a veces me sorprendo en que me he convertido en un inútil escribiendo cosas largas. Y la realidad que me circunda tampoco es que me ayude mucho a incentivarme con la escritura porque todo esto, es decir, la situación política, la situación personal, la enfermedad, el dolor, etc. más bien parezco un Panero al borde del abismo, y todavía me sorprendo que siga con vida… Es como una agonía insoportable hasta que mi situación no se estabilice y no tome yo el control absoluto sobre mi vida y mis decisiones, entonces a ver si el universo me deja descansar y si acaso, crear (pues no puedo trabajar de momento), mientras tanto «naranjas de la china», como dice el famoso dicho.

    Pero ya estoy hablando demasiado…

    09 marzo 2016 | 07:50

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