Álber Vázquez: «La primera vuelta al mundo de Elcano solo es comparable a la llegada a la Luna»

El escrior Álber Vázquez / ESFERA LIBROS

Tal día como hoy, hace quinientos años, las cinco naos de la expedición del portugués Fernando de Magallanes, financiada por la corona española, partían de Sanlúcar de Barrameda. Regresaría, tres años de penalidades y descubrimientos asombrosos después, solamente una nao capitaneada por el vasco Juan Sebastián Elcano tras haber circunnavegado el planeta por primera vez. Esa hazaña, tan literaria, tan colosal, pero sorprendentemente tan poco narrada -hasta ahora- es la que ha novelado Álber Vázquez (Rentería, 1969) en su última novela, Poniente (Esfera de los Libros, 2019)

No oculta Vázquez que el proyecto fue una propuesta de su editorial, pero con la pasión con la que narra y habla de su novela está claro que la hizo profundamente suya con facilidad. Y eso que, pese a tener tres novelas muy marineras (Mediohombre, sobre Blas de Lezo; Muerte en el hielo; sobre el naufragio del galeón San Telmo; y ésta), reconoce que le «da respeto el tema naval del pasado»: «No sé tanto como me gustaría, pero además creo que corres un riesgo: cuando te centras en lo técnico te alejas de lo humano y eso no lo quiero nunca. Yo describo una expedición de hombres, no de naos«.

Ahora se publican casi a la vez tres novelas sobre esta hazaña, pero antes había despertado poco interés literario…

Es extraño. En el caso de España, creo que es parte de la desidia, porque este es un país que tiene los brazos caídos y es apático y eso nos afecta a todos, incluidos los novelistas. Nos impregnamos de la atmósfera del país.

En realidad, los propios españoles tampoco parece que, en general, tengamos esta vuelta al mundo como un hecho capital de nuestra historia cuando, probablemente, sea el momento en que este país cambió el mundo

Dime, en la historia de la humanidad, un hecho o momento de una altura similar a lo que hicieron Elcano y su gente. A mí solo se me ocurre la llegada a la Luna. La llegada a América es algo menor en comparación, habría sido un paseo para ellos.

Incluso parece que se conoce más a Magallanes, que a Elcano, que precisamente fue quien concluyó la vuelta al mundo y a quién convierte en protagonista…

Hace unos días en La 2 de TVE emitieron un reportaje sobre el tema y ponía: «Magallanes, el primero que dio la vuelta al mundo». Joder, no; no soy un hater pero reacciono. Cuando escribía la novela, Portugal reclamó esta expedición como patrimonio suyo y me enfadó aquello. Soy tan emocional que se nota en la novela, en mi actitud hacia los portugueses, que no iba a ser tan enconada. Entre ellos que tienen morro y España que está en un momento tan tontorrón… Es la bajada de brazos constante de la que hablaba antes. El redactor de La 2 no lo hizo a malas, para fastidiar, y eso es peor. Porque al malo se lo combate, pero al tonto no se puede.

Por decir algo así, le pueden tildar de nacionalista…

A mí me da igual. Yo vivo en Rentería y, en fin, he convivido toda la vida con el nacionalismo.

Dota a Elcano de una mirada y un saber estar especial. ¿Cómo afrontó la creación de este personaje, después de haber descrito a otros tan célebres como Blas de Lezo?

Tenía que imaginarlo, porque tampoco se sabe tanto de él. Ni la edad que tenía se sabe, aunque mi teoría es que era más joven de lo que se piensa: desde luego no era ese barbado, casi con cachava, como a veces se le ha retratado. Se sabe que era hombre de pocas palabras, taciturno, reflexivo, que compartía información y decisiones con sus hombres… Para mí, esa es la descripción del típico hombre de mar vasco. Soy de familia de marinos y para mí resultó muy sencillo ponerme en su piel, porque lo conozco. Igual me equivoco, pero no creo que mucho.

A Elcano, como muchos de la época, no parece que se le reconociera mucho su gesta, ni antaño ni ahora…

¿Por qué? Yo creo que murió como quiso, no sabemos muy bien cómo, yo no me creo la hipótesis de que comió pescado en mal estado. Se hizo a la mar porque quiso, porque ya era rico, porque los que llegaron al Pacífico se llevaron un buen dinero, llegaron con la Victoria cargada hasta los topes. En el Cabo de Buena Esperanza les pilla un temporal tremendo, y las están pasando canutas en aquella nao, que es un cascarón de nuez, y debaten si tirar la carga para ganar flotabilidad. Y sale que no. Si nos hundimos, bien, pero si llegamos a Sanlúcar llevamos con la carga.

Fueron unos héroes de los emprendedores…

Eran la startup de la época. ¡Pero no me pongas ese titular! (se ríe). Eran mercantes, fue una expedición comercial y crearon el primer mercado global.

Con una historia tan apasionante, ¿no le daba miedo no aportar nada como novelista a algo tan inmenso?

No porque le faltaba una capa: la emoción. Y eso es lo que añade el escritor. ¿Qué sintieron cuando descubrían el estrecho de Magallanes? Habría escrito una novela sólo de eso. Relatar aquel viaje habría podido ser un proyecto al estilo de Benito Pérez Galdós: doce o más novelas.

¿Le ha costado mucho esfuerzo?

Sí, es mi novela más larga y además fui a contrarreloj porque tenía fecha. Pero yo me lo paso bien, no es un sufrimiento, es mi modo de vida.

Es runner, ¿escribir y correr qué tienen en común?

Son lo mismo. Yo salgo a correr por las mañanas y voy pensando en lo que voy a escribir, aclaro las ideas. Y cuando vuelvo, me pongo. Para mí son actividades que van unidas.

Lleva dos novelas este año…

Se consigue currando mogollón. Los escritores normalmente te contarían una milonga: que si llevo cinco años con ella… Yo trabajo todos los días, incluido el día de Nochebuenas. No son medallas que me pongo, es mi método. Quiero ser como Benito Pérez Galdós, pero él escribía a lápiz y yo tengo ordenador.

Sé que le gusta mucho el tema de la Conquista de América, sobre lo que ha escrito varias novelas. Cuando ve que van a hacer series y películas de Cortés con Amazon, Spielberg…

Me entra pavor. Cuando hicieron Oro, escuché a dos actores pedir perdón por aquello. Aluciné. Y cuidado, que no defiendo la leyenda rosa, hubo mucha brutalidad, hubo abusos. Pero no fue la tónica habitual de la Conquista. Fueron muy pocos, no podían aniquilar gente porque los necesitaban. Pizarro gana con unos pocos a todo el imperio inca porque eran muy cabrones y muy listos. Y es meritorio y reseñable, algo que hay que contar y explicar. Yo no oculto por qué va Oñate a Kansas, va a robar y arramblar con todo lo que pueda. Viven obsesionados con la riqueza y el oro, eran los segundones que no tenían nada que hacer en España. Pero para eso no podías montar un genocidio, no querían tierra quemada, querían tierra rica.

La pasión que transmite Vázquez en su forma de responder conecta con la intensidad que desprenden sus novelas históricas que, en esencia, son novelas de aventuras. «Son las que me gustan y trabajo», explica, «pertenezco a una generación que se educó con la literatura de aventuras, con el Jabato y el capitán Trueno; con Julio Verne y Emilio Salgari». Y continúa: «Es lo que me gusta leer y escribir, y por eso uso al narrador en segunda persona, que interpela al lector. Mi mejor experiencia como lector es la de no parar de leer y eso es lo que quiero reproducir en mis novelas. Me aburro tanto leyendo que eso yo lo valoro. Además, como me dedico a la novela histórica, que para la crítica es un género menor y por eso nunca me van a dar importancia, hago lo que me da la gana. Quiero que la gente me lea».

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