El Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda continúa su senda como referente del género

(c) Francis Villacañas (cedida por el Certamen de Úbeda)

La pasada semana tuvo lugar la séptima edición del Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda y, por cuarto año, tuve la oportunidad de acudir a la cita. El casco histórico de la ciudad jienense, patrimonio de la UNESCO, se convirtió durante unos días en una gigantesca máquina del tiempo, no sólo por sus bellos edificios históricos, sino también por las actividades literarias y de recreación.

El de Úbeda, comandado por Pablo Lozano y su hueste de voluntariosos colaboradores, ya es un referente para el género nacional. Por su vistosidad y, al la vez, sencillez; por la cercanía y profundidad; por la variedad de autores. El encanto de este certamen, alejado de las grandes urbes y los centros culturales del país, es quizá la imposibilidad de que una cita así, con su mezcla festiva y cultural, por la implicación de instituciones y voluntarios, de encuentro popular y de didactismo, pudiera repetirse en los sitios antes mencionados.

Presentaciones literarias

En la edición 2018, el plantel de autores fue bastante representativo de lo mucho y variado que se publica en el género en España. Isabel San Sebastián, Jorge Molist, Francisco Narla, Álvaro Arbina, Fernando Martínez Laínez, Jesús Maeso, Agustín Tejada, David B. Gil, Sergio Vega, Manuel Martínez, Emilio Lara... Se habló mucho de historia y de literatura, se debatió también mucho de los límites de la ficción histórica (un tema que reaparece año tras año). Tuve el placer de moderar una mesa redonda con los dos autores japonesistas, David B. Gil y Sergio Vega, sobre cómo se escribe novela histórica japonesa autores españoles como ellos. Buena prueba del altísimo nivel del género y de que nuestros autores se atreven y pueden con todo.

Como ya es tradición, uno de los grandes aciertos del Certamen es que, premeditadamente o no, es muy fácil hacer piña y hacer contactos con los editores, escritores, periodistas, blogueros que allí acuden (cada año más numerosas). Tan interesantes como las charlas públicas fueron las privadas y los corrillos. Se habló mucho de premios, de futuras novedades, de agentes y, sobre todo, de ebooks y audiolibros.

Se lamentaba Pablo Lozano de que este año no habían logrado traer a ningún autor internacional, tras haber tenido años pasados a Massimo Manfredi o a Scarrow, entre otros. También de la dificultad de traer a grandes autores nacionales, grandes superventas. Sirva de tirón de orejas; los bestsellers que acudieron (Molist o San Sebastián) seguro que pueden decir que es un error no hacerlo. Al menos, probarlo.

(c) Francis VIllacañas (cedida por el Certamen)

Palmarés que crece

Otras de las novedades del Certamen este año fue la creación de un nuevo premio tras el Ciudad de Úbeda (a novela inédita, que desde este año publica Pàmies), el Cerros de Úbeda (a la mejor novela histórica publicada el año anterior). En 2018 se ha sumado el premio Ivanhoe que va a reconocer la trayectoria de algún autor de género. En su primera edición, recayó en el ubetense Jesús Maeso, merecido a un autor que lleva cerca de veinte años cultivando la novela histórica con tino y éxito, y además se ha sabido adaptar y reinventarse. Además, Maeso es una de las almas literarias del Certamen.

Este año, el premio Ciudad de Úbeda fue para la novela In Civitate Regia, de Marcelino Santiago Yustre, que Ediciones Pàmies publicará en torno a febrero. Jurado y editor destacaron la calidad de las obras presentadas este año (seguramente los 10.000 euros de premio tengan algo que ver) y avanzaron que, además de la ganadora, la editorial de Carlos Alonso publicará una o dos novelas más de las presentadas.

El Cerros de Úbeda lo ganó El espía del Rey, de José Calvo Poyato, que acudirá a recoger su galardón en unos días, pues el fin de semana del Certamen tenía otros compromisos.

El acierto de la recreación

La pimienta y la sal del certamen la puso, una vez más, la recreación histórica. En este año, aprovechando el centenario, se centró en el final de la Primera Guerra Mundial (coincidiendo con el día en el que, cien años antes, había concluido el conflicto) y el sufragio femenino en Inglaterra.

Las recreaciones resultaron espectaculares y didácticas. Y el público acompañó. Este año, Lozano y su equipo nos invitaron a Javier Velasco, de TodoLiteratura, y a servidor a enfundarnos el uniforme de bobby londinense y controlar una manifestación de sufragistas. El equipo de recreación incluso había construido un furgón policial de época, con el motor de un buggy que circuló por las calles. Entrar en un actividad recreadora es una experiencia, además de entretenida y divertida, ciertamente interesante.

La única pega quizá, una vez más, es que ambos troncos del certamen, el literario y el recreador, fundamentales e indisolubles, siguen un poco desconectados. ¿Por qué no entrelazarlos y conectarnos? Lozano explicaba que es algo complejo a nivel organizativo y piensa que son para públicos diferentes. Quizá en próximos años se podría experimentar en esa vía.

Y así, rodeado por los célebres cerros cuajados de olivares, volvió a terminar otro certamen de Úbeda. Año tras año, superándose un poquito más, empujando otro poco más. Sigue siendo un referente y una cita tan diferente, que, retomando la reflexión inicial, parece difícil que pueda replicarse en ciudades más grandes. Que siga muchos años así.

¡Buenas lecturas!

Puedes seguirme en FacebookTwitter y Goodreads.

Los comentarios están cerrados.