Levantar muros: un fracaso histórico que la humanidad se empeña en repetir

El Muro de Berlín, 23 de agosto de 1961. Alemanes asomándose desde el lado oeste de un primigenio Muro de Berlín (Werner Kreusch / GTRES)

Mario Escobar, novelista e historiador, regresa este otoño a las librerías con Antes de septiembre (Ediciones B, 2018), una novela que se adentra en los heroicos intentos particulares de cruzar el Muro de Berlín en los años 60. Una conmovedora historia que en pocas semanas ha alcanzado ya su segunda edición. En el siguiente artículo, Escobar reflexiona sobre los muros que la humanidad se empeña en levantar, en su significado y su fracaso e interroga al lector sobre qué haremos en el futuro.

[GRÁFICO: Así era el muro de Berlín]


Un mundo que está levantando muros

Por Mario Escobar | @EscobarGolderos

La caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 parecía presagiar el final del bloque soviético y, lo que era más importante, el deshielo de la Guerra Fría. El mundo había estado varias veces al borde de una guerra nuclear, lo que hubiera supuesto con casi total seguridad el final de la raza humana, pero el derrumbe del bloque soviético parecía terminar con un mundo en eterno conflicto. La creación de la Unión Europea había cambiado por completo las relaciones bilaterales entre las naciones de la vieja Europa y todos pensábamos que comenzaba una etapa de prosperidad y paz sin precedentes.

El 11 de septiembre del año 2000, con el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, una nueva amenaza parecía cernirse sobre el mundo, el terrorismo islámico. Mientras la economía crecía sin cesar y el mundo occidental se blindaba ante la amenaza terrorista, nadie podía imaginar que la mayor crisis del siglo XXI y una de las peores desde la famosa Gran Depresión de 1929, avivaría ideas que parecían caducas y superadas, como eran el nacionalismo extremo, el fascismo o el estalinismo. La llamada crisis de la “avaricia” desató una ola de pobreza y desigualdad como la Unión Europea no había sufrido desde los años setenta. A la situación mundial se unió una grave crisis de valores y de liderazgo. Un mundo a la deriva y una Europa que comenzaba de nuevo a levantar las fronteras que tanto había costado derribar.

El hombre siempre ha construido muros para defenderse o controlar los flujos migratorios. Desde la Muralla China hasta la de Adriano, pasando por los actuales muros de la vergüenza en Ceuta y Melilla y Palestina, el hombre intenta levantar barreras para dejar su miedo al otro lado, pero lo más triste es que estas barreras causan mucho sufrimiento y nunca solucionan los problemas, como mucho los aplazan.

El Muro de Berlín fue una de las heridas abiertas más duraderas de Europa. En cierto sentido era un recordatorio de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial y del fracaso de los Aliados para reconstruir un mundo en paz. La República Democrática de Alemania intentaba frenar la sangría demográfica que suponía la ciudad de Berlín, la Unión Soviética pretendía amenazar al “mundo libre” y al mismo tiempo evitar que la ciudad de Berlín se convirtiera en un escaparate capitalista en las narices del comunismo Estados Unidos parecía enfrentarse tímidamente a la Unión Soviética, tanto en Cuba, con la famosa crisis de los misiles, como en Europa con el problema de Berlín. El Muro, según palabras del propio presidente Kennedy, no era una solución bonita, pero era mucho mejor que una guerra. Al final lo que deseaban los grandes líderes era que se mantuviera el status quo. Mientras el mundo occidental se deshacía como un azucarillo por medio de la filosofía posmoderna y el mundo comunista se desmoronaba por su aplastante opresión a sus propios ciudadanos, el mundo que surgía era el de un ideal que intentó plasmarse a finales de los años sesenta, pero que no terminó de cuajar.

El muro de Berlín, en la actualidad (GTRES)

El presidente Ronald Reagan pidió el 12 de junio de 1987 al presidente Gorbachov que tirará el Muro de Berlín. En la actualidad, Donald Trump, está levantando un muro en la frontera de los Estados Unidos con México, pero lo realmente preocupante es el “muro invisible” que se está construyendo a nivel mundial.

El nacionalismo, ese invento de la burguesía europea de finales del siglo XIX, se extiende como un cáncer por el planeta. Siempre ha habido un sentido de nación, un patriotismo que te une a la tierra en la que has nacido y a sus costumbres, pero el nacionalismo es mucho más que eso. El nacionalismo es excluyente y pretende crear una barrera entre el “nosotros “ y “ellos”. Italia, Finlandia, Francia, Holanda, Gran Bretaña o Austria ven como aumentan las corrientes antieuropeas, el ultranacionalismo y la intolerancia. La débil respuesta de muchos gobiernos es imitar algunas de las ideas intolerantes de los extremistas para no perder apoyo popular. La única forma de no repetir los errores del pasado es recordar las lecciones que nos enseña la historia. El Muro de Berlín fue un gran fracaso. El fracaso de los Aliados al intentar construir un mundo en paz, el fracaso de los alemanes que se convirtieron en marionetas del la Guerra Fría y, sobre todo el fracaso de una humanidad que se empeña en construir muros. Ante ese fracaso, muchos decidieron arriesgar sus vidas, construir túneles que socavaran las decisiones tomadas por políticos más preocupados en su parcela de poder que en servir a los ciudadanos. ¿Qué hará nuestra generación? ¿Levantaremos muros o fabricaremos puentes?

*Las negritas son del bloguero, no del autor del texto.

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