Pedro Santamaría, autor de ‘Godos’: «Estamos condenados a repetir la historia, la conozcamos o no»

Os contaba hace un mes lo buena que me había parecido Godos (Ediciones Pàmies, 2017), la última novela de Pedro Santamaría (Santander, 1975), donde nos trasladaba al año 376 y a los hechos que desembocarían en la batalla de Adrianópolis. Así que no podía dejar pasar la oportunidad de quedar para charlar con él sobre esta obra. Siempre es interesante leer y escuchar a este autor (y traductor) al que, siempre lo digo, los aficionados al género en España no deberían perder de vista…

¿Cómo descubriste la batalla de Adrianópolis y cómo te diste cuenta de que era material para una novela?

Cualquier acontecimiento histórico de primer orden es material de novela. En cuanto al descubrimiento de Adrianópolis, verdaderamente no lo sé. No sé cuándo fue la primera vez que leí u oí hablar sobre la batalla que marcó el principio del fin del imperio romano, lo que sí puedo decir es que llevo queriendo escribirla desde antes de escribir Peña Amaya, solo que al final la balanza la inclinó el amor a mi tierra.


Quizá lo que más patente quiero dejar en este sentido no son tanto los pormenores de aquella crisis o su relación con esta, sino la idea general de que Europa, tal y como la conocemos, ha empezado a cambiar y que ese cambio será profundo, y será para siempre.


Hay una cosa de la novela, y lo destacaba en la reseña, que me llama la atención: la forma en la que combinas la experiencia actual del lector (con sus conocimientos de las actuales crisis de refugiados y migratorias) y el hecho histórico que narras… ¿Lo buscaste o salió?

En realidad he procurado alejarme de cualquier presentismo, o, más que alejarme, limitarme a seguir las fuentes históricas con la intención de dejar que sea el lector el que dé con los paralelismos que pueda inspirarle el relato. ¿Encuentro paralelismos entre la situación que se vivió con los godos en el Imperio y la crisis migratoria a la que se enfrenta la Europa del S.XXI? Por supuesto, pero de algún modo cualquier crisis migratoria está hecha de la misma pasta. Quizá lo que más patente quiero dejar en este sentido no son tanto los pormenores de aquella crisis o su relación con esta, sino la idea general de que Europa, tal y como la conocemos, ha empezado a cambiar y que ese cambio será profundo, y será para siempre.

La experiencia de los godos y el imperio romano, ¿es un aviso a la actual Europa de cómo trata a los refugiados y migrantes de hoy?

Dicen que quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Yo creo que estamos condenados a repetirla la conozcamos o no, porque las corrientes subterráneas que mueven los tiempos están ahí, y controlarlas es imposible. Si para algo puede servir la historia es para comprender. El trato a los refugiados, históricamente hablando, es lo de menos, no por tratarlos bien o mal va a cambiar la deriva del continente. Lo importante, si hablamos de flujos migratorios, es que cuando el proceso es lento los inmigrantes son asimilados en la cultura receptora. Sin embargo, cuando el proceso es brusco e incontrolado la cultura receptora sufre cambios profundos, y se crean tensiones que pueden acabar estallando. La inmigración masiva suele engrosar los segmentos más periféricos y desfavorecidos de la sociedad, con lo que eso conlleva. En resumen, podemos aspirar a comprender, pero, en mi opinión, el proceso está en marcha y es imposible detenerlo. En qué vaya a desembocar es otra historia.


Para ser ignorantes no necesitamos ayuda, lo hacemos muy bien solitos.


Es, además, una prueba de que la novela histórica tiene que establecer un diálogo con el tiempo del lector y el autor…

Sin duda, siempre digo que escribo en el S.XXI para lectores del S.XXI.

Un secundario de la novela que brilla es del emperador Valente, del que haces un retrato personal, muy centrado en sus dudas personales… ¿cómo te metiste en las sandalias de este personaje?

Siempre es arriesgado meterse en las sandalias de un personaje histórico real. En el caso de Valente sentí la necesidad de rehabilitarlo de cara a lo que la historia suele decir de él. Nuestras fuentes le describen como un hombre incapaz, un fundamentalista arriano, poco imaginativo y falto de energía, sobre todo cuando se le compara con su hermano Valentiniano. Pero hay que tener en cuenta que muchos de los que escribieron sobre él fueron nicenos (católicos), que jamás verían con buenos ojos su política religiosa y que eran tan fundamentalistas como él, con la diferencia de que fueron ellos los que escribieron la historia. Lo que he querido hacer con Valente ha sido ir un poco más allá, describir al que creo que fue el hombre que de la noche a la mañana se vio, sin quererlo ni desearlo, gobernando un imperio y que se vio enfrentado a una tormenta perfecta que solo un Alejandro Magno o un Napoleón hubieran sido capaces de conjurar… y aun así tengo mis dudas.

Hace tiempo decía en este blog que la decadencia del imperio romano era un tema que gustaba al lector actual y que, además, desde hace unos años, se está tratando en profundidad en ficción, ¿a qué crees que se debe?

Durante la época victoriana se estudiaba con profusión la caída del imperio romano. Los victorianos, ya con cierta perspectiva histórica de la que otros imperios anteriores quizá carecieran, sabían o presentían que todo lo que sube tiene que bajar, que los imperios son efímeros. Puede que nosotros, como sociedad, tengamos el mismo presentimiento. O puede que, sencillamente, el lector de novela histórica haya leído ya bastante sobre las guerras púnicas y la llamada revolución romana y esté buscando otros horizontes. O puede que sea una mezcla de ambas. O quizá ninguna de las dos.


Cuando traduces no estás leyendo, estás entrando a las tripas mismas de la historia, estás intentando absorber toda su esencia para poder transmitirla.


Hace unas semanas preguntaba a varios escritores, escritoras y editoras sobre unas palabras de Hillary Mantel que decía que la novela histórica actual (sobre todo la escrita por mujeres) estaba cayendo en un «falso empoderamiento» de la mujer en la historia. En Godos hay una mujer fuerte y de fuertes convicciones…

La mujer, históricamente, siempre ha estado bajo la bota del hombre, creo que de eso no cabe duda. No obstante, la mujer siempre ha sido una fuerza a tener en cuenta, y ciertas mujeres en concreto. Entendería “falso empoderamiento” no tanto en el sentido de que la mujer nunca haya tenido poder, sino en el tipo de poder que haya ejercido a lo largo de la historia, diferente quizá al que suele describirse en las novelas actuales, más cercanas en algunos casos a los cánones del S.XXI. Dulces florecillas indefensas que se me vienen a la mente, capaces de arengar ejércitos, de jugar al juego de política y de firmar sentencias de muerte sin levantar una ceja, son, por poner algunos de ejemplos, Agripina la menor, Leonor de Aquitania, Isabel I de Inglaterra, María Estuardo, Irene de Atenas, Teodora o la reina Mavia, esta última aparece en Godos. No blandían espadas, ni daban saltos mortales luchando contra un centenar de enemigos… pero… amigo.

En estos momentos donde las enseñanzas de las humanidades están cayendo en picado y sólo se privilegian cuando sirven a un fin político concreto, ¿crees que la novela histórica tiene un fin social?

La enseñanza siempre estará al servicio del régimen, sea este el que sea. Y no es que el régimen sea un reflejo de la sociedad, o viceversa. Régimen y sociedad son una misma cosa. Por lo que se ve, hoy en día los planes de estudios están sometidos a la tiranía de lo práctico. Producto, por supuesto, de lo que la sociedad considera de sí misma, de lo que cree que debe ser: una maquinaria productiva. Esta no es una decisión que haya tomado un consejo de hombres maquiavélicos vestidos de negro que legislan para mantener a la población en la ignorancia. Para ser ignorantes no necesitamos ayuda, lo hacemos muy bien solitos. Primero hay que producir, las cosas del alma son superfluas, la filosofía, la historia y las artes, carecen de potencial productivo. ¿Cumple la novela histórica un fin social? La literatura cumple una función social, sí, pero no ahora, siempre.

La novela histórica española, ¿está en un buen momento?

Eso dicen.

En los últimos años, has simultaneado tu labor literaria con la de la traducción, ¿has aprendido algo de la experiencia de traducir y dar voz a autores extranjeros?

Muchísimo. Sobre todo porque al traducir llegas a entender mucho mejor los mecanismos que utilizan diversos autores para crear su ficción. Cuando traduces no estás leyendo, estás entrando a las tripas mismas de la historia, estás intentando absorber toda su esencia para poder transmitirla.

¿Qué os ha parecido la entrevista? ¿Conocíais o habíais leído algo de él?

¡Buenas lecturas!

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3 comentarios

  1. Dice ser Sociólogo Astral

    «Godos», eso es de cuando los reyes godos y eso ya no existe desde hace varios siglos. gente apolillada y anclada en un pasado muy remoto de nuestro país. deben evolucionar y salir del sarcófago de momias.

    24 julio 2017 | 10:55

  2. Dice ser Sobre los valores perdidos, que menos mal que se perdieron

    Si la mente no cambia el modo de pensar, si a las tradiciones se las mantienen en lugar intocable, si no se ejerce espíritu crítico sobre los modelos de educación, si a la Historia se le ponen filtros y también a la información es imposible que no se repita la Historia.
    Menos mal que hay gentes que piensan distinto, que no aceptan las tradiciones como preceptos inmutables y aunque reciban palos e insultos, saben que el simple hecho de que la Humanidad avance y avale recibirlos, para que no se sufra por lo mismo, para que el cerebro de humanos avance y ese peligro que late siempte allí don deno cambian las cosas no termine por cerrar muros y provocar que se repita la HIstoria.

    24 julio 2017 | 12:34

  3. Dice ser Arthur116

    Lo viejo no es necesariamente malo. De hecho, toda nuestra civilización se basa en una serie de obras como los Elementos de Euclides, el pensamiento de los Presocráticos, la idea del átomo y de la materia de los materialistas griegos, así como los poetas y dramaturgos , la ingeniería de los alejandrinos, los primeros trabajos científicos de Aristóteles. Todo eso tiene por lo menos 2500 años. Lo digo por esos críos de parbulario que están comentando diciendo que «lo viejo es malo», y supongo que a cambio, querrán imponernos a todos su catecismo comunista (que es mucho más reciente, pues ese basa en el cristianismo), como idea suprema del devenir de los tiempos… Maduren ustedes. A mi no me interesa la ideología de ustedes. Yo creo en el conocimiento, y en las buenas idias, tengan los años que tengan. Los tiempos hacen que las ideas avancen… pero a veces, los críos (que suelen peinar canas y calvas eso sí, no es ningún piropo lo de «crío», si no una condición mental), se empeñan en que los demás, personas curtidas con décadas de estudio incluso, aceptemos sus relatos infantiles de amor al prójimo (un amor interesado y que exige a cambio el poder), y no quieren siquiera que seamos capaces de razonar objetivamente, porque eso es algo de carcas. Y así podemos ya, con tan leves nociones del conocimiento, revatir toda la opinión de un autor que se lo ha currado, diciendo simplemente que su opinión es vieja, carca o facha… Por cierto, y dirigido a un comentarista: las ideas critistianas y comunistas tienen su orígen en la religión egipcia en gran medida. Lo digo por si le interesa a usted deshacerse de sus momias y de sus creencias periclitadas.

    24 julio 2017 | 14:51

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