Luis García Jambrina: «Las decisiones políticas más importantes las tomaba Isabel la Católica, y luego Fernando se llevaba la fama»

Luis García Jambrina

Luis García Jambrina (Foto de ©Marga Becedas, cedida por el autor)

Tal día como hoy, un 7 de diciembre pero de 1492, un hombre de unos sesenta años, Joan de Canyamars, casi logra asesinar a Fernando el Católico en Barcelona. Casi. Y los «casi» son un terreno especialmente fértil para los novelistas. Más en el caso de uno especialmente habilidoso como Luis García Jambrina, que ha publicado este año La corte de los engaños (Espasa, 2016) sobre este suceso.

Me junto con él para charlar sobre su nueva novela. Y le pregunto, cómo se siente precisamente hoy. «Especialmente satisfecho, pues creo que mi novela está dando a conocer, desde una perspectiva original y situándolo en su contexto, un hecho del que muchos lectores no tenían noticia, a pesar de su gran relevancia, pues, aunque el rey no murió, el atentado fallido tuvo importantes consecuencias, gracias a la habilidad de Isabel de Castilla, que supo sacarle un gran rédito político al asunto. Me parece un suceso sobre el que hay mucho que aprender y reflexionar», me contesta.

Y lo dice, precisamente en un 2016 que se celebra el quinto centenario de la muerte del monarca aragonés, aunque no a manos del fallido regicida. «Ha sido una casualidad, si es que las casualidades existen. En un principio, ni siquiera reparé en ello. Pero luego me pareció muy significativo y, en cierto modo, irónico que la publicación de la novela  coincidiera con la celebración del quinto centenario de su muerte, que por otra parte ha pasado sin pena ni gloria. Lo que demuestra que España se lleva muy mal con su Historia«.

García Jambrina es un escritor que los amantes de la novela histórica española deben tener en cuenta. Por lo que ha hecho y por lo que nos puede ofrecer. El manuscrito de piedra, la hermosa La sombra de otro y esta La corte de los engaños es una buena prueba que este profesor de Literatura es un escritor que huye de fórmulas e intenta llevar, de momento con éxito, sus novelas de género más allá. Y eso se nota, cuando se le pregunta, porque resulta interesante y tira con bala, ya sea para hablar de la Historia o de la Literatura.

La corte de los engaños le ha llevado dos años de trabajo  -y eso que confiesa que la parte documental la tenía «casi hecha»- y dice que de su proceso ha salido «casi transformado». El caso es que ha logrado convertir ese atentado «poco conocido, pero de gran importancia» en el eje de una poderosa novela, llena de emociones, de política, de intriga y de Historia, narrada por tres mujeres en primera persona. Una visión diferente y atractiva de aquella época. Y, se me olvidaba decirlo ya, lleno de conspiraciones. Porque García Jambrina no apuesta por la versión oficial sobre el atentado. De hecho, en un artículo que nos escribió hace un tiempo en XX Siglos, lo llegaba a comparar con la muerte de JFK. Iker Jiménez tendría trabajo en el siglo XV…

Habría disfrutado mucho en esa época, aunque al final lo habrían quemado vivo, por ser amigo de las brujas y del Diablo. Bromas aparte, es evidente que las cortes son un lugar en el que las conjuras y las intrigas de todo tipo tienen su principal asiento, y más una corte como la de los Reyes Católicos, ya que en ella pasaban muchas cosas y se tomaban grandes y gravísimas decisiones. Se trata de una época de mucha agitación y cambio, con un pie en la Edad Media y otro en la Edad Moderna, lo que generó numerosas tensiones, tragedias y conflictos. Así que no es de extrañar que mucha gente quisiera matar al rey. Por eso no satisface nada la versión oficial, que dice que fue obra de un pobre loco sin más.

Decía antes la importancia de lo femenino en esta novela contada a tres voces de Madrid. Una, Beatriz Galindo, La Latina, es un personaje real que dio nombre a un barrio de Madrid, y las otras dos son ficticias…

A diferencia de otras obras mías anteriores, en este caso planifiqué mucho la novela antes de escribirla, dada la gran complejidad de su argumento y estructura, y enseguida me di cuenta de que, en su conjunto, destacaban varias mujeres. Así que decidí darles voz, pues de esta forma tenemos tres perspectivas muy diferentes y originales sobre unos hechos muy complejos y controvertidos. Beatriz Galindo la Latina, maestra de latín y consejera de la reina, representa la mayor cercanía a la corte; Catalina de Dalt forma parte de la nobleza levantisca catalana que se enfrenta a los reyes; Sara Dertosa es una joven judía, víctima inocente de las decisiones reales. Estas dos últimas son inventadas, pues carecemos de documentación y de testimonios sobre mujeres que estuvieran fuera de los grandes focos de poder. Entre las tres, nos ofrecen una mirada distinta y más profunda de la época y de los Reyes Católicos, una época, por cierto, donde coincidieron grandes mujeres en la corte, empezando por la reina.

Ambienta la novela a lo largo de 1492, un año trascendental en la historia de España por la conquista de Granada, el descubrimiento de América y la expulsión de los judíos…

Para bien o para mal, el año de 1492 fue un año decisivo y crucial; sin duda el más importante de nuestra Historia. En él pasaron cosas que determinaron el futuro de lo que luego sería España. Es entonces cuando empieza a forjarse su inestable unidad política, para la que se consideró necesaria la unidad religiosa y lingüística, así como su vocación colonizadora e imperialista. Por eso es tan significativo que ese año termine con un atentado contra el rey, un hecho muy real –nunca mejor dicho- y, a la vez, cargado de un gran simbolismo.

Hablando de mujeres y ficción, le pregunto si conoce el test de Bechdel y si cree que en la novela histórica hay un déficit de presencia femenina, tanto en personajes como en autoras ¿Podría ser un buen camino para reconocer el indudable pero muchas veces oculto papel de las mujeres en la Historia?

Conozco el test y algunas de sus aplicaciones. En cuanto a la novela histórica, es verdad que hay un cierto déficit de protagonistas y autoras. Pero yo creo que, en efecto, la novela puede ser una buena vía para rescatar del olvido a tantas mujeres que en el pasado, contra viento y marea, desempeñaron un importante papel, y que, por tanto, constituyen un importante antecedente de la emancipación femenina; o para intentar imaginar cómo vivieron todas aquellas mujeres que, de una manera u otra, fueron víctimas de los acontecimientos y de la opresión masculina en sus respectivos tiempos. Y eso he intentado yo en esta novela.  Como ya he dicho, se trata de una época de grandes mujeres, empezando por la reina. Son mujeres, además, con mucha fuerza y carácter porque tienen que vivir y sobrevivir en un mundo de hombres. Y la mejor forma de reivindicarlas es darles voz y protagonismo. Naturalmente, para mí ha sido un gran reto ponerme en la piel de estas tres mujeres y tratar de empatizar con ellas y, sobre todo, que resulten verosímiles, pero ha sido también algo apasionante y, desde luego, muy estimulante, a pesar de las grandes dificultades que ello ha entrañado, ya que apenas contamos con testimonios de mujeres de ese momento.

La visión que da de los Reyes Católicos, está lejos de las mitificaciones, los desnuda como unos monarcas profundamente humanos, con todas sus miserias. Y es Fernando el que se lleva la peor parte…

En efecto, he intentado humanizarlos y bajarlos de su pedestal, y presentarlos ante los lectores con sus miserias y sus bajezas. Por eso aparecen, por lo general, en un segundo plano y en situaciones más bien íntimas y privadas, mientras que las víctimas de sus decisiones aparecen en primer plano, como protagonistas y narradoras de sus respectivos relatos. En cuanto a la singular pareja, cabe decir que Fernando era el que, en tiempos de guerra, llevaba la voz cantante, y, sin duda, era un buen militar y estratega. También era inteligente y astuto a la hora de resolver conflictos. Para Maquiavelo, fue el referente de su famoso príncipe, que representaba el modelo de lo que debía ser el perfecto gobernante en ese momento. Pero yo creo que la que tomaba las decisiones políticas más importantes, arriesgadas y decisivas, era su esposa, la reina Isabel, y luego él se llevaba la fama. Aunque la víctima del atentado es Fernando, la que va a saber reaccionar y a sacar rédito político del mismo es Isabel, que en mi novela desempeña un papel mucho más activo y relevante que su marido, pues era la que tenía más ambición, más altura de miras y más visión de Estado. Por otro lado, tuvo el acierto de rodearse de grandes mujeres como consejeras e impulsó la educación de las damas de la corte, lo cual dice mucho a su favor.

Si leemos entre líneas, en la novela se habla sobre Cataluña, la unidad de España, la convivencia entre religiones, la cara oculta del poder político y económico… ¿Todo muy cercano para el lector del siglo XXI?

En efecto, en la novela está muy presente el problema catalán, que, siglos después, aún sigue coleando y sin resolver. Yo soy de los que piensan que, para conocer mejor nuestro presente, hay que adentrase en el pasado. Y si algo nos enseña la Historia es que esta se repite una y otra vez. Es lo que yo llamo la eterna actualidad. Cambian las apariencias y, sobre todo, las tecnologías, pero el ser humano sigue siendo el mismo, con sus mismas pasiones y emociones, grandezas y mezquindades, ambiciones y miserias. Por eso son muchos los paralelismos y relaciones que pueden establecerse entre los hechos narrados en esta novela y el momento actual.

La novela histórica parece, según algunos tópicos, un género bastante conservador y clásico. Sin embargo, en La corte de los engaños, se nota un intento de no hacer lo mismo que se ha hecho hasta ahora… ¿Qué queda por inventar en la novela histórica?

Me parece ridículo y pueril ese prejuicio tan extendido en España que identifica la novela histórica con una mentalidad conservadora, en lo estético y lo político, y la novela negra con actitudes más bien modernas y progresistas. Puede que eso fuera así en su origen, pero los géneros evolucionan y su sentido inicial puede llegar a invertirse, como es el caso. Yo creo que en la novela histórica hay obras maestras muy innovadoras, si bien es cierto que la mayoría de las que se publican carecen de rigor y se limitan a repetir fórmulas, como, por otra parte, ocurre con las novelas con pretensiones de alta literatura, incluidas las que tienen ínfulas vanguardistas. En todo caso, aún quedan muchas historias por contar y mucho por inventar. A cada novela hay que juzgarla por lo que nos ofrece y no por su supuesta pertenencia a un determinado género o etiqueta. Mucho me temo que los conservadores aquí son todos esos críticos, lectores y profesores que, por pereza o negligencia, se aferran al tópico y le niegan a la novela histórica el pan y la sal, mientras que ponen por las nubes novelas que no son más que fuegos de artificio. En todo caso, más vale tomárselo a broma. ¿Cuál es el colmo de un novelista histórico? Tener que esperar al futuro para que se le reconozca su valor.

En estos tiempos, donde todos estamos descubriendo que la Historia es una ciencia blanda e interpretativa, con un importante componente narrativo… ¿Cuál es el espacio y el valor que tiene la novela histórica?

La gran ventaja de la novela histórica es que puede llegar allí donde no llega la Historia. El secreto está en saber combinar de forma equilibrada el rigor histórico con el rigor narrativo, la invención con la documentación y la enseñanza con el disfrute estético. Para mí, la novela histórica es aquella que nos permite viajar al pasado, vivir en otra época, descubrir la verdad de algunos grandes personajes, intentar resolver enigmas históricos y, de paso, conocer mejor nuestro presente. La ambición, la innovación y la calidad literaria dependen luego de cada autor. Naturalmente, dentro de la novela histórica, hay de todo; y, al igual que en el mundo de las antigüedades, en ella son muy frecuentes los fraudes y las falsificaciones. Pero humildemente creo que, si uno se lo toma en serio, es el género de novela más difícil y exigente.

¡Buenas lecturas!

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4 comentarios

  1. Dice ser Eva Cuación

    También sabía que para consolidar la unidad de un reino tenía que quitarse de en medio la diversidad religiosa.

    07 diciembre 2016 | 09:09

  2. Dice ser Dudo luego existo

    Gracias a ambos por dar visibilidad a las mujeres

    07 diciembre 2016 | 09:20

  3. Dice ser Slim White

    Cronista IMBÉCIL. Me has hecho leer tu mamotreto, con ínfulas baratas de el escritor que no llegaste a ser, para no decir nada y tratar de vender un libro que desde luego no compraré, para no aclara el porqué de tu titular. Repito IMBÉCIL

    07 diciembre 2016 | 10:04

  4. Dice ser Juan Pedro

    Unos nuevos Iabel I y Fernando II es lo que necesita esta España. Con unos reyes como los Católicos, en la elite de la politica el pais iria de maravilla. Lo malo es que la clase politica son como los nobleza castellana de aquel tiempo, y en la realeza no hay mimbres para tejer un «canasto» similar

    07 diciembre 2016 | 11:16

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