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Hazte una máquina para reciclar plástico

Supone el 80% de los residuos en mares y océanos, contamina las aguas liberando químicos tóxicos, ahoga y envenena a las especies marinas. El catastórifo círculo del plástico se completa cuando consumimos pescado o marisco: la basura se integra en nuestro cuerpo. Mientras tanto, en tierra, se amontona en los vertederos, listo para permanecer sobre la tierra una media de 1.000 años.

La siniestra radiografía se perpetúa, el problema empeora por toneladas. Como pequeña muestra sólo hace falta observar la rapidez con que se llena el cubo amarillo de los envases: muchas veces reciclar es un verbo vacío que nos ayuda a sentirnos mejor hasta que perdemos la basura de vista.

El holandés Dave Hakkens ha demostrado con otros proyectos sus ganas de afrontar problemas. Con Phonebloks ideó el concepto de un teléfono móvil con una plataforma base y los componentes en bloques para que pudieran reemplazarse y reducir así de manera drástica la chatarra tecnológica que generan por quedar obsoletos en un par de años. Ahora el diseñador busca una solución a uno de los problemas medioambientales más graves de nuestro tiempo: los residuos plásticos.

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Zapatillas que demuestran cómo «todo lo que compras es basura»

'Everything you buy is rubbish'

«El calzado actual pasa apenas una fracción de su vida abrazando un pie. Durante la mayoría de su existencia es basura. Ya sea en un vertedero o tirado en una orilla, el tejido sintético de los zapatos (además de la plétora de plástico que desechamos) tardará siglos en descomponerse«.

Los tres diseñadores/artesanos/artistas del proyecto británico Everything You Buy Is Rubbish (Todo lo que compras es basura) presentan la cruda realidad de los residuos y en particular de la contaminación plástica. La zapatilla que gira en bucle en el gif animado de la web del proyecto es sólo un símbolo, un ejemplo del tipo de filosofía vital que es necesario adoptar para reducir lo antes posible las inmensas cantidades de basura que generamos, deshacerse de un estilo de vida caduco que ya no podemos permitirnos.

William Gubbins, Charles Duffy y Billy Turvey fabricaron el par de zapatillas de colores con residuos recogidos en la zona del Canal de la Mancha, planchándolos, puliéndolos y dándoles forma, utilizando fibra trenzada para los cordones. El experimento era un encargo académico en el que tenían que comunicar ideas del libro 10 Billion (Diez mil millones), escrito en 2013 por el profesor universitario inglés Stephen Emott.

El extracto que escogieron se refiere al consumo. «Los cambios de comportamiento que se nos requieren son tan fundamentales que nadie quiere hacerlos. ¿Cuáles son? Necesitamos consumir menos. Mucho menos. Menos comida, menos energía, menos cosas. Menos coches, coches eléctricos, camisetas de algodón, ordenadores portátiles, teléfonos móviles. Muchísimo menos. Sin embargo, cada década, el consumo global continúa incrementándose implacablemente», escribe Emott.

El autor —que tituló su obra en referencia a los 10.000 millones de personas que se calcula que habitarán el mundo antes de que termine este siglo— aborda el problema de la sobrepoblación del planeta desde una perspectiva accesible y expresa la imposibilidad de que el ser humano pueda sobrevivir con el comportamiento voraz que ha gestado.

En Everything You Buy Is Rubbish recuerdan cómo en su día el plástico se presentó a la humanidad como una «promesa utópica», un «material revolucionario que nos cambiaría las vidas». Duffy, Gubbins y Turvey se refieren con ironía a ese «cambio»: el plástico está «tan incrustado en nuestras vidas y el medio ambiente» que se está volviendo «indistinguible e inseparable de la naturaleza». Al respecto, Gubbins ofrece a mayores en su página web un demoledor vídeo.

Con las atractivas zapatillas hechas de basura, han creado además una colección de cuatro carteles con datos descorazonadores. «Se estima que más de ocho millones de piezas de plástico entran en el océano cada día«. «Tus abuelos probablemente vivían cuando se inventaron muchos de los nuevos tipos de plástico. El mismo plástico creado entonces seguramente sobrevivirá a tus nietos».

Helena Celdrán Green

Everything you buy is rubbish - cartel

Everything you buy is rubbish - cartel2

‘Bioplastic Fantastic’, plásticos que producen vitaminas, azúcar, proteínas…

'Bioplastic ffantastic' - Johanna Schmeer

Tienen aspecto de organismos, son redondeados, algunos parecen marinos y los colores y texturas los hacen extrañamente apetecibles de palpar. En Bioplastic Fantastic los plásticos evolucionan y producen mediante procesos biológicos agua, vitaminas, azúcar, grasas, fibra, proteínas y minerales. No se trata de una idea artística, realmente son capaces de generarlos.

Johanna Schmeer expresa con sus trabajos un interés por la influencia «social, ética y cultural» de las nuevas tecnologías en nuestra vida diaria y con este proyecto explora las innovaciones en el campo de la bio y nanotecnología. La creación de células artificiales capaces de copiar diferentes funciones de la célula biológica y el uso de los polímeros en la biomédica son una realidad que la diseñadora alemana traslada al entorno del hogar especulando «sobre el futuro diseño y uso de productos domésticos hechos de bioplásticos modificados con enzimas«.

'Bioplastic Fantastic' - Johanna Schmeer

Los siete objetos creados por Schmeer proporcionan «todos los nutrientes y la energía necesarios para la supervivencia de un humano» a partir de un proceso de fotosíntesis artificial. Los ha llamado según el organismo que contienen: Pseu (compuesto de pseudomonas) extrae agua del aire, Lact (compuesto de bacterias del ácido láctico) produce vitaminas, Cyan (compuesto de cianobacterias) produce azúcar y oxígeno…

En un vídeo que acompaña a la presentación del proyecto, la autora maneja las extrañas creaciones que oscilan «entre el producto y el organismo». Las parte y extrae líquidos de ellas como si fueran frutos exóticos, se introduce las sustancias en la boca siempre pendiente del resultado estético de sus acciones.

Helena Celdrán

'Bioplastic Fantastic' - Johanna Schmeer

'Bioplastic Fantastic' - Johanna Schmeer

'Bioplastic Fantastic' - Johanna Schmeer

'Bioplastic Fantastic' - Johanna Schmeer

'Bioplastic Fantastic' - Johanna Schmeer

¿Y si el plato fuera parte de la comida?

Cuatro de los recipientes comestibles de Diane Leclair Bisson

Cuatro de los recipientes comestibles de Diane Leclair Bisson

¿Y si el plato fuera parte de la comida? La canadiense Diane Leclair Bisson (Montreal, 1960) ha desarrollado una idea que podría cambiar nuestra relación con los envoltorios y convertir lo que ahora son desperdicios en parte de nuestra dieta: «Es una invitación para reflexionar sobre el consumo excesivo y su impacto sobre la contaminación global».

La revista estadounidense Core77, que otorga premios a los mejores diseños del año, ha incluido en la edición de 2012 una nueva categoría dedicada al diseño de comida. El premio ha sido para la iniciativa de Bisson: Edible Containers (Contenedores comestibles), una colección de recipientes crujientes y flexibles, capaces de mantener en su interior comida incluso caliente, que funcionan como acompañante o complemento de lo que contienen.

El objetivo es que, además de prácticos y atractivos al ojo, sean apetecibles: que su misión no comprometa al paladar.  La diseñadora es consciente de que ha habido intentos de sustituir los envases por recipientes de arroz, harina o almidón de maíz, pero que no han tenido éxito por su falta de sabor y su apariencia poco apetitosa.

Aunan gastronomía, diseño y tecnología. De momento están pensados para el cátering, los puestos de comida callejeros y las situaciones en que el derroche de recipientes de cartón y plástico es notable, pero su creadora (que lleva años desarrollando el proyecto) no descarta ir introduciendo los contenedores comestibles en cafeterías y en pequeños establecimientos.

Bisson ha trabajado con diferentes tipos de frutas, verduras, legumbres y harinas sin recurrir a colorantes y aditivos artificiales. El recipiente basado en el tomate tiene un sabor más neutro, pero otros como el de cebolla caramelizada juega un papel importante en la comida que contiene. Con su invento, la diseñadora quiere demostrar que con una técnica natural («el ser humano, a lo largo de la historia, ha usado por ejemplo hojas de plantas y después rodajas de pan como receptáculos») que los platos de usar y tirar son prescindibles y sustituibles, que la sostenibilidad es atractiva incluso al gusto.

Helena Celdrán

Arte con residuos plásticos, la mayor plaga de los océanos

Una pequeña colección de residuos encontrados por los Lang

Una pequeña composición de residuos encontrados por los Lang

Tapones de botellas de plástico, peines, soldaditos de los años cincuenta, rulos, cucharas, cepillos de dientes, aros polivalentesRichard y Judith Lang llevan desde 1999 recogiendo residuos plásticos de Kehoe Beach, una pequeña playa del norte de California (EE UU).

Empezaron atraídos por la cantidad de desperdicios repetidos que encontraban y por la cotidianeidad de los objetos que salían a su paso. Descubrieron una avalancha de material que superaba todas sus espectativas expectativas. «El plástico no se biodegrada, se fragmenta en piezas cada vez más pequeñas, en algunas áreas del océano los trozos superan 15 veces al fitoplancton y al zooplancton, cruciales para la vida en la Tierra tal y como la conocemos», destacan los artistas en su página web.

Richard y Judith Lang

Richard y Judith Lang

En su estudio el matrimonio limpia y divide en categorías y colores las piezas con las que luego elabora esculturas, collage, instalaciones y joyas que resultan en un estallido de color obsceno, tan atractivo como triste, considerando que, según la organización ecologista Greenpeace, 100 millones de toneladas de plástico se producen cada año y el 10% acaba en el mar.

Los Lang han encontrado la creatividad en la tragedia. En estos años han encontrado botellas de champú escritas en japonés o en tagalo, tipos de plástico que se remontan a los años cuarenta y, por supuesto, siempre vuelven de sus incursiones cargados de nurdles: diminutas bolas blancas, también llamadas lágrimas de sirena, que se usan como material para crear otros plásticos y que constituyen una plaga para los océanos. Su parecido a los huevos de peces hace que los animales las ingieran, obstruyendo su aparato digestivo.

Collares realizados por Judith Lang

Collares realizados por Judith Lang

Entre las creaciones del matrimonio estadounidense hay muebles, cortinas de desperdicios que imitan el escenario desolador de los plásticos bajo el agua, collares de bolas de colores, mosaicos inmensos, coronas de muñecos… Se esmeran en resaltar la belleza del objeto más vulgar, del bote unidosis de suavizante de hotel o del aplicador de tampones. «Nuestra esperanza es que estas obras de arte sean tan valiosas que haya auténticas guerras por limpiar las playas», bromea Judith Lang.

Muebles de residuos

Muebles de residuos

Las últimas noticias son dramáticas. A finales de abril de este año —hace unos días— el oceanógrafo Giora Proskurowski y su equipo de la Universidad de Washington comprobaron que en el océano hay 27 veces más plástico de lo que se creía.

En un crucero de investigación por el Pacífico pudieron observar que los pequeños trozos que flotan en la superficie desaparecían en las profundidades con ciertas corrientes de viento. Los investigadores han descubierto que los residuos pueden hallarse a una profundidad de 20 metros y no sólo en la superficie, lo que multiplica la cantidad de plástico que ahora mismo flota en los océanos. Ni todos los matrimonios de artistas del mundo pueden con ese dato.

Helena Celdrán

Cuando los soldaditos de plástico vuelven de la guerra

Uno de los soldados de 'Casualties of War'

Uno de los soldados de la serie 'Casualties of War'

Casi siempre de un plástico barato, pero resistente, de un ya clásico verde oscuro. Se venden casi al kilo, en cubos que contienen puñados de ellos, a un precio ridículo.

Ideales para las batallitas, en posturas polivalentes, incluso pueden funcionar de arma arrojadiza. Nunca un juguete representó mejor la carne de cañón que esos soldaditos.

Comenzaron a fabricarse tal y como los conocemos en Estados Unidos, en el año 1938. Eran hombres valerosos, con uniformes y armamento de la II Guerra Mundial, que al término del conflicto se congelaron en el tiempo.

Nadie modificó los diseños. Las nuevas figuritas siguieron naciendo de los mismos moldes, luchando en una eterna guerra de mediados del siglo XX. Parecían proceder de la nada, no tener otra misión en la vida que combatir.

'Casualties of War' - Dorothy

'Casualties of War' - Dorothy

El estudio de diseño Dorothy, en la ciudad inglesa de Manchester ejercita la fantasía trágica en Casualties of War (Víctimas de la guerra), una colección de soldaditos verdes que refleja los traumas del combatiente que vuelve a casa con las secuelas físicas y psicológicas del que ha vivido el infierno del conflicto, de la carne de cañón.

La inspiración no fue otra que la vida real. En 2009 el Colorado Springs Gazette publicó bajo el título de Casualties of War una serie de reportajes que seguía la vida de los componentes de un batallón tras volver de la guerra de Iraq.  Participaron en reyertas, en palizas, en violaciones, comenzaron a conducir borrachos, drogarse, pegar a sus mujeres

Apuñalamientos, secuestros y suicidios producían un reguero de sucesos que tenían como protagonistas a seres humanos que habían sobrevivido, pero no sabían cómo sobrevivir.

El New York Times también arrojó datos escalofriantes en octubre de 2010, cuando publicó una investigación centrada en California que revelaba que entre 2005 y 2008 habían muerto más veteranos menores de 35 que soldados en las guerras de Irakq y Afganistán. En esa cuenta sólo entran los que han pedido ayuda al Department of Veterans Affairs (la unidad administrativa dedicada a los asuntos de los veteranos de guerra).

La amputación, la violencia doméstica, la mendicidad, el suicidio… El estudio británico no creó las figuritas para venderlas, sino como un ejercicio de creatividad y denuncia.

Sus creadores han confesado recientemente que los soldaditos «generan un gran interés entre las asociaciones de veteranos de Estados Unidos y Canadá, que se han conmovido por nuestras pequeñas esculturas, pequeñas pero poderosas».

Helena Celdrán