¿Y si tuviéramos la posibilidad de sustituir la pieza estropeada? ¿Y si nos libráramos por fin de la letanía del «no se puede arreglar» o del «cuesta menos comprar otro»?
El diseñador holandés Dave Hakkens llama la atención sobre «uno de los tipos de residuos que se generan con más rapidez del mundo», la incómoda y apenas mencionada chatarra tecnológica, una pila de cacharros en la que abundan los efímeros teléfonos móviles. «Cada día tiramos millones de aparatos sólo porque son viejos o se gastan, pero normalmente es uno de los componentes el que causa el problema. El resto funciona bien y es innecesariamente desechado, simplemente porque los aparatos electrónicos no están hechos para durar«, apunta Hakkens.
En un mundo regido por la obsesión de tener lo último en electrónica, propone un proyecto arriesgado pero esperanzador. Phonebloks (que se podría traducir por bloques de teléfono) es de momento un concepto, pero de realizarse supondría un rediseño radical del smartphone que pondría fin al desperdicio masivo de teléfonos, que muchos consideran de sustitución obligatoria cada dos años.
El teléfono se compondría de una plataforma base con bloques que encajarían en ella con facilidad como en un juego de construcciones. Dos pequeños tornillos asegurarían el conjunto en el que cada una de las piezas (la capacidad de almacenaje, el altavoz, la cámara, la batería…) se vería claramente y sería sustituible en caso de que se rompiera o quedara desfasada. El aparato podría durar toda la vida.
Además, Hakkens se mete en el bolsillo a los más caprichosos al ofrecer la tentadora posibilidad de personalizar el aparato: «Digamos que lo almacenas todo en una nube. ¿Por qué no reemplazar el bloque del almacenaje por una batería más grande». Si lo que te gusta es hacer fotos, ¿por que no mejorar la cámara?»
Sabe que hay hábitos enquistados, difíciles de cambiar cuando se habla del fetichismo de las marcas, por eso inició en Internet una campaña (que finaliza el 29 de octubre) para sondear al público. No pide dinero, sino que simplemente se comparta la idea en las redes sociales y que los partidarios de ella manifiesten su interés para que diferentes compañías vean el negocio de fabricar «bloques» para el teléfono.
El usuario optaría por los elementos de cada marca que más le convinieran y crearía así el móvil adaptado a sus gustos y necesidades. Además, no siempre se trataría de multinacionales, sino que existiría la opción de que se involucraran pequeñas empresas especializadas en una pieza en particular.
La respuesta ha sido abrumadora: el diseñador holandés esperaba una modesta cifra de firmantes («unos 1.000 en el mejor de los casos») y ya ha conseguido 930.600 reacciones de personas que interpretan el invento como el justo fin de la tiránica obligación de cambiar de móvil. El vídeo explicativo que colgó en Youtube tiene más de 16 millones de vistas e incluso Edward Snowden pidió ayer en su cuenta de Twitter el apoyo para el proyecto. Hace unos días, Hakkens subía una fotografía a su cuenta de Facebook en la que posaba frente al Golden Gate de San Francisco y anunciaba que hay una compañía en Silicon Valley interesada en hablar con él sobre los Phonebloks.
Helena Celdrán