Reconozco que cada vez son menos las cosas capaces de dejarme de una pieza. Pero esta semana me he encontrados con dos: que alguien de un medio de comunicación me escribiera para llamarme maleducada por no responder a un mensaje que no había visto (palabra) y enterarme de El secreto de la pirámide, esa peli de mi infancia que tanto adoré y que vi cien mil veces, está a punto de cumplir cuarenta años.
¡¿Pero cómo va a ser de 1985?!
No le pega nada. No le pega la estética, el ritmo, el argumento… Ni siquiera la imagen o la fotografía. Es imposible que sea del 85, pensaréis. Pues sí: lo es. Lo he comprobado en cinco sitios distintos, no fuera a ser…
Sí es cierto que esta película tenía todos los ingredientes para triunfar cuando se estrenó. Seguramente, también los tenía en los años 2000. Y me atrevo a decir que los tendría igualmente si se estrenara el año que viene. Sin embargo, en los años ’80 fue un fiasco de taquilla terrible: no fue particularmente cara (18 millones de dólares), pero recaudó poco más de 4 millones.
Teníamos en El secreto de la pirámide a un joven Watson y una joven Elizabeth Hardy, de quienes hablaremos tal vez otro día, pero, sobre todo, teníamos a un joven Sherlock Holmes, intepretado por Nicholas Rowe quien, entonces, tenía diecinueve años.