Scarlett Johansson es, sin ninguna duda, una de las actrices más cotizadas del momento. Su presencia en una película es casi una garantía de éxito, y eso es mucho decir. Claro que también sabe escoger bien sus guiones, que es casi tan importante como ser una grande de la actuación.

Scarlett, cásate conmigo. #Scarlettmarryme
Así, a lo tonto, desde 2010 que apareciera brevemente en Iron Man 2, ya ha sido la Viuda Negra de Los Vengadores en seis ocasiones (aunque la última, La guerra del infinito 1ª parte, aún está en post-producción). El de Natasha Romanoff es el personaje al que, inevitablemente, nos tiene más acostumbrados, pero también la hemos disfrutado protagonizando Ghost in the Shell, siendo una perturbadora Lucy, como la voz de Ash en ¡Canta! y de Kaa en El libro de la selva o como una seductora Mujer en Under the Skin, por ejemplo.
También, por supuesto, fue Cristina en la laureada Vicky Cristina Barcelona, María Bolena en Las hermanas Bolena y la amada de Hugh Jackman y Christian Bale en El truco final (y Hugh Jackman también tiene un pasado).

Pero, estaréis de acuerdo conmigo, el papel que la puso en boca de todos fue su genial interpretación de Charlotte, junto a Bill Murray, en Lost in Translation, allá por 2003.

Aunque tengo que decir que, quizá no lo recordéis (yo no lo recordaba), Scarlett, con 13 años, ya había tenido un papel importante en un éxito de taquilla: El hombre que susurraba a los caballos, de 1998, junto a Robert Redford, Kristin Scott Thomas y Sam Neill (el de Parque Jurásico, ¿qué fue de él?).

¿Y antes de esto? Lee el resto de la entrada »