De callejera a estrella de cine: la maravillosa historia de Supermán (Mari), la perra de ‘Parchís’

Rafael Casado ha dedicado décadas a entrenar perros, especialmente para para participar en cine y televisión. Dice él que, en su vida, «el cine ha ocupado algunas partes; los perros la ocupan toda».

Y tanto que ha de ser así, porque después de 50 años de trayectoria recuerda cada nombre de cada compañero peludo. Cuando empezamos a hablar con él nos habla de Trampas, de Lola y, como no podía ser de otra manera, de Lucky, que protagonizó hace ya unos años este spot de 20 minutos:

Lucky, por cierto, ahí donde lo veis ganó en 2015 la Palm Dog, el premio alternativo durante el Festival de Cannes a la mejor actuación canina. Un premio que ganó, por ejemplo, Uggie en la aclamada The Artist, en 2011. Lucky se llevó este galardón por Arabian Nights, una adaptación en tres volúmenes, dirigida por Miguel Gomes, de Las mil y una noches.

Pero empecemos por el principio, que íbamos a hablar de Supermán 🙂

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Rafael nos cuenta que la conoció allá por 1970, cuando Mari (que así se llamó después) vivía en la calle, mantenida de las sobras con que la alimentaban los vecinos. Un día, este entrenador que, por entonces, comenzaba su labor decidió llevarla consigo a casa, confiando encontrarle pronto un hogar.

Intenté que alguien en mi familia se la quedara. Hablé incluso con un tío mío que tenía fincas ganaderas en la montaña palentina, pero muy sutilmente me dijo que ya tenía perro y que no quería saber nada. Nadie la quería.

Una historia que seguro han vivido muchos amantes de los animales: recoges a uno que necesita ayuda confiando encontrarle un buen hogar y, al final, tu hogar es el bueno para él. Lo que no sabemos es si Rafael podía, cuando decidió que Mari se quedaba y empezó a entrenarla, imaginarse lo mucho que tantos niños de toda España llegarían a quererla.

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A finales de la década de los ’70 la música dirigida al público infantil tenía un estilo propio y un éxito más que notable en España. Artistas como Nins o Enrique y Ana triunfaban, y en 1979 la Compañía de Discos Belter decidió que quería un trocito de pastel para ellos.

De modo que Belter creó un grupo de cinco pequeños integrantes coloridos cuan tablero de parchís y a finales del ’79 lanzaron un primer disco, consistente básicamente en versiones de canciones ya conocidas, con algún plus como La Canción de Parchís, que fue su carta de presentación.

El éxito de la agrupación fue tal que en 1980 estrenaron su primera película, que recaudó -atención- la friolera de 1,15 millones de euros (¡de la época!). Y en esa película, títulada La guerra de los niños, había seis protagonistas: los cinco niños y Supermán. Que era, en realidad la perrita Mari.

A aquella película siguieron muchas más durante los dos años siguientes (la última recaudó menos de la décima parte que la primera) y Mari participó en cuatro de ellas. Pero no a Parchís se limitó su magia en el cine.

A mediados de los ’80 se estrenaba Padre nuestro, de Francisco Regueiro y protagonizada por Paco Rabal, Fernando Rey y Victoria Abril.

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Y, en la misma época, estuvo también en una de las grandes joyas de nuestro cine patrio: Luces de bohemia, la adaptación escrita por Mario Camus del clásico de Valle-Inclán, que dirigió Miguel Ángel Díez y donde vimos a los más auténticos Paco Rabal y Fernando Fernán Gómez.

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Estoy segura de que, si recordáis la película, recordáis también su presencia. Cómo olvidarla, si hasta salía en el cartel 🙂

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Mari fue una de las primeras estrellas caninas de nuestro cine, «lista como el hambre y perfecta en salud y forma física», nos cuenta Rafael.

Poco después de estas películas contrajo leishmania, con la que convivió durante unos cuatro años más hasta que, a finales de la década, Rafael decidió darle el que mi compañera Melisa Tuya llama nuestro último regalo, el último que debemos hacerles.

Casado, quien fue no solo su entrenador sino su compañero de vida, habla de ella lleno de amor:

Yo he tenido centros caninos de entrenamiento, pero mis perros siempre han vivido conmigo. Mari era nuestra perra, la de casa. Vivió aquí en casa, murió aquí casa y la enterramos en nuestro jardín.

Mari tendría un año cuando llego a la vida de Rafael, y contaría unos diecisiete cuando se fue. Cuando le preguntas a Rafael si ella disfrutó la jubilación, él lo tiene claro:

Los perros son felices, no cuando «dejan de trabajar», sino cuando siguen «trabajando»: formando parte de tu vida.

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